Un novio prestado. Barbara Hannay

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Un novio prestado - Barbara Hannay Jazmín

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tengo una clientela más variada.

      –¿Bodas y ese tipo de celebraciones? ¿Tienes mucho trabajo de ese tipo? –insistió él. Maddy no entendía adónde quería ir él a parar.

      –Tengo un número moderado de clientes en ese aspecto –respondió, sin querer revelar demasiado.

      –Esto está buenísimo –comentó él–. Este chile va muy bien con el vino, ¿no te parece?

      –Este vino podría mejorar cualquier cosa, hasta un bocadillo de mantequilla de cacahuete –admitió ella–. Me alegro de que tu amiga esté mejor.

      –Sí, va a ser un proceso largo pero debería volver a recuperar la movilidad.

      –¿Es que ha tenido un accidente?

      –Una bala en la cadera –respondió Rick, sin expresar ninguna emoción en el rostro.

      –¡Dios mío!

      ¿Cómo era posible que alguien hubiera disparado a la novia de Rick Lawson? ¿Con quién estaba ella cenando? ¿Sería acaso un delicuente? Entonces recordó las pocas pertenencias que le había visto en el piso. ¿Estaría huyendo? Tal vez por eso el rostro y el nombre le resultaban tan familiares. Maddy sintió miedo.

      –Yo tengo la culpa –dijo Rick, con un suspiro.

      –Eres demasiado duro contigo mismo –comentó Maddy, dejando por el momento su intención de llamar a la policía al ver la expresión que él tenía en el rostro. Un asesino no podía estar tan arrepentido.

      Rick sonrió. Cuando él la miró, Maddy sintió que se le ponía la piel de gallina. ¿Qué le pasaba? ¿Es que no podía controlarse cuando un hombre, que tenía novia, le sonreía de aquel modo?

      –El accidente de Sam fue culpa mía. Fue idea mía que fuéramos a por esa historia en lugar realmente peligroso del mundo. Sam no quería hacerlo. Dijo que era muy peligroso. Pero es tan buen profesional que no pudo rechazar la oportunidad de hacer unas buenas fotos… Al llegar allí, supe que estaba en lo cierto, pero puse en peligro la vida de mi cámara solo por un buen reportaje.

      Mientras la simpatía que sentía por él iba creciendo al escuchar aquellas palabras, una luz se encendió en el cerebro de Maddy.

      –Me acabo de dar cuenta de quién eres –afirmó ella.

      Capítulo 2

      ERES RICK Lawson! –exclamó Maddy.

      –¡Qué lista! –se burló él–. Pero creí que ya me había presentado el lunes pasado.

      –No. Me refiero a que tú eres Rick Lawson, el corresponsal internacional.

      ¿Cómo no había podido reconocerlo? Su padre le había recomendado que viera los programas de Rick desde todos los lugares del mundo y ella lo había hecho, viendo como su fascinación por el trabajo de aquel hombre aumentaba. Se había sentido impresionada por la habilidad que él tenía para transmitir la penosa situación de muchos lugares del mundo a los telespectadores. Sin embargo, al verlo fuera de contexto no le había reconocido.

      –¡Vaya! El año pasado hiciste un reportaje estupendo sobre la ayuda a la hambruna.

      –Y este año me he encargado de que mi cámara acabe en el hospital.

      –Pero has dicho que se va a poner mejor.

      –Sam volverá a andar pero probablemente le quedará una cojera. Ya no podremos seguir haciendo juntos el peligroso trabajo que solíamos hacer. La gente como tú –añadió, llenando de nuevo las copas–, los que os encargáis de las bodas, como los restauradores, floristas y fotógrafos, ¿pertenecéis a algún tipo de asociación? ¿Os recomendáis los unos a los otros?

      –¿Es que estás planeando una boda? –preguntó Maddy, todavía sorprendida de ver con quién estaba cenando.

      –No, no es eso. Pero pensé que tal vez Sam debería pensar en este tipo de trabajos. Tal vez incluso sesiones de vídeo.

      –Entiendo.

      De repente, entendió mucho más, como el por qué Rick Lawson había aparecido en el umbral de su puerta después de lo que le había dicho el lunes pasado. Seguía sin tener interés en las relaciones vecinales. Estaba utilizando aquella sonrisa para conseguirle trabajo a su amiga. Sin embargo, Maddy se sentía algo decepcionada, pero no sabía por qué.

      –¿Por qué no te acabas ese vino mientras yo friego los platos? –sugirió Rick, poniéndose de pie.

      Asombrada, Maddy se puso de pie. Jamás hubiera pensado que Rick pertenecía a aquella clase de hombres. Ella nunca había conocido a ninguno. Ni su padre ni sus hermanos habían colaborado nunca en las tareas de la casa. Y a Byron le habría dado un ataque si ella le hubiera sugerido la idea.

      –No tienes por qué fregar –le dijo ella–. Solo hay un par de platos y una cacerola.

      –Insisto –afirmó él, desapareciendo en la cocina con los platos.

      Maddy le siguió, con su copa de vino en la mano. Se apoyó en un armario y le observó con interés. Rick abrió el grifo del agua caliente y puso un poco de lavavajillas en el fregadero. Maddy tuvo que admitir que su curiosidad se veía acrecentada por el hecho de ver a un hombre haciendo aquella tarea doméstica. Los músculos se le flexionaban mientras el vello de los brazos se le cubría de espuma. Además, aquellos vaqueros se le ceñían en todos los puntos que merecía la pena mirar.

      Maddy dejó la copa y se puso a secar un plato. No había motivo alguno para contemplar a Rick Lawson cuando el único interés que él sentía por ella era para encontrar trabajo para su novia.

      –¿Tienes un estropajo para la cacerola?

      –Claro –respondió ella, sintiéndose muy ridícula por estar tan nerviosa al compartir aquella tarea diaria con un extraño–. Debajo del fregadero. Yo te lo daré.

      Rick se hizo a un lado para que ella pudiera agacharse. ¿Dónde estaba el maldito estropajo? Estaba siempre en una pequeña cubeta. Maddy rebuscó afanosamente.

      Justo cuando encontró el estropajo y estaba a punto de tomarlo, sonó el teléfono. Maddy se irguió automáticamente y se dio un golpe con la tubería.

      –¡Ay! –exclamó, dejándose caer sobre las piernas de Rick.

      –¿Te encuentras bien?

      –Voy a contestar el teléfono –dijo Maddy, después de asentir débilmente.

      Justo cuando estaba a punto de responder la llamada, saltó el contestador automático, dejando paso a una voz muy familiar.

      –Hola Madeline. Sorpresa, sorpresa. Soy Byron.

      Maddy se detuvo en seco. El corazón le latía a toda velocidad. Quería correr hacia el teléfono y contestarlo pero los pies no respondían. No sabía lo que Byron podía querer de ella. Pero el contestador siguió funcionando.

      –Creo que Cynthia ya te ha contado las noticias, Maddy –decía la voz

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