La única esposa. Lucy Gordon
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Pero fue otra cosa lo que la salvó. Un timbre en la pared sonó bajo pero de manera persistente. Alí se retiró con un suspiro de irritación, alzó un teléfono próximo y espetó algo.
Casi de inmediato su voz cambió. Fue evidente que el mensaje era urgente, ya que se levantó de un salto.
—Perdona —se disculpó—. Un asunto importante requiere mi atención —indicó la mesa—. Por favor, sírvete vino. Volveré a tu lado en cuanto pueda.
Salió de la estancia.
Aún aturdida, al principio Fran no fue capaz de entender qué había pasado. En el cenit de una experiencia sensual como jamás había conocido, él sencillamente la había abandonado. Los negocios lo habían llamado y ella había dejado de ser importante, incluso de existir.
«Bueno, ya lo sé», pensó con furia. «Vine aquí a averiguar cosas de Alí Ben Saleem, y he descubierto cuáles son sus prioridades. Los pozos de petróleo, uno. Las mujeres, cero».
Mientras su respiración se serenaba y regresaba del sueño erótico en el que la había sumido con molesta facilidad, su furia aumentó.
—¿Quién cree que soy? —musitó.
No, no quién, sino qué. Una muñeca a la que se puede devolver al anaquel hasta que tuviera ganas de volver a jugar. Y al igual que con una muñeca, esperaba encontrarla tendida en la misma posición•.
Le enseñaría una lección.
Se levantó con celeridad y tanteó en busca de las sandalias, preguntándose cuándo y cómo las había perdido. Eso le hizo pensar hasta dónde la había subyugado aquel hombre, la facilidad con que la había hecho perder el control. Debía escapar.
Se asomó con cautela al recibidor.
Un hombre, evidentemente un portero, estaba sentado ante la puerta de entrada. Con nerviosismo se preguntó si tendría órdenes de impedir que se marchara. Solo había una manera de averiguarlo.
Respiró hondo, y cruzó el suelo de mármol con aire de suprema seguridad. El hombre se puso de pie con expresión de incertidumbre. Pero, tal como Fran había esperado, ninguna de sus órdenes abarcaba esa situación sin precedentes. Con el corazón desbocado, realizó un gesto imperioso, y él le hizo una profunda reverencia al abrirle la puerta para que saliera a la noche.
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