La Tercera Parca. Federico Betti

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La Tercera Parca - Federico Betti

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de nuestra propiedad en algún sitio fuera de la ciudad, de todas formas os haré saber el lugar exacto en el que encontrarlo.

      Zamagni y Finocchi le dieron las gracias, luego volvieron de nuevo al escritorio del inspector y, cuando llegó la noche, dejaron la comisaría sin haber encontrado todavía nada que pudiese servir de pista para encontrar a la Voz.

      Después de llegar a su apartamento en San Lazzaro di Savena, Stefano Zamagni se preparó una cena rápida con pan ácimo y una ensalada mixta, y se puso en el sofá del salón a mirar el telediario.

      En los veinte minutos siguientes escuchó noticias de política, economía y sucesos locales.

      La noticia más destacada fue la liberación de algunos detenidos de la cárcel de la Dozza debido a una reducción de la pena por buena conducta, luego el periodista habló de un par de accidentes de tráfico provinciales que afortunadamente no habían causado daños personales, de un excursionista que había llamado a los socorristas en el Corno alle Scale porque se había perdido saliendo de un sendero señalizado del C.A.I. y otras noticias de menor importancia.

      Cuando llegaron las noticias deportivas, Zamagni apagó el televisor, lavó los cubiertos, puso un poco de orden en el apartamento y a las diez de la noche decidió irse a dormir para estar en forma a la mañana siguiente.

      El trabajo de investigación que estaban haciendo lo cansaba mucho, sobre todo porque parecía que no produjese ningún resultado.

      Antes de dormirse volvió a pensar en una frase que había dicho Marco Finocchi: ellos estaban habituados a buscar agujas en los pajares. De todos modos, esto le produjo una nueva fuerza nerviosa y determinación para continuar con aquella parte de la investigación.

      El hombre era consciente de que en los días sucesivos su trabajo no sería nada fácil, por lo que decidió gozar del último día en Sevilla respirando el aire andaluz, dando un paseo entre las calles y terminando la velada saboreando un buen número de tapas a un coste irrisorio.

      Siempre había mucha gente caminando por la ciudad, quien para ir de compras, quien para ir a beber algo a un bar, quien, simplemente, por placer de vivir la capital andaluza, y él se sentía muy contento de poder mezclarse con la gente del lugar bajo su aureola de anonimato.

      Hacia las ocho de la noche, horario de aperitivo para los españoles, fue al Dos de Mayo que, a decir de muchos era el mejor local de Sevilla donde poder degustar una óptima cocina local.

      Cuando llegó, prácticamente poco después del horario de apertura, había ya bastante gente a pesar de que fuese un día entre semana.

      Ordenó varias tapas, que retiró personalmente de vez en cuando en la barra, y las pasó con un tubo de cerveza.

      Un par de horas más tarde fue a pagar la cuenta y volvió a su apartamento para los últimos preparativos antes de partir para Italia, disgustado por debía dejar Andalucía pero consciente de que pronto regresaría.

      IV

      La idea de tener que ir donde Alice Dane había encontrado a Daniele Santopietro antes de que desapareciese no le apetecía demasiado a Stefano Zamagni.

      A medida que él y Marco Finocchi se acercaban a su destino, el inspector volvió a recordar con detalle el resumen que le había hecho la agente de Scotland Yard en el encuentro que ambos habían tenido poco después y una serie de escalofríos comenzaron a recorrerle la espina dorsal.

      Cuando llegaron delante del edificio, el inspector mostraba un visible desasosiego, así que el agente Finocchi dijo:

      –No debemos preocuparnos demasiado; en el fondo ahora ya Santopietro no nos dará ningún tipo de problema.

      –Esto es seguro –asintió Zamagni –pero el recuerdo está todavía vivo, a pesar de que sólo Alice tuvo el... placer... de entrar en su apartamento.

      –Ummm... creo que entiendo cómo te sientes –respondió Finocchi –pero debemos armarnos de valor y seguir adelante. Somos conscientes de nuestro objetivo final y de lo que pretendemos hacer aquí y estas dos cosas deben estimularnos para continuar, no hacernos desistir. Y además no tenemos la intención de entrar en ese piso, ¿no?

      –Tienes razón –concordó el inspector después de un momento de duda en el cual no consiguió, sin embargo, no pensar de nuevo en el pasado.

      Transcurridos unos minutos, justo el tiempo para llegar delante de la puerta del edificio, Zamagni intentó quitarse de encima, de una vez por todas, todo el miedo y apretó el timbre con la esperanza de obtener una respuesta de cualquier tipo.

      A la tercera tentativa respondió una voz femenina que resultó ser una estudiante universitaria.

      Después de que el inspector Zamagni le hubo explicado el motivo por el que se encontraban allí, la muchacha dijo que, por desgracia, no podría ayudarles de ningún modo porque vivía en ese edificio sólo desde hacía dos años, es decir mucho tiempo después de los acontecimientos relacionados con Daniele Santopietro.

      El inspector pidió con amabilidad poder entrar en el edificio para interrogar a los otros inquilinos y la muchacha abrió el portal. Zamagni le dio las gracias y entró junto con el agente Finocchi.

      Mientras los dos subían las escaleras el relato de Alice Dane en el interior del edificio se abrió camino en la mente del inspector por enésima vez, acompañado por algún que otro escalofrío en la espalda.

      Decidieron comenzar desde el piso más alto, pulsando en los timbres de cada apartamento.

      En la mayor parte de los casos no obtuvieron ninguna respuesta, probablemente porque, considerando el horario, muchos en ese momento se encontraban en el trabajo, pero consiguieron hablar con una señora mayor que dijo que deberían volver a partir de las cinco de la tarde para encontrar a más inquilinos.

      Zamagni también preguntó a la mujer si sabía quién habitaba actualmente en el apartamento donde habían encontrado a Daniele Santopietro y ella respondió que desde hacía unos años vivía allí una familia con dos chicos adolescentes.

      Así que el inspector dio las gracias a la señora por su amabilidad y la disponibilidad que había demostrado con respecto a ellos y dijo que volverían para hablar con los otros inquilinos y, posiblemente, también con la familia que habitaba actualmente en el apartamento.

      La mujer se despidió con la misma cortesía con que los había acogido a su llegada y cerró la puerta de casa.

      De nuevo en la calle, Zamagni y Finocchi volvieron a la comisaría para poner al día a Giorgio Luzzi.

      El capitán estaba sentado al escritorio como si estuviese esperando alguna novedad y cuando vio al inspector por el pasillo seguido por el agente Finocchi no dudó en levantarse para abrir la puerta de la oficina y hacer sentar a los dos en el interior.

      –¿Y bien? –preguntó impaciente el capitán.

      –Nada importante por el momento –respondió el inspector –Nuestra primera visita al edificio donde hemos encontrado a Santopietro no ha dado grandes resultados. Hemos hablado con una mujer mayor por la que hemos sabido que actualmente en el piso donde estaba Santopietro ahora habita una familia.

      –Entiendo –asintió el capitán.

      –La señora nos ha aconsejado que

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