Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes
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Pero ¿cuáles son las evidencias en el caso específico de la evolución? ¿Acaso existen pruebas que respalden esta oscura y compleja teoría?
Si dejamos caer una taza en dos segundos queda hecha pedazos por efecto de la fuerza de gravedad; es un fenómeno cotidiano. Pero la teoría de la evolución escapa al sentido común porque aún si lográramos vivir 100 años no seríamos testigos de la evolución de los elefantes por selección natural, y ese pequeño detalle encierra una enorme dificultad.
De cualquier forma, la evolución sufrió su más dura prueba con el nacimiento y desarrollo de la genética. Pero antes de describir brevemente los avatares y vicisitudes que esta teoría sufrió durante el convulso y muy belicoso siglo 20, veamos algunas evidencias (existen otras) que permiten a los científicos conocer cómo los seres vivos están inmersos en sus respectivos procesos evolutivos.
Fósiles
Los restos de plantas y animales descubiertos en un tipo de rocas conocidas como “sedimentarias”, representan un vistazo al pasado, y por lo tanto a la historia natural de nuestro planeta y los seres vivos que lo habitamos. Ya que los depósitos de estas rocas se van acumulando muy lentamente por capas, los especialistas en animales extintos, los paleontólogos, saben que los fósiles encontrados en las capas más profundas son los más antiguos, y han descubierto también que contienen a las plantas y animales más primitivos.
Se sabe que han ocurrido cinco extinciones masivas, lo que significa que la mayoría de los seres vivos que han poblado nuestro planeta, están ahora extintos. ¿Cómo saben esto los especialistas? Estudiando fósiles: con estas enciclopedias rocosas de historia natural se pueden conocer los profundos cambios sufridos por plantas y animales a través de muchos millones de años.
Hace 500 millones de años sólo había vida en los océanos. Las plantas, por evolución, se adaptaron a vivir en tierra firme hace 430 millones de años; los animales harían lo mismo hace 360 millones de años.
Algunas de las series mejor estudiadas son la del caballo, el elefante o los mamíferos marinos: se han recuperado fósiles de todas sus etapas evolutivas que muestran claramente los pequeños cambios sufridos con el caminar de los años. También se han encontrado series completas de fósiles que señalan el paso de reptil a mamífero casi sin interrupciones.
Sin los fósiles, no sabríamos nada de los famosos y terribles dinosaurios, ni se habrían filmado tantas películas jurásicas.
Anatomía Comparada
De esta rama de la biología se puede deducir la misma historia del antepasado común. Las extremidades de diferentes vertebrados son similares aunque sus funciones no sean iguales: el ala de un murciélago, la mano de un chimpancé, la aleta de un delfín o la pata delantera de un lobo tienen el mismo patrón de huesos: húmero, cúbito y radio, muñeca y falanges (dedos). La cantidad de características que comparten las diferentes especies da una idea de la separación en el tiempo a partir del antepasado común, y que la selección natural se encargó de modificar.
Estos patrones no se pueden explicar por simple coincidencia, y podemos afirmar que todos los vertebrados comparten una historia evolutiva compartida. Sucede lo mismo con los insectos, las aves o las plantas con flores: descienden de un antepasado común.
Si nos vamos más lejos, podemos pensar en un punto en el cual se origina la vida en el planeta, con un solo antepasado para todos los organismos: el gran y ancestral abuelo de todas las especies (por el que sentiríamos poco afecto si lo conociéramos pues sería más parecido a una simple bacteria que a un amable anciano). Pascal Picq afirma que el ancestro común a todas las formas vivas ha sido llamado LUCA, de “last universal common ancestor” (traducido sería algo como el último ancestro común universal).
De esta forma, tanto Lineo como Lamarck y todos los que se dedicaron a la clasificación, encontraron que resultaba imposible evitar la idea de la evolución de las especies a partir de antepasados comunes. Y si a esto le agregamos que todos (plantas, animales, hongos, bacterias y bichos raros) tenemos las mismas moléculas de la herencia (ADN y ARN), que las usamos a través del mismo código genético que funciona igual para todos, y que nos heredó LUCA; lo fascinante de esta historia es que todos los seres vivos somos una misma familia.
También entre los seres humanos hay ejemplos de evolución. Algunos grupos humanos han adquirido características que favorecen su adaptación a condiciones extremas. Los inuit, también conocidos como esquimales, han desarrollado adaptaciones al frío como el tórax en forma de barril (el cuerpo bajo y grueso retiene mejor el calor que el alto y esbelto); por el contrario, grupos africanos como los pueblos san del sur de África o los hadzabe de Etiopía, son altos y delgados como adaptación al calor.
Los habitantes del Himalaya que viven a más de 3 mil metros de altura han desarrollado adaptaciones en sus glóbulos rojos que les permiten respirar en lugares altos con poco oxígeno. Son adaptaciones vinculadas a diferentes ambientes.
Pero no debemos adelantarnos a las cuestiones genéticas: si recordamos, Darwin murió sin saber cuál era la fuente de la variabilidad y cómo se transmitía la herencia.
Poco después de la aparición de El origen de las especies (1859), un monje agustino católico publicó un artículo con los resultados de unos experimentos muy originales con plantas de chícharos o guisantes. Corría el año 1865 y el monje se llamaba Gregor Johann Mendel (1822 – 1884). Todo parece indicar que Darwin murió sin conocer los trabajos de Mendel. Si acaso tuvo en su escritorio el artículo del monje (como algunos autores afirman) no lo leyó o no comprendió que hablaba sobre la gran laguna que tenía su teoría: la herencia.
Mendel diseñó muy bien sus experimentos y escogió la mejor planta que tenía a su alcance. La flor de la planta de chícharo está cerrada y por lo tanto se auto poliniza. Esto quiere decir que se reproduce fecundándose a sí misma, asegurando que los descendientes conservan las mismas características (color de las flores, color y forma de las semillas, tamaño del tallo, etc.). Mendel buscaba conocer la herencia: cómo se transmiten esas características de padres a hijos de una generación a otra.
¿Por qué Mendel no usó la forma de la hoja de chícharo para su estudio? Simplemente porque hay toda una gama completa de formas y tamaños diferentes de hoja en la misma planta, difíciles de clasificar, de reconocer y de estudiar. En cambio, usó el color de la flor ya que sólo hay dos: roja o blanca; o la forma de la semilla que también sólo tiene dos: lisa o rugosa. Ese fue el gran acierto de Mendel al escoger la planta de chícharo para estudiar la herencia.
Para simplificar el análisis, Mendel al principio se fijó en una sola característica: comenzó con el color de la flor. Las plantas con flores rojas se auto polinizan y dan lugar a plantas hijas con flores rojas (Mendel las llamó razas puras). Tanto la parte masculina (polen) como la femenina (óvulos) poseen la misma información: flores rojas.
Recordemos