Tres flores de invierno. Sarah Morgan

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Tres flores de invierno - Sarah Morgan Top Novel

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y aterciopelada y caía en ondas al suelo de roble pulido. Eran cortinas lo bastante pesadas para mantener fuera el viento frío que se colaba por las grietas y hacía temblar los cristales en los meses de invierno. La situación de Glensay Lodge, idílica en verano, dejaba la casa abierta a los cuatro vientos en invierno. Por esa razón, Suzanne se aseguraba de que hubiera calor en las habitaciones. Lo había hecho todo personalmente, desde las cortinas hasta la colcha de retazos doblada a los pies de la cama.

      Había soñado con tener un hogar, y no pasaba ni un solo día en el que no diera gracias por él.

      Stewart lo daba por sentado, porque siempre lo había tenido. Ella sabía que era igual de feliz durmiendo en un albergue de montaña a dos mil metros de altura.

      Gracias a Cheryl, ella también había conocido eso.

      Todavía tenía fija en la mente la primera vez que su amiga la había llevado a escalar. ¿Lo habría hecho alguna vez de no ser por Cheryl? Probablemente no. Para su sorpresa, había disfrutado con el crujir de la nieve bajo sus botas y la bofetada helada del viento en la cara. Era cierto que no había compartido la pasión absorbente de Cheryl, pero sí había disfrutado el desafío físico y la belleza de ver subir el sol sobre las montañas de cumbres nevadas. Sobre todo, había disfrutado de la amistad y el trabajo en equipo tan propios de la escalada.

      —Esto es lo que yo quiero de la vida —había dicho Cheryl.

      Estaba tumbada de espaldas en su saco de dormir, mirando las estrellas. En el silencio de la noche, se oían los crujidos y gruñidos del glacial.

      —No una mansión en las colinas de Hollywood ni un apartamento de lujo en la Quinta Avenida. ¿Quién quiere estar encerrada entre cuatro paredes cuando puedes tener esto? Es lo mejor.

      Suzanne tenía frío y le habría gustado que Cheryl no hubiera insistido en dormir fuera de la tienda.

      —¿No quieres tener familia algún día? —había preguntado.

      Cheryl se había encogido de hombros.

      —Supongo que sí. Nunca lo he pensado.

      Suzanne pensaba en eso todo el tiempo.

      —No puedes criar una familia en un saco de dormir. Necesitarás una casa.

      —No, no es verdad. Viajaré. Compraré una furgoneta. Dormiremos todos en la parte de atrás. O acamparemos.

      A Suzanne, aquello le sonaba agotador y poco seguro. Antes de conocer a Cheryl, había pasado por tantas casas de acogida diferentes que se mareaba de solo pensarlo. Vivir en una furgoneta no parecía distinto, excepto quizá porque haría más frío en los meses de invierno.

      —¿Eso sería justo para ellos? —había preguntado.

      —Los niños se acostumbran a cualquier vida que les des. Su normalidad es esa.

      Suzanne no se había acostumbrado a la suya.

      —¿Y si no son felices haciendo eso?

      —Lo serán. Les enseñaré que no necesitas posesiones para disfrutar de la vida.

      Suzanne frunció el ceño.

      —No es cuestión de posesiones, sino de seguridad.

      —Querrás decir predictibilidad.

      ¿Quería decir eso? Suzanne pensaba que no.

      —Seguridad no es lo mismo que predictibilidad —había dicho—. Sería agradable salir a pasar el día y saber que las cosas que amas te estarán esperando cuando llegues a casa.

      —Si te atas a las cosas, sufrirás más cuando las pierdes. Es mejor no hacerlo. Yo no necesitaré cuadros para las paredes porque podré mirar vistas como estas.

      —¿Y eso es práctico? Tendrás que ganarte la vida de algún modo. Necesitarás comer.

      —He pensado en eso —Cheryl se había sentado de pronto, como si no pudiera hacer un anuncio importante tumbada—. Voy a ser guía de montaña. Así podré hacer lo que me gusta y que me paguen por ello. ¿No es genial?

      Era la primera vez que Suzanne oía hablar de ese plan.

      —Conseguir el entrenamiento y las cualificaciones te costará una fortuna.

      —Encontraré el modo —como siempre, Cheryl había desestimado el pragmatismo como si no fuera nada más que una molestia—. ¿Y tú qué? Irás a la universidad y estudiarás Derecho. Tendrás una casa con un jardín ordenado, un marido atractivo, dos coma cuatro niños muy educados y un perro bien entrenado.

      La risa de su voz había impedido admitir a Suzanne que ella sería feliz con todo eso, excepto quizá la parte del Derecho. Pero ¿cómo sería su vida sin Cheryl? Su amistad era lo más importante del mundo para ella.

      —Yo también seré guía de montaña —había dicho.

      —Estás de broma —Cheryl se había girado a mirarla—. Pensaba que solo hacías esto porque lo hago yo.

      —A mí también me encanta —había contestado Suzanne. Hasta ese momento no se le había pasado por la cabeza ser guía de montaña, pero ¿por qué no? Tenía que hacer algo con su vida—. Podemos hacer el entrenamiento juntas. Sacarnos el título juntas.

      —Me encantaría —Cheryl la había abrazado—. Seremos siempre amigas. Prométeme que seremos siempre amigas.

      —Te lo prometo.

      Suzanne volvió a mirar la habitación.

      —No estoy segura de la alfombra. ¿Crees que deberíamos ponerle la piel de oveja de nuestro dormitorio?

      —Lo que creo —repuso Stewart— es que deberías parar ya —dejó la tira de luces y le tendió los brazos—. Ven aquí.

      —¿Por qué?

      —¿Necesito una excusa para abraza a mi esposa?

      Stewart bajó la cabeza y la besó y ella se olvidó de Hannah. Volvía a ser una chica de dieciocho años, enamorada de un chico que quería las mismas cosas que ella.

      Los interrumpieron los pasos de Posy y su voz.

      —¿Dónde pongo esto?

      Sujetaba unos troncos debajo de un brazo y se tapaba los ojos con la otra mano.

      —¡Hala! Lo siento. Si hubiera sabido que estabais ocupados, habría llegado cantando alto para anunciar mi llegada.

      Stewart dejó de besar a Suzanne.

      —No cantes. Te lo suplico. No cantes.

      Posy hizo una mueca.

      —Pues vosotros buscad una habitación. Soy demasiado joven para ver esto.

      Suzanne se soltó de los brazos de su marido.

      —Ponlos en la cesta al lado de la chimenea. Gracias, hija

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