Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Las arañas cantan cuando tejen - Fernando Basurto Reyes страница 6

Серия:
Издательство:
Las arañas cantan cuando tejen - Fernando Basurto Reyes

Скачать книгу

los tres indígenas habían adoptado las costumbres, la lengua y la religión anglicana, por lo que Darwin estaba profundamente impresionado con las enormes diferencias entre los tres fueguinos que llevaban a bordo y las tribus nativas donde pensaban devolverlos: “cuesta creer que sean seres humanos y habitantes del mismo mundo”.

      Antes de abandonar Tierra del Fuego, Darwin y el capitán observaron con decepción y nostalgia cómo los tres nativos volvían a sus costumbres originales.

      El 21 de diciembre de 1832, un viento tempestuoso los recibió en Cabo de Hornos, el lugar indicado para cruzar del Atlántico al Pacífico, con grandes masas de nubes negras que descargaban con violencia extrema lluvia y viento sobre el barco. El capitán se vio obligado a refugiarse en una bahía llamada Wigwam, donde el barco pudo anclar con cierta tranquilidad. En ese lugar los fueguinos construían refugios temporales, pues aprovechaban la tranquilidad del agua para alimentarse de mariscos.

      Mientras esperaban a que pasara el temporal Darwin observó a un grupo de fueguinos en una canoa, unos hombres y una mujer, completamente desnudos a pesar del frío y la lluvia, y según pudo apreciar, así dormían sobre la tierra húmeda. Para alimentarse, las mujeres buceaban buscando erizos de mar o desde sus canoas sacaban pececillos. Matar una foca o descubrir el cadáver de una ballena era celebrado como un gran acontecimiento.

      Darwin menciona crónicas de otros viajeros, quienes habían sido testigos del hambre padecida por los fueguinos, a tal grado que en conflictos entre tribus se habían visto casos de canibalismo.

      El 11 de enero de 1833 otro violento temporal provocó que permanecieran veinte días perdidos sin saber dónde estaban. Después de vencer semejante tormenta, visitaron otras comunidades de nativos, y para los últimos días de enero se acercaron a una zona con magníficos glaciares.

      En cierta ocasión mientras comían admiraban un acantilado de hielo, con un bellísimo azul berilio enmarcado por el blanco de la nieve, cuando una pesada mole se precipitó hacia el mar con tremendo estruendo. La enorme ola obligó a todos a correr para ponerse a salvo; con la excepción de un marinero que fue volteado y sacudido, libraron bien la inusual y peligrosa experiencia.

      En marzo de 1834 el Beagle enfiló hacia el norte por la costa chilena, dejando atrás la enigmática y turbulenta Tierra del Fuego. El sur de Chile les permitió observar algunos volcanes activos, entre otros uno llamado Osorno.

      Continuaron con el viaje, y el 20 de marzo de 1835 Darwin experimentó otra terrible experiencia que nunca hubiera vivido en su natal y pacífica Inglaterra: un terremoto. En palabras de los habitantes de la zona, se estimaba que había sido “la peor sacudida en la memoria de Chile”. Darwin fue testigo de la destrucción provocada no sólo por el violento movimiento de la tierra, también una enorme ola destructiva acompañó al sismo.

      Después de tantas vicisitudes, aventuras, desencuentros y peligros, el 15 de septiembre de 1835 Darwin llegó a las famosas islas Galápagos, archipiélago de origen volcánico compuesto por 19 islas, a casi mil kilómetros de las costas de Ecuador en el Océano Pacífico.

      La riqueza de especies vegetales y animales de esas islas era incalculable, por lo que Darwin encontró suficientes motivos para observar y analizar. Sobre las famosas aves, actualmente conocidas como pinzones de Darwin, apenas y hace alguna breve descripción de la forma del pico en su cuaderno de notas. Sin embargo, recolectó ejemplares que envió a Inglaterra y que posteriormente serían útiles para el desarrollo de su teoría.

      En lugar ocuparse de los pinzones, Darwin describe otras especies como búhos y palomas, y compara las pequeñas diferencias anatómicas que tienen los ejemplares de las islas con las aves ecuatorianas (era un observador extraordinario y muy experimentado). Refiere que no había ranas, observa ratones y, desde luego, elabora una extensa reseña de las enormes tortugas galápagos que pesaban hasta 700 kilos: le llamó la atención cómo tomaban agua y cómo se alimentaban de cactus, y el que fueran consumidas por los nativos.

      Le pareció interesante observar a los lagartos de las islas (similares a las iguanas), que medían más de un metro de largo. Una de las dos especies, en opinión de Darwin, eran los únicos que vivían de plantas marinas. Captura diferentes peces, recolecta conchas terrestres y opina que era curioso que hubiera pocos insectos.

      Luego de las Galápagos, el Beagle cruzó el Océano Pacífico, haciendo escala en Tahití. Darwin encontró a los nativos muy limpios y civilizados. Viajó con ellos por el interior de la isla y probó tanto de su hospitalidad como de sus deliciosas comidas: paquetitos de carne, pescado y bananas maduras envueltos en hojas verdes, cocinados con piedras recién calentadas al fuego, asados en poco más de un cuarto de hora y acompañados con agua fresca de río. Así describe Darwin el servicio rústico de comida saboreado con excelente apetito. En Nueva Zelanda, se refiere a los nativos como sucios y belicosos. Todavía pasaron por Australia y la isla Mauricio, para desembarcar en Inglaterra el 2 de octubre de 1836.

      Una vez en Londres, Darwin logró identificar hasta 13 especies de pinzones: estaba impresionado al descubrir que las aves eran ligeramente diferentes de una isla a otra. Resultaba muy difícil creer que hubieran sido creadas en un acto divino, y distribuidas específicamente en ese archipiélago del Pacífico, trece diferentes pinzones que al parecer no existían en otra parte del mundo (hay una sola especie de pinzón en Sudamérica y 13 en las islas, pero todos son primos cercanos).

      Se alimentaban de semillas, otros de flores y algunos de cactus o insectos, según sus observaciones. Cada especie de pinzón tenía pico y tamaño ligeramente diferentes, de tal forma que todos tenían características particulares, pero seguían siendo pinzones.

      ¿Cómo podía haber sucedido esto? Darwin pensó que era lógico suponer que todas las especies de pinzones pudieran haber tenido un antepasado común, que debía haber llegado a las islas en una época remota. Sus descendientes, con el paso de muchos años, evolucionaron en las diferentes formas que identificó en su viaje; sonaba coherente pero ¿cómo evolucionó aquel antepasado en 13 especies diferentes?

      De acuerdo con Lamarck, los animales se esforzaban por cambiar, y estos pequeños cambios eran heredados a los hijos, quienes continuaban el proceso hasta que con el paso de varias generaciones al acumular pequeños cambios implicaban la transformación en una especie diferente. Pero tal argumentación no tenía lógica para Darwin.

      Cuando volvió a Inglaterra, cinco años después del inicio de su viaje, se encontraba enfrascado intentando resolver semejante misterio, y todavía con serias dudas sobre la evolución de las especies.

      Lo primero que hizo fue organizar sus cuadernos de notas y publicarlos como un diario: Viaje de un naturalista a bordo del Beagle, que fue todo un éxito en 1839 (libro que impresionó, por cierto, a Humboldt). En ese año Darwin se casó con su prima Emma Wedgood (1808 – 1896) y se relacionó con los científicos de su época, entre ellos el famoso geólogo Charles Lyell.

      De acuerdo con testimonios del mismo Darwin, entre dos y tres años después de su regreso (no se sabe con certeza), y tras muchas horas analizando tanto sus apuntes como las plantas y los animales que había recolectado, terminó por quedar plenamente convencido de la evolución de las especies; durante todo ese tiempo lo habían torturado tenebrosos dilemas. Pero todavía faltaba explicar el mecanismo de la evolución: las ideas de Lamarck eran insuficientes.

      En cierta ocasión leyó un libro titulado Ensayo sobre la población del economista inglés Thomas Malthus (1766 – 1834), el cual sería fundamental para detallar los mecanismos de su teoría evolutiva. De acuerdo con Malthus, la población humana aumentaba más rápido que la producción de alimentos: cada 25 años se duplicaba el número de personas en el planeta. Por lo tanto, el exceso de población

Скачать книгу