Cuidados básicos del niño sano y del niño enfermo. Roser Casassas
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Órganos de los Sentidos
El desarrollo de la función de los órganos de los sentidos permite conocer otro aspecto de la evolución del sistema nervioso central.
Tacto y sensibilidad
El sentido del tacto está plenamente desarrollado al nacer, incluso en los niños prematuros. Esto se hace evidente por sus movimientos en respuesta a los estímulos táctiles y hay estudios que constatan los beneficios de una estimulación moderada en los recién nacidos, la cual hace que tengan un mayor aumento de peso, mayor actividad espontánea y respuestas motoras más maduras.
La primera respuesta al tacto se desencadena en la región facial, especialmente en los labios, luego en extremidades y finalmente en el tronco, en una progresión céfalo caudal.
Estudios relacionados con el dolor, sugieren que neonatos de término e incluso de pretérmino lo experimentan. Esto ha sido evidenciado por el aumento de endorfinas y cortisol en respuesta a estímulos dolorosos; dicho aumento es un signo indirecto, pero sólido, para evidenciar esta sensación en el organismo.
Durante el primer mes la respuesta al estímulo doloroso intenso es inmediata, difusa, con movimientos generalizados del cuerpo y posiblemente retiro reflejo del miembro estimulado.
Entre los siete y nueve meses hay una localización de la zona estimulada y el niño presenta movimientos de retiro voluntario.
Después del año hay una respuesta más localizada, que se manifiesta porque el niño lleva su mano a la zona sin llegar a precisar el lugar del dolor; esto lo logra antes de los dieciséis meses. A esta edad por lo general los niños tocan el lugar exacto del estímulo doloroso y si es posible incluso dirige su mirada a ese punto. Estas son las primeras evidencias de participación cortical en comportamientos de este tipo.
Es esencial que los padres reconozcan las palabras o señales que el niño usa para designar el dolor, su reacción a éste y su manejo.
Audición
La maduración de los órganos auditivos está completa antes del nacimiento. Diversas investigaciones han demostrado que existe percepción de los sonidos incluso durante el embarazo, lo que ha sido comprobado a partir de las 24 semanas de gestación. A esa edad algunos fetos son capaces de demostrar su capacidad auditiva al parpadear cuando se emite un estímulo sonoro a través del abdomen materno. Este reflejo es visible con técnicas de ecografía de alta resolución.
La audición está presente en el recién nacido apenas el conducto auditivo queda libre de líquido amniótico u otra sustancia que lo ocupó en la etapa pre-natal, lo que por lo general ocurre en el curso de las primeras horas de vida.
Al momento del nacimiento, el oído medio e interno tienen prácticamente el tamaño del adulto, aunque la membrana timpánica es más pequeña y está ubicada en una posición más oblicua. El oído externo es cartilaginoso y mucho más corto que el del adulto, la Trompa de Eustaquio es también más corta y está ubicada en una posición más horizontal.
Evaluar en forma precoz y constante la capacidad auditiva durante la infancia es de suma importancia, ya que su disminución afectará el lenguaje, la conducta social y el aprendizaje del niño.
La capacidad que tiene el recién nacido de responder al sonido puede comprobarse por el reflejo de Moro, de sobresalto y el oculopalpebral, que aunque no son específicos de audición, son una respuesta evidente al sonido. Además se ha demostrado que existe una mayor respuesta a la estimulación vocal, en particular a las voces femeninas, que son más agudas.
A fines del primer mes de vida el niño ya es capaz de discriminar sonidos, lo que manifiesta con movimientos de sus ojos. A los cuatro meses ya puede reconocer voces familiares y localizar la dirección de un sonido, y a los seis ubica su fuente de sonido volviendo la cabeza en dirección al sonido que escucha. A los diez meses el niño puede responder a su nombre.
En el transcurso del segundo año de vida el niño realiza grandes progresos en el lenguaje, producto del desarrollo del sentido de la audición, repite fonemas que posteriormente emite con intencionalidad. A fines de los dos años el niño tiene un vocabulario de aproximadamente 300 palabras y llega a estructurar frases simples de 2 a 3 palabras. A los siete años el niño normal tiene una capacidad auditiva semejante a la del adulto.
Una forma sencilla de evaluar la capacidad auditiva del niño mayor de tres años es el Test de audición “voz cuchicheada”. Con esta prueba se pueden medir sonidos de entre 10 y 12 decibeles de intensidad. El oído puede captar entre 0 y 120 decibeles y el lenguaje común tiene una intensidad de 50 a 60 decibeles (ver Anexo II).
Visión
El desarrollo del sentido de la visión se inicia con el nacimiento y continúa a gran velocidad hasta los tres años, luego se hace más lento alcanzando su madurez alrededor de los siete u ocho años, momento en que el globo ocular ha adquirido la forma y tamaño del adulto.
En el recién nacido los ojos son pequeños y están ubicados en un plano más profundo en comparación con el niño mayor, los músculos que gobiernan los movimientos del globo ocular son inmaduros, la función visual es imperfecta, pero es capaz de percibir luz y sombra, lo que se demuestra con el parpadeo y la respuesta de contracción pupilar (miosis) frente a un estímulo luminoso (reflejo fotomotor). No percibe bien las imágenes, pero es capaz de enfocar el rostro humano a veinte centímetros, hecho de suma importancia, ya que esa es la distancia en que está la cara de su madre cuando lo amamanta. Los recién nacidos enfocan un objeto en cerca de 10 segundos. Prefieren los patrones simples, por ejemplo, óvalos como la cara materna; las imágenes nítidas a las difusas; les gustan los colores muy contrastantes como el blanco y negro y de mediana intensidad, como rosas, amarillos y verdes. Suelen poner atención a colores brillantes y lustrosos.
La visión es muy importante para la interacción recíproca entre los padres y su hijo, es vital el contacto visual entre ambos para establecer el vínculo o unión entre ellos. Este contacto idealmente debe ocurrir en los primeros 30 minutos de vida, período en que el niño está reactivo, alerta y activo y los padres en una etapa especial de sensibilidad, lo cual facilita la consolidación de esta vinculación a través del apego.
Entre los tres y cinco meses ya el lactante es capaz de percibir los colores primarios (rojo, amarillo, verde, azul). A los cinco meses el niño puede realizar ajustes oculares en relación a objetos ubicados a diversas distancias (acomodación). A fines del primer semestre puede identificar detalles de los objetos observados.
La visión es muy importante para el aprendizaje del niño, para conocer el grado de madurez visual se realizan pruebas de agudeza visual, las que deberían aplicarse a todos los niños al ingresar al colegio. Estas pruebas permiten conocer la distancia en la cual se puede distinguir con claridad formas y detalles de un objeto. La agudeza visual normal se alcanza cerca de los siete años y es de 5/5. Esto quiere decir que a una distancia de 5 metros el niño ve con claridad todo lo que debe ver a esa distancia.