Buscando una esperanza. Valmy Ardila

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Buscando una esperanza - Valmy Ardila страница 2

Автор:
Серия:
Издательство:
Buscando una esperanza - Valmy Ardila

Скачать книгу

¡No puede ser! Él era como un hermano para mí. Hicimos juntos el internado de medicina e incluso compartimos la misma habitación”.

      —“¡Papá esta es una grata casualidad! Quisiera que me acompañes a la cita, papi. Es el próximo martes a partir de las 2:00 pm”.

      —“¡Cuenta conmigo!”

      Al caer la tarde, mi esposo había regresado del trabajo. Le conté todo lo acontecido y estábamos muy contentos. Nos sentíamos dichosos de tener una esperanza para alcanzar nuestro sueño. Ahora sólo nos tocaba esperar el día de la cita. Quedaban tan sólo tres días.

      Llegó el día acordado, y fuimos mi esposo, mi padre, y yo. Cuando la secretaria nos indica que es nuestro turno, mi padre y el Dr. Alexis se reconocieron uno al otro de forma inmediata. Los abrazos y saludos amistosos siguieron a un grato reencuentro después de muchos años, a los que siguieron recuerdos de cuando estudiaron juntos, vivencias y experiencias inolvidables. Posteriormente, el doctor pregunta qué nos lleva a la consulta.

      —“Doctor, deseamos planificar familia”.

      Le mostramos los exámenes de la condición de mi esposo, junto con exámenes míos para su evaluación. Él planteó los distintos métodos a los que podíamos recurrir. Nos indicó la posibilidad de una fertilización in vitro o inseminación artificial con un mínimo de tres intentos. Ambos procedimientos se harían con la muestra de semen de mi esposo una vez procesada, con una selección de espermatozoides sanos y aptos para acercarnos al mayor éxito posible de dichos procedimientos. Él también nos explicó que con la fertilización in vitro podría haber más posibilidades. Sin embargo, ya nosotros habíamos pasado por ese procedimiento con otro especialista y nos había quedado un mal sabor por la forma en que fue abordado y lo invasivo del procedimiento.

      En ese momento pensaba: “Si Dios nos va a regalar lo que tanto deseamos, lo hará independientemente del método que escojamos. Lo haremos con la inseminación artificial. Pero económicamente, sólo podemos cubrir hasta dos intentos”.

      Transcurrieron dos meses, entre exámenes y varias consultas médicas, cuando el médico me prescribió unas inyecciones diarias de hormonas que ayudarían en el proceso de ovulación, para que fuese lo más perfecta posible, preparándome para la llegada de los espermatozoides de mi esposo. De esta manera, mi cuerpo podría recibirlos y retenerlos en mi vientre.

      Colocarme esas inyecciones cada mañana era muy desagradable. Nunca me han gustado las inyecciones y he sido bastante miedosa. Pero no había otra alternativa que colaborar en este proceso. Mi esposo me inyectaba y esto lo hizo por tres semanas.

      En estos momentos pensaba “¿Cómo sucede el milagro de la vida?” ¡Qué paradoja! Mientras hay mujeres que tienen abortos (por diferentes motivos) existimos otras que añoramos, anhelamos tener un pedacito de nosotros en nuestros brazos. Y aunque siempre fui una mujer de fe, en estos momentos era lo único a lo que podía aferrarme. Estaba segura que Dios estaba de nuestro lado.

      Por muchos años he sido devota a San Antonio de Padua. Mucho le pedía para que intercediera ante el Señor y nos permitiera quedar embarazados. Comencé una novena, y mi petición y clamor ascendían con la certeza que serían escuchados.

      Las citas médicas comenzaron a hacerse más frecuentes. Mi esposo debía tomarse una muestra de su semen y entregarla para que ellos pudieran hacer una selección de los espermatozoides aptos para el procedimiento. Semanalmente, yo era monitoreada con ecografías trans–vaginales donde se visualizaba la condición de mis óvulos y mi matriz. Todo parecía estar marchando bien.

      El Momento Decisivo

      Ya la muestra de mi esposo estaba lista y en una consulta médica el doctor me informó que yo también estaba lista para la inseminación. Así que me citó el día viernes para hacer el procedimiento.

      Acompañada nuevamente por mi esposo y mi padre, fuimos a la clínica para la cita pautada. Antes de salir de casa, recordé que era el último día de la novena a San Antonio. Oré y prometí que si todo salía positivo mi hijo llevaría el nombre de Antonio en su honor.

      Llegamos a la clínica y comenzó la inseminación. Me colocaron en una cama ginecológica y la muestra de mi esposo estaba en una jeringa especial. El doctor entusiasmado comienza el procedimiento, pero le dice a mi esposo que sea él quien termine de vaciar la muestra en mi útero dando fin a la inseminación.

      Quedamos solos en la sala una hora. Yo no quería ni moverme. Sólo pensábamos con alegría todo lo maravilloso que estábamos viviendo. El que mi esposo haya tenido la oportunidad de participar de forma directa en el procedimiento era algo especial, y para mí como su esposa, sentía que él había ayudado con sus propias manos a traer a su tan esperado hijo. Eso nos llenó del mayor gozo que jamás hayamos sentido.

      Nuevamente me arraigaba a mi fe. Con la vida he aprendido que tener fe en Dios nos permite ver lo imposible, creer lo increíble y recibir lo imposible.

      El doctor entró nuevamente a la sala, y después de hacer una revisión general, afirma que todo está bien y que puedo ir a casa. En sus indicaciones manifestó que debería estar en un reposo parcial y evitar hacer actividades que generen gran esfuerzo. A esto añadió:

      —“Generalmente, las inseminaciones artificiales se hacen con un mínimo de tres intentos. Es difícil quedar embarazada al primero. Sin embargo, no es imposible. No deseo desanimarlos, pero es importante manejar los tiempos de estos procedimientos. No quiero que decaigan si no lo logramos al primer intento. Aún tenemos mucho por delante y esto es solo el comienzo. Les deseo mucha suerte y ojalá lo hayamos logrado”.

      Le expresamos toda nuestra gratitud. El haber brindado palabras de aliento y también de transparencia en cuanto al proceso de inseminación era muy importante para nosotros. A veces podemos crearnos falsas expectativas y cuando las cosas no salen como pensamos, nos sentimos derrotados. El entender claramente las probabilidades de éxito que teníamos, aumentó nuestra fe en Dios. Sabíamos que todo dependía de Él, y esto nos dio calma. Entendimos que esta era una oportunidad para acercarnos más a Él y confiar plenamente en sus designios. No tratar de imponer nuestro deseo sobre Su voluntad, sino aceptar el tiempo divino.

      El Resultado Esperado

      El doctor me indicó una prueba cualitativa de embarazo a los 10 días del procedimiento, no antes, y pasado este tiempo debía comunicarme con él. Sin embargo, a los tres días comencé a sentirme mal. Malestar general, dolores de cabeza, náuseas, mucho sueño. Pensé, “no es posible que esté embarazada”, “El doctor dijo que podría tomar un mínimo de tres intentos”. Pensaba que mi mente estaba jugando conmigo en ese momento ¿Lo habríamos logrado?

      Transcurrieron los días y los malestares continuaban. Sentía un cambio en mí. Finalmente llegó el momento de hacerme la prueba de embarazo. La fecha era 13 de junio, día dedicado a San Antonio de Padua. Cuando me dirigí al laboratorio sentía que él me había llevado hasta allí, por medio de la voluntad de Dios para que todo saliera bien. ¿Era esto parte del milagro? Una vez tomada la muestra de sangre me dijeron que pasara a recoger los resultados a las 3:00 pm.

      Durante todo el día estuve ansiosa. Hablaba con mi esposo, quien también manifestaba una gran ansiedad. Pensábamos que no debíamos ilusionarnos fácilmente, pero al mismo tiempo nos preguntábamos: ¿Y si lo logramos? ¡Qué difícil es manejar este tipo de situaciones! Sólo aquellos quienes hemos pasado por ellas podemos identificarnos con lo que sentimos en esos momentos, cuando anhelas ver un resultado “positivo” en una hoja de papel. Tener un hijo, no es como un artículo que se compra en una tienda. Es mucho más que eso . Incluye la voluntad soberana

Скачать книгу