Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola

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Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola Historia de la República de Chile

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para saldar el valor de las compras y realizar un negocio adicional.

      Todo lo anterior podía resultar bastante lucrativo para el agente que recibía mercaderías en consignación. Así lo demuestra el tarifado de las comisiones cobradas por la casa Boom, Vigneaux y Grisar de Valparaíso en la década del 1840. La comisión por la venta de consignaciones, sea en remate o en forma particular, era el cinco por ciento. Si el monto parece pequeño, hay que tener presente que todos los demás gastos incurridos por el agente se cobraban por separado. La mercadería se vendía a plazo y el riesgo de no pago recaía sobre el exportador dueño de la mercadería. Ahora bien, el agente se ofrecía a garantizar dicho pago mediando una comisión adicional de dos y medio por ciento, pagando con un plazo de un mes adicional a lo pactado originalmente. También existía la posibilidad de adelantar el dinero de la venta, con un descuento según el interés vigente en la plaza, y calculando un plazo adicional de dos meses. Después estaba el problema del retorno de la venta: si para esto se requería de la compra de plata u oro, había otra comisión de uno por ciento, que se elevaba al dos y medio por ciento si se trataba de otros productos. Había cobros adicionales de dos y medio por ciento para la contratación de pasajes, fletes de carga, y fletamento de navíos y negociación de cartas de crédito, y comisiones menores para el reembarque de mercaderías, metales preciosos y otras gestiones. Estos cobros y los correspondientes al desembarque y almacenamiento de las mercaderías eran deducidos del pago en la liquidación final572. Estas comisiones no variaban mucho entre un consignatario y otro. La contabilidad de Gibbs Crawley para 1832 revela que las comisiones de venta cobradas en calidad de agentes fluctuaban entre un cinco y un siete por ciento, dependiendo de la mercadería573. Un rango parecido de comisiones operaba para los negocios entre Otto Uhde y Hunicken de Valparaíso y la casa matriz en Hamburgo, a las que nos referiremos más abajo. La filial porteña estaba autorizada a cobrar a esta una comisión de cinco por ciento por las ventas, dos y medio por ciento por la garantía de créditos, uno por ciento por el arriendo de bodegas, y dos y medio por ciento por las mercaderías de retorno574.

      Además de recibir mercadería en consignación, la casa Gibbs de Valparaíso solía ir en medias con las mercaderías que le despachaba o que remitía a la sucursal en Lima o a la firma asociada en Australia, en cuyo caso, como anticipábamos, la comisión era reemplazada por una participación en el negocio. Sin embargo, la mayor parte de las utilidades de dicha firma provenía de las comisiones y de los cobros de interés a los deudores575.

      El pago de una comisión adicional para garantizar el riesgo del crédito resultaba necesario si se considera que los comerciantes minoristas, que compraban a plazo con letras, solían atrasarse en el pago de sus compromisos. Si estos demoraban en exceso, o simplemente no pagaban, era necesario entablar un juicio, lo que no era fácil si el deudor estaba en una plaza distinta.

      Esta fue una de las razones que tuvieron las casas de consignación de Valparaíso para abrir sucursales o agencias en Santiago y otras ciudades de Chile y aun en los países vecinos, a medida que los negocios lo justificaban. Así, en Tacna y Arica, Huth Gruning y Lezica Hermanos, ambas de Valparaíso, terminaron por abrir una agencia local para cobrar deudas que tenían en la plaza, prestando servicio de cobranza a otras firmas porteñas576.

      Si era importante la cobertura local para distribuir las mercaderías recibidas, la vinculación con los centros productores de manufacturas resultaba fundamental, tanto o más porque estos mismos productores buscaban una relación más estable con estos mercados. Si el riesgo recaía sobre el exportador dueño de la mercadería, era imprescindible que el consignatario fuera una persona de confianza. De ahí que, tan pronto lo justificaba el volumen de los negocios, algunas firmas inglesas y alemanas abrieron sucursales en Chile mediante la formación de sociedades entre el exportador y un agente local, a menudo enviado directamente por ellos, que recibía una proporción de las ganancias. Estas sociedades eran entidades separadas de la casa matriz, pero vinculadas estrechamente a ellas por estar constituidas por los mismos socios principales, a los que se agregaba un socio residente, por lo general una persona con experiencia en estos mercados, cuando no se trataba de un pariente. Con el tiempo, la tendencia fue que las casas comerciales extranjeras enviaran a algún familiar de los socios a ganar experiencia en estas latitudes antes de regresar a ocupar cargos principales en la empresa. La mayor parte del capital de esas sociedades era aportado por los socios en el extranjero, quienes eran los que fijaban la política comercial de la empresa, como lo atestigua la correspondencia existente, sin perjuicio de la necesidad de tomar en cuenta las apreciaciones del socio en el terreno.

      Si en un primer momento fue común que los comerciantes extranjeros que llegaron de paso se radicaran después en Chile, como fue el caso de Josué Waddington, Jorge Lyon, David Ross y los Walker, la tendencia posterior fue la formación de sociedades locales con casa matriz en el extranjero, una práctica que se afianzó en los decenios siguientes. Algunas de estas sociedades aparecieron ya en la década de 1820: es el caso de Huth, Coit & Co., más tarde Huth Gruning, de Gibbs Crawley y de Hemenway & Co.

      En 1822, Frederick Huth, comerciante alemán establecido en Londres, y que tenía algún conocimiento del comercio con la América española, resolvió establecer agencias en Lima y Valparaíso. Para ello se asoció con el norteamericano Daniel W. Coit, persona con experiencia en estos mercados. La sociedad fue disuelta en 1828, cuanto Coit resolvió regresar a los Estados Unidos, pero el negocio continuó bajo la razón social de Huth, Gruning & Co., la misma que tenía la firma en Inglaterra. Se nombró como socio gerente a Augustus Kindermann, quien fue sucedido, ya en la década de 1840, por H. V. Ward577.

      En un comienzo, las actividades de Huth en Chile se concentraron en el comercio bilateral con el Perú y con Gran Bretaña. La firma se dedicó de preferencia a la importación de textiles desde este último país, contando para ello con más de 70 proveedores. Anticipaban dinero tanto a los exportadores británicos y de otros países europeos, que despachaban mercadería a consignación, como a los exportadores chilenos, mediante los mecanismos de habilitación, explicados más adelante578.

      Casi tan antigua como la anterior era la casa Gibbs, establecida en Valparaíso en 1826, creada como una extensión de la oficina en Lima, que operaba desde 1821, con el fin de atender mejor a los fabricantes ingleses que enviaban sus mercaderías a la costa del Pacífico sudamericano, y conseguir negocios para las demás ramas de la empresa. La oficina en Chile, que operaba bajo la razón social de Gibbs, Crawley & Co., fue puesta a cargo de John Hayne. Durante un tiempo, Gibbs mantuvo también una oficina en Santiago, donde estaba la aduana principal, pero ella fue cerrada en 1835, en vista de la preeminencia comercial de Valparaíso, cuya aduana pasó a ser la principal. El crecimiento de los negocios y los problemas entre las firmas de Lima y Valparaíso fueron motivo para que uno de los socios principales visitara las oficinas sudamericanas en 1828, tras lo cual se procedió a separarlas. En 1847, la razón social de la casa en Chile pasó a ser William Gibbs & Co. hasta 1879579.

      El tercer caso de estas tempranas sociedades internacionales es el de Augustus Hemenway, natural de Boston y establecido en nuestro país en 1829 o poco antes. Se había iniciado como empleado de comercio, sin perjuicio de realizar negocios por su cuenta desde temprana edad, despachando y recibiendo mercadería hacia y desde los puertos de las Antillas y Brasil580. Su arribo a Chile, cuando tenía apenas 24 años, estaba relacionado con un encargo de sus empleadores, George W. Bangs & Co., quienes ya hacían negocios con Chile. Sin embargo, pronto se independizó, aunque mantuvo perdurables relaciones con dicha firma581. En 1835 se asoció con W. R. Kennedy para que lo ayudara en sus actividades. En 1840 contrajo matrimonio en su patria, regresando definitivamente a Boston, donde trasladó el centro de sus operaciones. Tenía por entonces un capital de unos 200 mil dólares. Sus negocios estaban centrados en la importación de maderas, parafina, manteca, aceites, tejidos de algodón y artículos de ferretería, enviando a cambio minerales de cobre —en parte, reexportados a Gran Bretaña actuando a través de Henry Bath & Co.—, cueros y lanas. Además de lo anterior, Hemenway se constituyó en armador, adquiriendo

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