E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras
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–No es tan grave, puedes disculparte en otro momento –sin soltarla, la miró de arriba abajo, fijándose en cómo sus senos se marcaban contra la tela del vestido. Apollo se preguntó si llevaría sujetador e imaginó que cubría uno de sus senos con la mano y sentía su pezón turgente. Trató de no pensar en ello y le soltó la mano–. Tenemos que irnos o llegaré tarde.
La agarró del brazo y la guio hasta el coche.
Sasha contempló la ciudad de Atenas mientras descendían por la colina y entraban en el centro. Las vistas la ayudaron a no pensar en la presencia de Apollo y en su masculinidad.
Las calles estaban llenas de gente joven disfrutando del fin de semana, y la Acrópolis se erguía majestuosamente sobre la ciudad.
–¿He estado alguna vez en la Acrópolis? –preguntó ella.
–No, no mostraste ningún interés en ir a verla.
Sasha frunció el ceño. Era muy desconcertante que otra persona supiera más de su vida que ella. Momentos después, llegaron a la entrada de una mansión que tenía guardas de seguridad junto a la verja.
Había montones de personas en la entrada. Las mujeres lucían largos vestidos y los hombres llevaban esmoquin, como Apollo.
Sasha notó un cosquilleo en el vientre. Una vez más, se arrepintió de haberlo acompañado. El coche se había detenido y Apollo se había bajado para abrirle la puerta y ayudarla a salir.
Ella respiró hondo y le dio la mano. No fue capaz de disimular su nerviosismo. No pertenecía a un lugar como ese y no necesitaba recuperar la memoria para saberlo.
Capítulo 4
APOLLO colocó la mano sobre el hombro de Sasha y la guio entre la multitud. Al momento, percibió las miradas de sus conocidos. Estaban asombrados al ver que iba acompañado de su esposa. Apretó los dientes. Él nunca había querido casarse, pero se había sorprendido de la diferencia que marcaba. Aunque no le gustara admitirlo, Sasha había acertado acerca de la importancia de ir acompañado.
Sus colegas casados se mostraban menos nerviosos y las mujeres seductoras se mantenían alejadas. Incluso le dio mayor relevancia a sus negocios. Incluso un par de personas con las que llevaba años tratando de reunirse para hacer negocios habían aceptado, solo porque lo vieron como un hombre que había sentado la cabeza, mientras que no habían confiado en él cuando estaba soltero.
Apollo miró a Sasha para ver cómo estaba y vio su expresión de asombro. Parecía que nunca hubiera estado en un ambiente así. Desde luego, era completamente diferente a cómo había reaccionado la primera vez que la había llevado a un evento.
Para su sorpresa, al ver su expresión, Apollo recordó cómo se había sentido él la primera vez que lo habían invitado a un evento de la alta sociedad. Completamente fuera de lugar
Se forzó para no sentir lástima por ella. Sasha estaba en deuda con él. Ella parecía dispuesta a desempeñar su papel de esposa y él sería idiota si no sacaba partido a la situación. Después de todo, no estarían casados mucho más tiempo… En cuanto ella estuviera recuperada…
–¿Qué es este lugar? –preguntó Sasha interrumpiendo sus pensamientos.
–Es la residencia del embajador de Francia. Él es el anfitrión esta noche. Su esposa falleció de cáncer hace unos años y ahora su familia organiza esta fiesta cada año.
–Qué triste.
Apollo la miró con suspicacia, pero ella parecía afectada de verdad.
Sasha no se percató de la mirada suspicaz de su esposo. Estaba demasiado asombrada con su entorno. Nunca había presenciado tanta opulencia. Los techos estaban decorados con frescos y las paredes parecían recubiertas de oro.
Cientos de candelabros y lámparas de araña iluminaban el lugar. Era como estar en otro mundo. Estaba segura de que nunca había visto tanta gente elegante en un mismo lugar. O quizá sí, mientras ella les servía las copas. Desde luego, no formando parte del grupo.
La frustración se apoderó de ella. Odiaba no recordar nada… Estar a merced de que su mente le ofreciera recuerdos al azar, como cuando vio a Apollo vestido de esmoquin.
Para distraerse, Sasha trató de centrarse en la conversación que Apollo estaba teniendo con algunos hombres, pero abandonó al ver que hablaban en griego o en otros idiomas que ella no entendía.
Los camareros pasaban ofreciendo champán y canapés.
Sasha tenía miedo de comer por si se manchaba el vestido. Después, los hicieron pasar a una enorme sala llena de mesas redondas y un escenario pequeño. Se sentaron y presenciaron una subasta benéfica. Los artículos subastados incluían coches, citas con famosos e incluso una pequeña isla en la costa de Irlanda.
Sasha exclamó cuando lo anunciaron.
–¡Qué extravagancia!
Apollo la miró y esbozó una sonrisa.
–Eso es para los millonarios.
Después, anunciaron un yate de lujo y ella se sorprendió al ver que Apollo pujaba por él. Al cabo de unos momentos la gente empezó a felicitarlo. Había pagado una gran cantidad de dinero para quedárselo.
Sasha estaba alucinada.
–Acabas de comprarte un yate.
Él la miró.
–Bueno, ya tengo una isla y una isla no sirve de mucho sin yate.
Apollo hizo el comentario sin entusiasmo. De hecho, parecía casi aburrido.
–No pareces muy emocionado por tener esas cosas.
Apollo sintió una presión en el pecho al oír el comentario y al sentir que la penetrante mirada de los ojos azules de Sasha llegaba a lo más profundo de su ser.
Se encogió de hombros con cierta tensión y dijo:
–Como te he dicho, una isla necesita un yate.
–Ya, pero ¿lo usarás?
Apollo se sorprendió al sentir un vacío en su interior. No había comprado el yate con vistas a usarlo. Más bien lo había comprado porque era lo que se esperaba de él. No obstante, no pudo evitar imaginarse surcando las aguas azules del mar, con aquella mujer tumbada al sol y su melena rojiza extendiéndose a su alrededor.
La multitud se puso en pie cuando terminó la subasta y Apollo aprovechó el momento para cambiar de tema. ¿Desde cuándo su esposa lo había afectado tanto con una sola pregunta?
Se puso en pie y le tendió la mano.
–Vamos, salgamos de aquí.
Sasha se percató de que Apollo no había apreciado sus preguntas inocentes. Era evidente que había tocado uno de sus puntos débiles y quizá estaba siendo demasiado ingenua: en su mundo, las islas y los yates eran artículos de lujo que simplemente se añadían a una lista de otros artículos mucho