Tres flores de invierno. Sarah Morgan

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Tres flores de invierno - Sarah Morgan Top Novel

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veces. En esta época del año, el valle está normalmente enterrado bajo treinta centímetros de nieve y, si hay bruma, te perderás y morirás de hipotermia.

      Adam se estremeció de un modo exagerado.

      —Sabía que había una razón para que hubiera elegido vivir en Manhattan. Pero, en serio, piénsalo. Si voy contigo, podremos preparar la presentación. Lo creas o no, puedo vivir sin Internet. No tener Internet puede ser el mejor regalo navideño de todos.

      Una cosa era hablarle a Adam de su familia y otra muy distinta presentársela.

      Se abrirían botellas de champán.

      Hannah se vería envuelta por una marea incontrolable de expectativas.

      —Tú vas a ir al Caribe y, créeme, eso es mil veces mejor que Navidad en las Highlands escocesas. Es probable que nos quedemos encerrados por la nieve —ella se ponía enferma solo de pensarlo. Atrapados. Incapaces de respirar. Enterrados.

      Oyó la voz de Suzanne, espesa por las lágrimas.

      «Han muerto, Hannah. Están muertos».

      Quizá debería haberse inventado un viaje de negocios a algún lugar recóndito del globo y haberse escaqueado un año más. Si iba a ver a un cliente en Sídney, podía pasarse en un avión casi todas las fiestas.

      El año anterior se había acobardado en el último momento y sabía que Posy no se había creído su pobre excusa.

      «¿Quién demonios decide reformar su empresa en Nochebuena, Hannah? Hasta Santa Claus pospone su evaluación institucional hasta Año Nuevo».

      En otro tiempo, Posy la había adorado y la seguía como una sombra. Se metía en su cama y se negaba a que la sacaran. Le tomaba la mano, se sentaba en su regazo y se pegaba a ella como una lapa, toda suavidad y vulnerabilidad.

      Hannah sintió que la opresión en su pecho aumentaba al pensar en eso.

      Decir que se habían distanciado sería decir muy poco, y sabía que había sido por su culpa.

      La relación con su hermana pequeña era una prueba más que apoyaba su creencia de que sería una madre terrible.

      ¿Y qué iba a hacer si estaba embarazada?

      Capítulo 4

      Posy

      En un valle remoto de las Highlands escocesas, Posy McBride estaba de pie en el lugar donde había habido una avalancha. La azotaba un viento helado, que congelaba la piel no cubierta y se colaba por los huecos de la ropa. El aire olía fuertemente a invierno y el aliento surgía en forma de nube de vapor.

      Esa zona de las Highlands atraía a escaladores de todo el mundo. Era conocida por sus barrancos empinados, sus rutas desafiantes y su tendencia a sufrir avalanchas en los meses de invierno.

      La perra, que esperaba a su lado, estaba tensa por la anticipación y la excitación nerviosa.

      —¡Busca!

      Posy dio la orden y el animal saltó al campo de escombros, corriendo adelante y atrás con el hocico metido en la nieve.

      Otros miembros del equipo de rescate habían formado una línea de rastreo y registraban despacio y metódicamente.

      —Es una campeona —murmuró Posy.

      Para alcanzar a Bonnie, subió por las enormes rocas de nieve. La perra era una mancha dorada en un mar de blanco en el que buscaba un olor humano.

      Rory, el entrenador del equipo, se acercó a ella con una radio en la mano.

      —Phil se ha caído unas cuantas veces. Su olor estará por toda la nieve. Eso la confundirá.

      —Eso no la confundirá. Está entrenada en el olor del aire y en rastrear —repuso Posy sin apartar la vista de Bonnie—. ¿Lo ves? Muestra interés en aquel punto. Es un as.

      —Phil habrá dejado olor humano en la superficie.

      En aquel momento, Bonnie empezó a ladrar y volvió corriendo por la nieve hasta Posy.

      —¡Enséñamelo! —dijo esta. La siguió hasta el lugar que le había llamado la atención.

      Rory las siguió más despacio, maldiciendo cuando tropezaba.

      —He apostado diez libras con Luke a que la perra no lo encontraría.

      —Y por esa falta de fe, vas a tener que pagar —Posy alcanzó a Bonnie, que tiraba de un jersey—. Eres una maravilla. Buena chica, buena chica.

      Por suerte, aquello era un ejercicio de entrenamiento, lo que no impidió que alabara mucho a la perra y le diera su juguete favorito como recompensa. Después sonrió al hombre que yacía medio enterrado en la nieve.

      —Hola, tú. ¿Cómo te encuentras hoy?

      Él le devolvió la sonrisa, aunque ella sabía que debía de estar congelado e incómodo. La nieve se pegaba a su anorak, su mandíbula y sus pestañas.

      —No lo sé bien. Puede que necesite reanimación boca a boca.

      —No tendrás esa suerte —Posy acarició la piel suave de Bonnie. Trabajar con el perro la estimulaba y admiraba profundamente la destreza del animal. Podía hacer mucho más que un humano—. Eres la mejor perra de búsqueda y rescate que ha paseado jamás por este mundo.

      La «víctima» carraspeó.

      —Disculpa. Yo sigo en este agujero. ¿No vais a sacarme? ¿Así es como tratáis a las víctimas de una avalancha?

      —No seas quejica. Puedes salir tú solo.

      —¿Quejica? —él se enderezó e hizo una mueca cuando se coló nieve por el cuello de su anorak—. ¡Menuda cita, Posy McBride! Cuando dijiste que querías mi cuerpo, no fue esto lo que me imaginé.

      —¿No?

      —No —él se quitó una masa de nieve del cuello—. Dijiste: «Quiero tu cuerpo el sábado». Y a mí me pareció bien. Me gustan las mujeres que saben lo que quieren. Pensé para mí en una cena y después una película. O una velada acogedora en el Glensay Inn, seguida de un paseo romántico. Preparando la escena antes de desnudarnos juntos —salió del hoyo y ella se echó a reír.

      —Pareces el abominable hombre de las nieves.

      —Tu preocupación me calienta el corazón, lo cual no está mal, porque puede que tenga hipotermia.

      Ella sonrió.

      —¿Tú crees?

      —Es lo que suele ocurrir cuando una persona pasa un par de horas enterrada en la nieve esperando que la encuentre un perro —él se sacudió las capas de nieve de la manga—. Tengo nieve en lugares en los que no sabía que podía llegar la nieve. ¿Hay alguna posibilidad de conseguir un trago que me haga entrar en calor?

      —No

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