Manual de atención de familias para profesionales de la salud. Angelina María Dois Castellón

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Manual de atención de familias para profesionales de la salud - Angelina María Dois Castellón

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sigue siendo un tema vigente en la actualidad. Existe consenso sobre su importancia para las personas y las distintas sociedades. Sin embargo, a pesar de esta certeza, se convive con la ambigüedad de distintas concepciones acerca de ella, lo que dificulta su conceptualización, “si bien siempre han existido madres, padres e hijos biológicos, el sentido social sobre ellos (….) ha cambiado radicalmente a través del tiempo y ha diferido entre las distintas sociedades y clases sociales” (Ramos, 1995 en Hamel, 2006).

      En este capítulo se revisará el concepto de familia, la evolución histórica de la familia a través del tiempo, sus funciones básicas y las características demográficas de la familia chilena actual.

       LA FAMILIA

      Familia es un concepto amplio que da cuenta de diversas construcciones sociales. Sus distintas definiciones apuntan a describir sus elementos centrales como un núcleo social formado por personas vinculadas de distinta manera y que cumplen funciones determinadas. Es así que para la Organización Mundial de la Salud (s/f citado en Organización Mundial de la Salud [OMS], 2003), la familia es considerada como aquella formada por los miembros de un hogar, emparentados entre sí, hasta un grado determinado por sangre, adopción y matrimonio. El grado de parentesco utilizado para determinar los límites de la familia dependerá de los usos a los que se destinen los datos y, por lo tanto, no puede definirse con precisión en escala mundial.

      El Papa Juan Pablo II (1981) definió a la familia como una íntima comunidad conyugal, de vida y amor que se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable. El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse (Concilio Vaticano, 2001).

      En Chile, la Constitución Política de 1980 (Chile, 1980) la define como el núcleo fundamental de la sociedad, a la vez que la doctrina la ha definido como “el conjunto de personas unidas por vínculo de matrimonio, parentesco o adopción” y como “aquella comunidad iniciada o basada en la unión permanente de un hombre y una mujer destinada a la realización de actos humanos propios de la generación, integrada por personas que conviven bajo la autoridad directiva o las atribuciones de poder concedidas a una o más de ellas, adjuntan los esfuerzos para lograr el sustento propio y el desarrollo económico del grupo y se hallan unidas por un afecto natural derivado de la relación de pareja o del parentesco de sangre, el que induce a ayudarse y auxiliarse mutuamente” (Corral, 1994 pp:11). Otras definiciones también distinguen a la familia como un grupo social unido entre sí por vínculos de consanguinidad, filiación (biológica o adoptiva) y de alianza, incluyendo las uniones de hecho cuando son estables, y como el resultado de una experiencia y alianza de géneros (Comisión Nacional de la Familia, 1992).

      Desde una aproximación social, la familia es descrita por Arriagada (1998) como una instancia de mediación entre el individuo y la sociedad y como nexo entre los cambios macroeconómicos y microeconómicos. Es así que para el Estado, la familia cumple un rol de institución mediadora en las iniciativas vinculadas con la promoción de la equidad, con la garantía de los derechos humanos básicos y con la integración de los individuos en redes sociales y comunitarias y es, además, el ámbito social donde los individuos toman decisiones importantes sobre su vida, su trabajo y otras acciones que inciden en su bienestar.

      Otras definiciones rescatan los elementos relativos a la experiencia intergeneracional que propone la familia, donde cada ser humano nace en presencia de, al menos, otra persona y desarrolla relaciones de colaboración que le permitirán su sobrevivencia, estableciéndose así una relación que durará varios años.

      En general, todos los autores concuerdan con que la familia es el núcleo primario de pertenencia de las personas. Sin embargo, su concepción está ligada a distintos procesos históricos y sociales de transformación lo que dificulta la construcción de una única definición conceptual.

      Al remontarse a sus orígenes, la familia, como se la conoce hoy, evoluciona a partir de las familias tradicionales o pre-modernas que estaban ligadas básicamente a la vida campesina. Dentro de sus principales características, la dimensión económica se destacaba como la más importante, en este sentido, el matrimonio se vivía como una realidad contractual por sobre los aspectos afectivos o emocionales. La división del trabajo estaba claramente delimitada, la mujer se subordinada a su marido y se mantenía un estrecho vínculo con la comunidad que se encargaba de regular y supervisar las relaciones familiares, tanto maritales como parentales. Además, estas familias tenían un gran número de hijos y convivían con distintos parientes, por lo que en algunas ocasiones se las ha definido como familia-clan. Los integrantes de las familias estaban estrechamente unidos, se trabajaba en familia, en propiedades familiares, para producir y consumir bienes familiares. Este tipo de familias básicamente era concebida como una institución social (Burgos, 2004).

      Dentro de las familias tradicionales existían también las familias aristocráticas, que tenían como tarea central la preservación del linaje familiar, por lo que el matrimonio era visto como una decisión política de máxima relevancia. El amor y la sexualidad se desarrollaban en la llamada poligamia serial, según la cual se establecían relaciones sexuales con personas de diversas clases sociales tales como aristócratas, sirvientes y concubinas (Ramos, 1995 en Hamel, 2006). Las mujeres tenían como principal rol la mantención y organización de la vida social y la administración del hogar, en cambio, el cuidado de los niños estaba a cargo de la servidumbre.

      Los procesos de industrialización de la sociedad dieron paso a la transformación de la familia tradicional. El trabajo en las industrias produjo la separación de los espacios familiares de los laborales, además de la ocurrencia de fenómenos de migración de las familias en busca de los grandes centros productores con el consecuente desarraigo social. Los espacios se redujeron y las familias disminuyeron el número de hijos, observándose también cambios en las relaciones que establecían sus integrantes. Por primera vez, se asoció el matrimonio al amor como requisito para concretar la unión conyugal. La familia nuclear o moderna queda compuesta entonces por los padres y sus hijos, con la participación excepcional de otro pariente. Las relaciones entre sus integrantes cambian y se hace una clara separación de los roles. El padre es el encargado del trabajo y la vida pública, en cambio la madre asume el cuidado afectivo y doméstico (Burgos, 2004).

      En Chile, los procesos de modernización a nivel mundial se vieron reflejados en un ordenamiento de las políticas sociales que protegían a las familias, en especial en las áreas de educación, vivienda y legislación que promovían la constitución de la familia a partir del matrimonio, lo que se conoce como institucionalización de la familia, y que llevó asociado el concepto de “ideal de salario familiar” que colocaba al hombre en el rol de la jefatura del hogar y a la mujer relegada al espacio doméstico (Gutiérrez y Osorio, 2008).

      Los cambios políticos y sociales que vivió el país durante la segunda mitad del siglo XX obligaron a las familias a realizar cambios profundos en su funcionamiento para adaptarse a las exigencias de la vida moderna. La incorporación de la mujer al mercado laboral, el envejecimiento de la población, el aumento de los años de escolarización y el marco jurídico que regula las relaciones familiares y que legitima a todos los hijos impacta profundamente en la familia chilena y obliga a la redefinición de roles y funciones al interior de ella.

      Otro fenómeno que puede observarse unido a las transformaciones antes descritas, se relaciona con el proceso de desinstitucionalización familiar que se expresa a partir de la ampliación de los tipos de unión de las parejas y que evidencia la separación entre la constitución de la familia y las formas jurídicas del matrimonio (Gutiérrez y Osorio, 2008).

      Esta realidad ha llevado a buscar alternativas a la definición de familia dando paso al concepto de formas familiares, para dar espacio a todas las posibles modalidades de unión (Burgos 2004).

      La

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