E-Pack Jazmín Luna de Miel 2. Varias Autoras

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mientras él examinaba su rostro.

      –¿Sabes? Sin todo ese maquillaje con el que te habías embadurnado, estás impresionante. Me sorprende que Gordon se haya permitido perderte de vista.

      –Necesitaba tomar el aire –le explicó.

      –Yo me estoy escondiendo.

      –¿De Araminta?

      –Alguien debe de haberle dado mi número de teléfono. Voy a tener que cambiarlo.

      –Pronto renunciará.

      Estelle sonrió, compadeciendo a la otra mujer. Si Araminta había tenido una aventura con él años atrás y sabía que iba a estar allí aquella noche, entendía que se hubiera hecho ilusiones.

      El teléfono de Raúl volvió a sonar. En aquella ocasión, decidió no contestar.

      –¿Y tú qué haces aquí a esta hora de la noche? –le preguntó a Estelle.

      –Pensar.

      –¿En qué?

      –En cosas –no añadió que muchos de sus pensamientos estaban dedicados a él.

      –Ha sido un día interesante –admitió Raúl.

      Fijó la mirada en el silencioso lago y se sintió muy lejos del lugar en el que se había despertado aquella mañana. Ni siquiera sabía cómo se sentía. Miró a Estelle, que también contemplaba la noche y parecía sentirse cómoda con el silencio.

      Era Raúl el que no lo soportaba. Era él el que se aseguraba de que sus noches y sus días estuvieran repletos de actividades para llegar agotado por la noche a la cama.

      Allí, por primera vez desde hacía mucho tiempo, se encontraba solo con sus pensamientos, y no le gustaba. Interrumpió el silencio. Quería oír la voz de Estelle.

      –¿Cuándo te vas?

      –Mañana a última hora de la mañana –contestó Estelle con la mirada fija en el lago–. ¿Y tú?

      –Me iré temprano.

      Se acercó al balcón para asomarse y Estelle vio la enorme cicatriz que iba desde el hombro a su cintura. Raúl se volvió y reconoció en el rostro de Estelle la impresión que le había causado. Normalmente, se negaba a explicar el origen de aquella cicatriz, no necesitaba la compasión de nadie. Pero, aquella noche, decidió contarlo.

      –Me la hice en el accidente de coche.

      –¿En el que murió tu madre?

      Raúl asintió y fijó la mirada en la noche. Se alegraba de que Estelle estuviera allí. Eran las dos de la mañana de la segunda noche más larga de su vida, y en la primera había estado solo.

      –¿Puedo preguntarte otra vez qué estás haciendo con Gordon?

      –Es un buen hombre.

      –Como mucha otra gente. Y eso no significa que tengamos que ir por ahí… –no terminó la frase, pero quedó claro lo que pretendía decir–. ¿Estás aquí esta noche por tu hermano?

      Estelle no podía contestar, pero sabía que los dos conocían la verdad.

      –¿Tienes hermanos? –le preguntó.

      Se hizo un largo silencio. El padre de Raúl le había pedido que no revelara nada todavía, pero pronto se sabría. Estelle se acercó a él mientras esperaba la respuesta. A lo mejor iba directa a la prensa con aquella novedosa información, pero en aquel momento, a Raúl no le importaba. No podía pensar en el mañana. Necesitaba concentrarse en superar aquella noche.

      –Si me lo hubieras preguntado ayer, la respuesta habría sido no. Esta mañana, mi padre me ha confesado que tengo un hermano, Luka. Luka Sánchez García.

      Después de lo que le había contado durante la velada, Estelle supo que no eran hijos de la misma madre.

      –¿Le conoces?

      –No directamente.

      –¿Cuántos años tiene?

      Era la misma pregunta que él le había hecho a su padre, aunque Estelle desconocía la relevancia de la respuesta.

      –Veinticinco –contestó Raúl–. Esta mañana he entrado en el despacho de mi padre esperando el sermón habitual, mi padre siempre insiste en que siente la cabeza –se rio con tristeza–. No sabía lo que me esperaba. Mi padre se está muriendo y quiere poner todos sus asuntos en orden. Así que hoy me ha dicho que tiene otro hijo.

      –Supongo que la impresión ha sido muy fuerte.

      –Todo el mundo esconde algún esqueleto en el armario. Pero, en este caso, no se trata del fruto de una aventura de hace muchos años que de pronto sale a la luz. Mi padre tiene otra vida. Se ve con la madre de su hijo en una ciudad del norte de España. Yo pensaba que viajaba regularmente por asuntos de trabajo. Tenemos un hotel en San Sebastián que siempre ha sido uno de sus principales intereses. Ahora sé por qué.

      Estelle intentó imaginarse lo que sería descubrir algo así. Y Raúl continuaba intentando comprender por qué se había abierto con tanta facilidad a ella. Y entonces se recordó la razón. Si quería encontrar una solución a sus problemas, tenía que contarle la verdad a Estelle. Por lo menos, en parte. Jamás podría revelarlo todo.

      –Su asistente personal, Ángela, siempre ha sido para mí…

      Se encogió de hombros. Ángela había sido una constante en su vida, una mujer en la que confiaba. Raúl cerró los ojos y recordó las duras palabras que le había dirigido aquella mañana.

      –Al parecer, el hijo del que tan a menudo hablaba Ángela en realidad es mi hermano –sonrió con ironía–. Pasé gran parte de mi infancia con mis tíos, pensando que mi padre tenía que trabajar en un hotel de San Sebastián, y ahora resulta que estaba allí con su amante y su hijo. Así que, en respuesta a tu pregunta, sí, tengo un hermano. Pero, a diferencia de lo que te ocurre a ti con el tuyo, no me importa nada.

      –Podrías llegar a apreciarle si le conocieras.

      –Eso no va a ocurrir.

      Estelle sintió un escalofrío que atribuyó a la brisa nocturna.

      –Voy a entrar –susurró.

      –No, por favor –le suplicó Raúl.

      Estelle tenía que volver. Tenía que regresar a la seguridad de Gordon. No quería alejarse de Raúl, pero sabía que tenía que hacerlo.

      –Buenas noches, Raúl.

      –Quédate.

      Estelle negó con la cabeza y agradeció que en aquel momento sonara el teléfono de Raúl. Pero, cuando se volvió para abrir la puerta, oyó la voz de una mujer histérica en el pasillo.

      –¡Contesta el teléfono, Raúl! ¿Dónde demonios estás?

      Raúl

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