Forming Intentional Disciples. Sherry A. Weddell

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Forming Intentional Disciples - Sherry A. Weddell

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la cultura de “no preguntes, no digas”.

      Desafortunadamente, nosotros no somos unos genios espirituales. Si nadie a nuestro alrededor habla sobre una idea en particular, no se nos ocurre pensar en ella espontáneamente, igual que no se nos ocurre inventar un nuevo color primario. Mientras no hablemos explícitamente sobre el discipulado en nuestras parroquias, será muy difícil que la mayoría de los católicos piensen en el discipulado.

      Sara Silberger, una mujer neoyorquina, poeta y mamá de cuatro hijos, experimentó esto cuando se convirtió al catolicismo. Sara fue criada por su madre, una mujer católica que no practicaba su fe y por su padre judío. Ella nunca había practicado ninguna religión. Sara tuvo una experiencia mística que la llevó a una intensa exploración del catolicismo, lo que la condujo a ingresar a la Iglesia en la Pascua del 2010, a la edad de 28 años. Sara me dijo que se sentía sorprendida y confundida ante el hecho de que muchos católicos se sentían muy incómodos cuando les preguntaba sobre su relación con Dios.

      A seis semanas de haber ingresado al programa de iniciación [RICA], me reuní con una religiosa y le dije que creía que algo me hacía falta, porque no estábamos hablando mucho sobre cómo conocer mejor a Dios o a Jesús. Yo no entendía bien quién era Jesús para mí. Pensé que la razón de lo anterior era porque yo venía de un ambiente no cristiano y que todos los demás lo entendían tan bien que no había razón para explicarlo. Tuve que pedir a mis amigos católicos que me hablaran sobre estas cosas, de manera individual. Algunos de ellos estaban dispuestos a hablar conmigo del tema, en cierto modo; sin embargo, con excepción de uno de ellos, todos se molestaron cuando les pregunté y no entendían por qué yo quería saber más sobre sus experiencias. Tuve la sensación de que se sintieron ofendidos por mi pregunta.

      Uno de nuestros descubrimientos más sorprendentes ha sido el número de católicos que ni siquiera saben que este itinerario personal existe. Recientemente, un líder católico de alto nivel en la Costa Oeste de los E.E.U.U. me confesó que la idea de tener una relación personal con Dios todavía era nueva para él. Este líder se enfrentó por primera vez a la posibilidad de llevar una relación personal con Dios hace algunos años, cuando su parroquia comenzó a ofrecer retiros de evangelización.

      La falta de atención generalizada hacia el itinerario interior del discipulado ha fomentado involuntariamente un abismo inmenso entre lo que la Iglesia enseña como normal y lo que muchos católicos han aprendido a considerar normal. Muchos católicos de toda la vida nunca han visto cómo se vive abiertamente el discipulado personal ni han oído hablar de este término de manera explícita en sus parroquias o en sus hogares. Es difícil creer en algo de lo que nunca has oído hablar, o experimentar algo que ni siquiera sabes que existe. También es muy difícil compartir la opinión de una minoría o hablar sobre la experiencia de una minoría en medio de un grupo que no comprende de lo que se habla.

      La Espiral del Silencio es una reconocida teoría de la comunicación que fue propuesta originalmente por la científica política Elisabeth Noelle-Neumann. En sus investigaciones, Noelle-Neumann descubrió que la gente es menos propensa a externar una opinión sobre un tema si considera que forman parte de la minoría, ya que los seres humanos en general tenemos miedo a estar aislados de la mayoría. Uno de los puntos fundamentales de la teoría de la Espiral del Silencio es que la gente constantemente observa los comportamientos de aquellos a su alrededor para ver cuáles son los comportamientos que son aprobados y cuáles no reciben la aprobación de la mayoría. Investigaciones recientes sobre neurología han comenzado a revelar la fisiología tras esta conducta.

      Según Vasily Klucharev de la Universidad Erasmus de Holanda cuando la gente sostiene una opinión que difiere de la de otros en un grupo, sus cerebros producen una señal de error.

      “Si cometes un error, significa que algo [malo está sucediendo]. Y, cuando experimentamos un error, esta señal nos empuja a cambiar el comportamiento”, asegura Klucharev. “Además, pudimos observar que al parecer producimos esta señal automáticamente cuando nuestra opinión es diferente a la de otras personas”.

      De acuerdo con Klucharev, “El investigador examinó dos áreas del cerebro. La primera es una zona del cerebro conocida como el córtex del cíngulo anterior que se activa cuando percibe un error y la segunda es el área que registra las recompensas. Esta última área permanece menos activa, lo que hace creer a la gente que ha cometido un error”.7

      En la actualidad, la cultura parroquial con frecuencia refuerza una Espiral del Silencio en lo que se refiere a la relación de la persona con Dios. Esta Espiral del Silencio por lo general no resulta explícita hasta que alguien la cuestiona; sin embargo, puede llegar a asfixiar a la evangelización, sobre todo si es reforzada por una cultura que promueve “una religión que no pertenece en los espacios públicos”. Es de vital importancia que comprendamos que la presión cultural, tanto dentro como fuera de las parroquias americanas, por lo general va en contra de la expresión abierta del discipulado. Las dos normas culturales superpuestas —una secular y una eclesial— intimidan a los hombres y mujeres que tratan de vivir como discípulos católicos de Jesucristo. Para poder contrarrestar la presión y “vivir abiertamente” como católicos intencionales, es necesario contar con un fuerte respaldo interpersonal y comunitario.

       Es normal

      En el otoño de 1993, me uní con un grupo de amigos en Seattle para crear un grupo de apoyo para laicos católicos. Llamamos nuestra pequeña comunidad el “Grupo Laico Sin Nombre” (NLG por sus siglas en inglés) porque no se nos ocurrió ningún buen nombre. Con el pasar del tiempo nos convertimos en un grupo multi-parroquial, multi-generacional de jóvenes veinteañeros solteros y casados; algunos eran católicos de nacimiento, otros éramos católicos conversos. Lo que teníamos en común era un hambre por pertenecer a una comunidad católica que estuviera centrada en el discipulado personal. Los antiguos miembros del grupo que ahora vivimos por todo el país todavía recordamos con melancolía aquellos tiempos en Seattle, porque el NLG sigue siendo la experiencia de comunidad cristiana más fuerte que cualquiera de nosotros ha experimentado como católicos.

      Nuestro equipo de líderes desarrolló la misión y visión del grupo. Les llamamos los “Es Normales”.

       Nuestra visión:

      Poder ser una comunidad católica que alimente la fe y los dones de los laicos católicos, permitiéndoles convertirse en discípulos comprometidos de Jesucristo, quienes han discernido y llevan a la práctica la misión de vida que Dios les ha encomendado.

       Nuestros valores:

      1. Es NORMAL que los laicos católicos tengan una relación de amor viva y creciente con Dios.

      2. Es NORMAL que los laicos católicos se entusiasmen por ser activistas cristianos.

      3. Es NORMAL que los laicos católicos conozcan su fe, las Escrituras, la doctrina y enseñanzas morales de la Iglesia y la historia de la Iglesia.

      4. Es NORMAL que los laicos católicos sepan lo que son los carismas de servicio y que los utilicen eficientemente en la realización de su vocación o llamado.

      5. Es NORMAL que los laicos católicos estén conscientes de que tienen una vocación/misión en la vida (principalmente en el mundo secular) que les ha sido dada por Dios. Es NORMAL que los laicos católicos participen activamente en el discernimiento y seguimiento de su vocación.

      6. Es NORMAL que los católicos laicos vivan en comunión con otros laicos católicos para que les animen, alimenten y ayuden a discernir en su camino hacia Jesús.

      7. Es NORMAL que la parroquia local

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