Por el espejo. A. A. Salvatierra

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Por el espejo - A. A. Salvatierra

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style="font-size:15px;">      -Eh, ¿Carter? -le hizo una señal de que se moviese.

      -Antes de irnos, necesita cambiarse, Miss Magnus -dijo señalando con la mirada la vestimenta de ella con intención.

      Ella miró su ropa y después la de Christopher y se sonrojó un poco

      -Cierto, eh, no tendrás un vestido por algún lado ¿no?

      Él negó con la cabeza.

      -Vivo solo, pero estoy seguro de que Fred puede conseguirle algo. Un momento -sin decir más, salió de la habitación. Regresando unos minutos después con un paquete en las manos. Al acercase a Kate, se lo ofreció con una pequeña y rápida inclinación de su cabeza.

      -Su traje, Miss Magnus.

      Después de coger el paquete, que no pesaba casi nada, ella preguntó

      -¿Cómo…? Dijiste que no tenías ropa… -intentó explicar su confusión.

      -Fred la ordenó por internet. Desde que la teletransportación de objetos se hizo legal, comprar en línea es lo más rápido en el mercado.

      -¿Consiguieron la teletransportación? -preguntó sorprendida.

      -Hace unos años, pero usted sabe cómo es el gobierno con esas cosas; tarda siglos en aprobar su uso -dijo despreocupadamente.

      -Por supuesto… -murmuró.

      Él le sonrió en respuesta, antes de darse cuenta que necesitaba un lugar para cambiarse.

      -Oh, cierto, al salir de esta habitación a mano izquierda, entre en la primera puerta a su derecha. Es una de las habitaciones para huéspedes -dijo señalando vagamente a la dirección indicada.

      Ella le agradeció y se dirigió precavidamente a dicha habitación.

      Una vez cambiada, Kate se acercó de nuevo a la sala dónde Chris la estaba esperando. Al verla, Christopher casi deja los ojos en el piso. Por suerte, se pudo recuperar antes de que ella lo notara, mucho.

      Chris compró el vestido, por supuesto, pero no sabía que le serviría como un guante; abrazaba su figura en todos los lugares correctos, el corte era sencillo, de uso diario, y el color resaltaba sus ojos. Simplemente era espectacular.

      -Si me permite decirlo, Miss Magnus, se ve muy bien con la ropa de este mundo.

      -Gracias, Christopher -no pudo evitar el pequeño matiz rojo que acarició sus mejillas, antes de concentrarse otra vez en la misión - ¿Nos vamos?

      Llegaron a la puerta principal y Christopher se detuvo frente a Kate, más cerca de lo socialmente aceptado. Al parecer a Carter le gusta hacer eso, pensó Kate.

      -Recuerde que este no es su mundo. Trate de no parecer muy sorprendida de los avances de este lugar, en especial frente a extraños. Los civiles no saben de la red quantum y es mejor que eso quede así ¿entendió? -cuestionó firmemente, todo rastro de humor desaparecido.

      -Sí -respondió con el mismo tono de seriedad. Ella comprendía la importancia de proteger al público de los avances más peligrosos.

      -Muy bien. Ahora, por favor, cuándo estemos en la calle, llámeme Chris. No acostumbramos a llamarnos por nuestros apellidos. Y, por favor, cuando le ofrezca mi brazo, tómelo. Evitará problemas.

      -Entendido -accedió asintiendo con un movimiento de cabeza.

      Kate no esperaba el mundo que estaba detrás de la puerta. Definitivamente no estaba en la Tierra.

      Había una pequeña escalera de unos cinco escalones después del umbral de la puerta principal. Escalones, acera y calles de piedra. Las casas vecinas eran de ladrillo, con grandes ventanales y la mayoría era de dos o tres pisos. En cada esquina había faroles negros y altos que alumbraban la calle. No había personas por lo que ella podía ver, aunque considerando la hora no le sorprendía.

      Frente a la casa había un carruaje, como aquellos que uno ve en las películas antiguas; de unos dos metros de alto, de madera, al igual que las ruedas. No poseía un diseño exuberante, más bien simple y elegante, algo que parecía ser una constante con Christopher Carter. Pero no tenía caballos o conductor.

      Christopher le ofreció su brazo a Kate y ella lo tomó un poco indecisa, dándole una pequeña sonrisa, intentando no parecer tan incómoda como se sentía. Bajaron silenciosamente los peldaños y caminaron unos pocos pasos hasta llegar a su medio de transporte.

      Kate dejó ir el brazo de Carter y él miró su muñeca izquierda como si estuviese revisando la hora, con la diferencia de que no poseía un reloj, sino una especie de pantalla táctil que cubría toda su muñeca, como lo haría un brazalete. Con su mano derecha tocó dos o tres veces la pantallita y esperó.

      En cuestión de segundos el carruaje frente a ellos tomó vida, encendiendo una luz en su interior, abriendo la puerta y sacando unas escaleras pequeñas para subirse y, para la sorpresa de Kate, tres hologramas aparecieron en el carruaje; dos caballos y un conductor. Los caballos eran marrones con una mancha blanca a lo largo de su hocico, ambos tenían riendas adecuadas para el carruaje, incluyendo anteojeras. El conductor era un hombre en sus 40, con bigote y una cara amable. Llevaba un sombrero bombín y ropa parecida a la de Carter, solo que de color mostaza y de tela barata. Kate no podía dejar de mirarlo y, por una fracción de segundo, el holograma parpadeó, como cuando la pantalla de televisión pierde un poco de señal, una interferencia. Kate inmediatamente miró sorprendida a Carter, el cual simplemente le sonrió cálidamente en respuesta.

      -Cuando estemos en camino le explicaré -le prometió.

      Ella simplemente asintió, muy asombrada como para formar palabras. Con la ayuda de Christopher subió al carruaje y se sentó al lado de la pequeña y rectangular ventana. Chris tomó el asiento frente a ella.

      Nicholas

      Llegaron a su destino en cuestión de minutos. El carruaje era veloz, se manejaba como un Ferrari; suave y sin el molesto sonido del ronroneo de los motores. Durante el trayecto, Kate esperaba ansiosamente a que su compañero empezara la explicación que le había prometido. Por la cara de este, él estaba ordenando sus pensamientos.

      -No es fácil explicar tantas cosas en tan poco tiempo, pero intentaré ser lo más sucinto posible. Esto puede parecer como su Londres de 1900, pero tecnológicamente estamos unos buenos 150 años más avanzados que en su mundo, Miss Magnus.

      -Bueno, eso fue muy sucinto -comentó sarcásticamente, dándole una mirada seca-. Tengo una pregunta -continuó- si son tan avanzados ¿Por qué la fachada? -preguntó con un gesto vago a su alrededor.

      -No es ninguna fachada. Esta fue la progresión natural que tomó nuestra cultura lo cual en parte ocasionó la separación. Hace siete décadas, cuando llegamos a un equivalente aproximado de los 60 en su mundo, nos dimos cuenta que los manierismos, costumbres y ropa de la época de principios de siglo funcionaban mejor para nuestra sociedad, con algunos cambios significativos, como el derecho de las mujeres, el amor libre y la igualdad. Decidimos que esta no era ninguna moda y adaptamos nuestras tecnologías y edificaciones a este tipo de vida, todo el continente lo hizo -explicó.

      -¿El continente y no el mundo? -preguntó curiosa, le daba una mala espina ese detalle.

      -Eh…

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