Periodización del entrenamiento deportivo. Tudor O. Bompa
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Figura 1.1 Interdependencia entre las capacidades biomotoras.
En un ejemplo más complejo, la combinación de velocidad, coordinación, flexibilidad y potencia da como resultado agilidad, que se exhibe, por ejemplo, en la gimnasia rítmica, la lucha libre, el fútbol americano, el fútbol, el voleibol, el béisbol, el boxeo, el salto de trampolín y el patinaje artístico. Hay que reparar en que la agilidad mejora de manera notable cuando se producen incrementos de la fuerza máxima (Schmidtbleicher y otros, 2014). Por su parte, la flexibilidad –el grado de movilidad de un articulación– es importante per se para el entrenamiento. Distintos deportes requieren diversos grados de flexibilidad para prevenir lesiones y lograr un rendimiento óptimo.
La fase de entrenamiento específica del deporte que ocurre después de los años iniciales de entrenamiento, caracterizada por entrenamiento multilateral, es crucial para todos los deportistas de nivel nacional y de élite que busquen efectos precisos del entrenamiento. Durante este período, el uso de ejercicios específicos permite a los atletas adaptarse a sus especializaciones. En el caso de atletas de élite, las relaciones entre fuerza, velocidad y resistencia dependen tanto de las necesidades individuales de los deportistas como de las de los deportes.
La figura 1.2 muestra tres ejemplos en los que la fuerza, la velocidad y la resistencia son dominantes. En cada caso, cuando domina una capacidad biomotora, las otras dos no participan en grado similar. No obstante, la noción general del dominio casi total de una capacidad es pura teoría y se aplica a pocos deportes. En la gran mayoría de los deportes, a cada capacidad corresponde cierta aportación. La figura 1.3 muestra la composición dominante de fuerza, velocidad y resistencia en varios deportes. Entrenadores y atletas pueden usar la figura para determinar las capacidades biomotoras dominantes en su deporte.
Figura 1.2 Relaciones de las principales capacidades biomotoras cuando es dominante a) la fuerza (F), b) la velocidad (V) o c) la resistencia (R).
Figura 1.3 Composición dominante de las capacidades biomotoras en distintos deportes.
Cada deporte presenta su perfil fisiológico propio y sus características específicas. Todos los entrenadores que elaboran y aplican programas de entrenamiento deportivos específicos deben conocer los sistemas de energía del cuerpo y cómo aplicarlos en el entrenamiento. Aunque el propósito de este libro es exponer con términos específicos la ciencia, la metodología y los objetivos del entrenamiento de la fuerza para los deportes, la complejidad fisiológica de cada deporte también exige unos sólidos conocimientos sobre los sistemas de energía dominantes en ese deporte y su relación con el entrenamiento.
El cuerpo genera la energía requerida para el entrenamiento neuronal (fuerza, potencia, velocidad) y metabólico mediante la descomposición de los alimentos y su conversión en una forma utilizable de combustible conocida como adenosintrifosfato (ATP). Como el ATP se tiene que reabastecer y reutilizar constantemente, el cuerpo depende de tres sistemas principales de reabastecimiento energético para facilitar la continuidad del entrenamiento: el sistema anaeróbico aláctico (ATP-CP), el sistema anaeróbico láctico y el sistema aeróbico. Los tres sistemas no son independientes, sino que colaboran dependiendo de los requisitos fisiológicos del deporte. El desarrollo de programas para deportes específicos siempre debe centrarse en el entrenamiento del sistema(s) de energía dominante en ese deporte concreto.
El desarrollo específico de una capacidad biomotora debe ser metódico. Además, toda capacidad dominante desarrollada influye directa o indirectamente en las otras capacidades; la extensión en que eso ocurre depende estrictamente del parecido entre los métodos empleados y las características específicas del deporte. Por lo tanto, el desarrollo de una capacidad biomotora dominante puede generar una transferencia positiva o negativa (pocas veces). Por ejemplo, cuando un deportista desarrolla su fuerza, tal vez experimente una transferencia positiva en la velocidad y la resistencia. Por otra parte, un programa de entrenamiento de la fuerza creado sólo para desarrollar la fuerza máxima tal vez influya de manera negativa en el desarrollo de la resistencia aeróbica. De forma similar, un programa de entrenamiento que busque exclusivamente desarrollar la resistencia aeróbica quizá provoque una transferencia negativa en la fuerza y la velocidad. Como la fuerza es una capacidad física crucial, siempre se tiene que entrenar junto con las demás capacidades.
Teorías erróneas o infundadas han sugerido que el entrenamiento de la fuerza resta velocidad a los atletas e influye negativamente en el desarrollo de la resistencia y la flexibilidad. Tales teorías se han desacreditado mediante estudios de investigación (Atha, 1984; Dudley y Fleck, 1987; Hickson y otros, 1988; MacDougall y otros, 1987; Micheli, 1988; Nelson y otros, 1990; Sale y otros, 1990). Por ejemplo, un estudio reciente con esquiadores de fondo llegó a la conclusión de que el entrenamiento de la fuerza por sí solo mejora la fuerza máxima de los esquiadores y el ritmo de desarrollo de la fuerza, además de provocar una transferencia positiva en la economía del trabajo, por medio de un incremento de la duración del ejercicio hasta el agotamiento (Hoff, Gran y Helgerud, 2002). De forma similar, otro estudio reciente en que participaron corredores y ciclistas documentó una mejoría tanto de la economía al correr y al pedalear como en la producción de potencia por medio de una combinación de entrenamiento de la resistencia y entrenamiento pesado de la resistencia (Rønnestad y Mujika, 2013).
El entrenamiento combinado de la fuerza y la resistencia con parámetros de carga para el deporte específico no influyen en la mejora de la potencia anaeróbica ni de la fuerza muscular; es decir, no se produce una transferencia negativa. De forma similar, los programas de entrenamiento de la fuerza no suponen ningún riesgo para la flexibilidad si se integran estiramientos en el programa general de entrenamiento. Por lo tanto, los fondistas en deportes como el ciclismo, el remo, el esquí de fondo y el piragüismo pueden usar el entrenamiento de la fuerza y la resistencia de manera concurrente con su otro entrenamiento.
En el caso de los deportes de velocidad, la potencia representa una gran fuente de mejora de la velocidad. Un buen velocista no sólo es rápido sino también fuerte. Los músculos que son fuertes y se contraen con rapidez y potencia permiten una gran aceleración, un rápido movimiento de las extremidades y una elevada frecuencia. Sin embargo, en situaciones extremas, las cargas máximas afectan a la velocidad, por ejemplo, cuando el entrenamiento de la velocidad se programa después de una sesión agotadora de entrenamiento con cargas máximas. En este caso, el cansancio muscular y del sistema nervioso obstaculiza la fuerza y rendimiento neurales. Por esta razón, los macrociclos cuyo objetivo sea desarrollar la fuerza máxima deben incluir el desarrollo de la aceleración y la velocidad submáxima, mientras que la velocidad máxima se adquiere mejor junto con la potencia. En las unidades del entrenamiento, las sesiones de velocidad deberían preceder siempre a las sesiones de fuerza (véase el capítulo 9).
La mayoría de las acciones y movimientos son más complejos de lo que se ha dicho en este capítulo. Es por eso por lo que la fuerza en el deporte debe considerarse como el mecanismo necesario para ejecutar destrezas y acciones atléticas. Los deportistas no adquieren fuerza con la única intención de ser