Sin segundo nombre. Lee Child

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Sin segundo nombre - Lee Child

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cuánto que está afuera?

      —Más de lo que estuve adentro.

      —OK –dijo Aaron–. Pero no me toca decidir a mí. Ahora se trata de números, puro y simple. Los juicios se desarrollan adentro de laptops. Software especial. Diez mil simulaciones. La tendencia mayoritaria. Un par de puntos para alguno de los dos lados podría ser crucial. No tener domicilio fijo no es ideal, incluso sin nada más que eso.

      —Tómenlo o déjenlo –dijo Reacher.

      Lo tomaron, tal como Reacher sabía que sucedería. Nunca podrían tener demasiado. Siempre podrían perder algo de eso después. Perfectamente normal. Mucho trabajo bien hecho echado a perder, incluso en casos exitosos cantados. Así que repasó lo que había visto, con cuidado, coherentemente, de manera completa, de principio a fin, de izquierda a derecha, de cerca y de lejos, y después los tres estuvieron de acuerdo en que eso debía haber sido más o menos todo. Aaron mandó a Bush a que se encargara de tipiar e imprimir el audio, listo para la firma de Reacher. Bush salió de la sala, y Aaron dijo:

      —Gracias una vez más.

      —De nada una vez más –dijo Reacher–. Ahora cuénteme su interés.

      —Como usted vio, sucedió justo enfrente nuestro.

      —Lo que estoy empezando a pensar que es la parte interesante. Digo, ¿cuáles son las probabilidades? El detective Bush estacionó en el lugar D2. Lo que significa que es el número dos en la brigada de detectives. Pero él condujo el auto y ahora le está haciendo los mandados. Lo que significa que usted es el número uno en la brigada de detectives. Lo que significa que los dos nombres más importantes en la división más glamorosa de todo el departamento de la policía del condado justo estaban paseando al sol a veinte metros de una chica a la que justo le robaron.

      —Coincidencia –dijo Aaron.

      —Yo creo que la estaban siguiendo –dijo Reacher.

      —¿Por qué piensa eso?

      —Porque no parece que les importe lo que le pasó a ella después. Probablemente porque saben quién es. Saben que va a volver pronto, para contarles todo. O saben dónde encontrarla. Porque la están chantajeando. O es una agente doble. O quizás es una de ustedes, trabajando de manera encubierta. Sea cual sea, confiaron en que se arreglara sola. No les preocupa. Es el bolso de tela lo que les interesa. Le robaron violentamente, pero ustedes persiguieron al bolso, no a ella. Quizás el bolso es importante. Aunque no veo cómo. A mí me pareció que estaba vacío.

      —Suena como que hay una gran conspiración en curso, ¿no?

      —Esas son sus palabras –dijo Reacher–. Usted me agradeció por mi ayuda. ¿Mi ayuda en qué exactamente? ¿Una emergencia espontánea de un instante? No creo que usted hubiera usado esa frase. Habría dicho wow, qué locura, ¿eh? O algún equivalente. O simplemente habría levantado las cejas. Como un gesto cómplice, o como para romper el hielo. Como si fuéramos sólo dos tipos charlando. Pero en vez de eso usted me agradeció de manera bastante formal. Dijo: Muchas gracias por estar ayudándonos con eso.

      —Estaba intentando ser amable –dijo Aaron.

      —Pero yo creo que ese tipo de formalidad necesita una incubación más prolongada –dijo Reacher–. Y usted dijo con eso. ¿Con qué? Para que usted internalizara algo como eso, creo que necesitaría ser un poco más viejo que un instante. Necesitaría estar previamente establecido. Y usted utilizó un tiempo continuo. Dijo que yo los estaba ayudando. Lo que implica que hay algo en marcha. Algo que existía antes de que el chico arrebatara el bolso y que seguirá después. Y usted usó el pronombre plural. Dijo gracias por ayudarnos. Usted y Bush. Con algo que ya es de ustedes, con algo que ustedes manejan, y que se salió un poquito de pista, pero finalmente el daño no fue tan malo. Creo que fue ese tipo de ayuda el que usted me estaba agradeciendo. Porque usted se sintió extremadamente aliviado. Podría haber sido mucho peor, si el chico se hubiese escapado, quizás. Que es el motivo por el cual usted dijo muchas gracias. Que fue demasiado sentido para un robo trivial. Parecía más importante para usted.

      —Estaba siendo amable.

      —Y creo que mi declaración como testigo es sobre todo para el jefe de policía y los concejales, no un juego de computadora. Para mostrarles que no fue culpa de ustedes. Para mostrarles que no fueron ustedes los que casi arruinan algún tipo de operación de largo plazo. Por eso querían a una persona normal. Cualquier tercero estaba bien. De otro modo lo único que iban a tener era su propio testimonio, en nombre de ustedes. Usted y Bush, cuidándose las espaldas.

      —Estábamos paseando.

      —Ni siquiera se miraron. No lo pensaron dos veces. Simplemente salieron a perseguir ese bolso. Habían estado pensando en ese bolso todo el día. O toda la semana.

      Aaron no respondió, y ya no hubo oportunidad de discutirlo, porque en ese momento la puerta se abrió y se asomó una cabeza diferente. Le hizo un gesto a Aaron para decirle algo. Aaron salió y la puerta se cerró con un clic detrás de él. Pero antes de que Reacher pudiera preocuparse por si estaba trabada o no, se abrió de nuevo, y Aaron asomó la cabeza y dijo:

      —El resto de la entrevista va a quedar en manos de otros detectives.

      La puerta se volvió a cerrar.

      Se volvió a abrir.

      El tipo que había asomado la cabeza la primera vez iba adelante. Detrás de él iba un tipo parecido. Ambos tenían el aspecto de personajes clásicos de Nueva Inglaterra de fotos históricas blanco y negro. Producto de muchas generaciones de sacrificio y trabajo duro. Ambos eran esbeltos y fibrosos, todo nervios y ligamentos, casi demacrados. Iban vestidos con pantalones chinos, camisa a cuadros y abrigo deportivo azul. Estaban rapados. Sin intención de estilo. Pura funcionalidad. Dijeron que trabajaban en la Administración para el Control de Drogas de Maine. Una organización estatal. Dijeron que las investigaciones a nivel del estado pesaban más que las investigaciones a nivel del condado. De ahí que se habían apropiado de la entrevista. Dijeron que tenían preguntas acerca de lo que Reacher había visto.

      Se sentaron en las sillas que habían dejado libres Aaron y Bush. El de la izquierda dijo que se llamaba Cook, y el de la derecha dijo que se llamaba Delaney. Pareció como que él era el líder del equipo. Parecía preparado para llevar la charla. Acerca de lo que Reacher había visto, volvió a decir. Nada más. Nada de que preocuparse.

      Pero después dijo:

      —Primero necesitamos más información sobre un aspecto en particular. Creemos que nuestros colegas del condado lo pasaron un poco por alto. Apenas lo tocaron, entendiblemente tal vez.

      —¿Apenas tocaron qué?

      —¿En qué estaba pensando exactamente, en términos de intención, cuando volteó al chico?

      —¿En serio?

      —Con sus propias palabras.

      —¿Cuántas?

      —Las que necesite.

      —Estaba ayudando a los policías.

      —¿Nada más?

      —Vi el delito. El responsable iba huyendo derecho hacia mí. Corría más rápido que sus perseguidores. No tenía dudas acerca de su inocencia o su culpabilidad. Así que me le crucé

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