Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola
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En las terrazas marinas costeras de la zona central la vegetación original de arbustos esclerófilos fue desplazada en el siglo XIX por el intenso cultivo de trigo, avena y legumbres, lo que originó un proceso de erosión que se hizo especialmente visible en el siglo siguiente. También en la cordillera de la costa, en especial en su vertiente occidental, la vegetación esclerófila de arbustos altos y de árboles pequeños fue talada para producir leña y carbón, y para el uso de la tierra en el pastoreo de cabras y ovejas y en la agricultura de secano4. En el extenso sector comprendido entre los cerros El Roble y La Campana en la cordillera de la costa entre Santiago y Valparaíso y la cordillera andina de Colchagua, por el norte, y los ríos Ñuble, en el sector andino, e Itata, en el sector costero, por el sur, abundaba el roble maulino o hualo (Nothofagus glauca)5. Muy pronto la tala para la obtención de madera, leña y carbón o para destinar los terrenos a labores agrícolas de tipo migratorio, a lo que deben agregarse los incendios forestales, llevaron a la virtual desaparición de los bosques de hualo en la cordillera de la costa. Revela la magnitud de este proceso el hecho de que entre 1819 y 1836 los barcos que salían del río Maule con productos del bosque destinados al norte o a Valparaíso eran el 56 por ciento del total del movimiento marítimo de Constitución6. Sin embargo, el elevado costo a que llegaba la madera a los yacimientos mineros por la ausencia de un adecuado sistema de transporte terrestre impulsó el traslado de las fundiciones a la costa de la zona central y, en especial, al golfo de Arauco7.
Entre los ríos Choapa e Itata la aridez de la depresión intermedia contrastaba con la mayor humedad de las dos cordilleras, donde se encontraban tupidos bosques. Pero el sostenido proceso de construcción de canales, el aprovechamiento de las nuevas tierras bajo riego y las facilidades para el transporte gracias al ferrocarril cambiaron durante el siglo XIX la fisonomía del paisaje de la depresión intermedia y de sus valles de suelos más profundos. Después del terremoto de 1822 comenzaron a regarse los áridos llanos del Maipo gracias al canal de San Carlos, lo que provocó una impresionante alza del valor del suelo entre la capital y Rancagua, y una expansión de la superficie agrícola8. Hasta Curicó se extendía en 1874 la zona cultivada, y al sur de esa localidad la vegetación natural cubría las riberas de los ríos y las quebradas, donde aún se veían cactáceas9. Tanto el cultivo de nuevas tierras como la necesidad de proveer de combustible al ferrocarril —que utilizó la leña hasta después de la guerra del Pacífico10— conspiraron para eliminar las masas boscosas de bellotos (Beilschmiedia berteroana)11, de bellotos del norte (Beilschmiedia miersii), de lingue (Persea lingue), de quillay (Quillaja saponaria), de pataguas (Crinodendron patagua), de peumos (Cryptocarya alba); de boldos (Peumus boldus); de litres (Lithraea caustica) y de muchas especies más, cuyas poblaciones encontraron refugio formando bosquetes en quebradas y en las laderas de ambas cordilleras.
El transporte de cabotaje y el ferrocarril permitieron en la segunda mitad del siglo XIX un continuado abastecimiento de madera y de leña a los centros urbanos, en especial a Santiago, lo que constituyó un importante factor en la reducción de los bosques. Además, la ampliación de la red ferroviaria originó una demanda de durmientes, que provenían generalmente de los robles12. Así, por ejemplo, Ángel Custodio Gallo, minero de Copiapó y accionista, con su familia, del ferrocarril de Valparaíso a Santiago, tuvo una flota de siete veleros destinados exclusivamente al transporte de durmientes desde Constitución, Curanipe y Llico para la mencionada vía férrea13.
Los campos que iban quedando despejados en las terrazas marinas costeras de la zona central fueron utilizados para cultivos de secano de cereales y legumbres, pero los terrenos que no tenían aptitud para ellos se destinaron a la explotación ganadera extensiva, con énfasis en la ovejería14.
También desaparecieron de la zona central algunas herbáceas como el pangue (Gunnera tinctoria), utilizado durante la colonia y parte de la república para curtir los cueros, hasta que fue reemplazado para ese fin por la corteza del lingue. De la abundancia del pangue, en especial en las quebradas y en los sectores húmedos, da prueba la toponimia.
Se acepta como verdad inconcusa que a la llegada de los conquistadores se extendían espesísimos y a menudo infranqueables bosques desde el sur del río Laja hasta el extremo austral del país. En verdad, ellos se encontraban en las laderas de los cerros y en los piedemontes andino y de la cordillera de la costa, en tanto que los sectores llanos estaban en general despejados, lo que ocurría en la zona de Concepción, en Arauco, en la región entre los ríos Itata y Toltén, al sur del cual había un espeso bosque, en el río Cautín, y al sur de Valdivia, territorio dotado de extensísimos llanos15. Todos los testimonios indican que muy pronto, junto a la ocupación de las tierras planas, se inició el aprovechamiento del bosque para la obtención de madera. Pero parece evidente que de esa labor no se siguió la desaparición del bosque nativo. Un extranjero, Edmond Reuel Smith, que recorrió la zona araucana a