Un novio prestado. Barbara Hannay

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Un novio prestado - Barbara Hannay Jazmín

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allí, mirando el contestador. Pero, de repente, se dio cuenta de que Rick estaba a su lado.

      –¿Has terminado? –susurró ella.

      –Yo te podría preguntar lo mismo. Parece que estás completamente acabada, como si te hubieras rendido. ¿Es que no has recibido buenas noticias?

      –No, no eso. Solo ha sido… otro trabajo.

      –Eso no es cierto. Estás pálida como una muerta. Parece que te acabas de encontrar con un vampiro.

      –En cierto modo, así ha sido.

      –Creo que es mejor que te sientes. No tienes que contarme lo del vampiro si no quieres. Tal vez deberías contárselo a tu novio. ¿A qué hora vuelve?

      –Muy tarde –mintió ella de nuevo–. No te preocupes por mí, Rick. Sé que no quieres verte mezclado con mis problemas personales.

      –No existe, ¿verdad?

      –¿Cómo dices?

      –Tu novio. No soy Sherlock Holmes pero no hay rastro alguno de que un hombre viva en este piso. Y si existe, debe de ser uno de los tipos más ordenados del mundo. Y también muy listo, porque consigue entrar y salir sin que nadie lo vea. Al menos, yo no lo he visto en una semana.

      –No, no existe –admitió ella–. Por el momento.

      –Tú solo querías hacer que esa mujer de los lirios se callara. La verdad es que era de lo más desagradable.

      Maddy hubiera podido besar a Rick. La ayudaba tanto que él la entendiera.

      –Fue lo único que se me ocurrió en aquel momento –confesó Maddy.

      –Y este Byron que ha llamado esta noche es tu antiguo prometido, ¿verdad?

      –Sí. Rompió nuestro compromiso hace seis semanas y ahora ya está prometido otra vez. ¡Y encima tiene la cara de llamarme para que me encargue de las flores de su boda! ¡Es el colmo! Pero lo peor es que se va a casar con Cynthia Graham.

      –¿Con la mujer que había en la tienda? –preguntó Rick. Ella asintió–. Entonces, ¿conoces bien a la novia?

      Aquellas palabras le trajeron a Maddy lágrimas a los ojos. Seis semanas atrás, había sido ella la que soñara con casarse con Byron. Nunca habían puesto fecha porque Byron no había querido fechas. Le había dicho que había muchas cosas que considerar. Sin embargo, ella no había podido dejar de soñar con un elegante traje blanco y una boda íntima en la granja de sus padres.

      –Sí. Desde el internado. En realidad, no sé por qué no me había imaginado que esto ocurriría. Cynthia siempre ha querido lo que yo tenía.

      –Debe de ser un verdadero ángel –musitó Rick, con ironía.

      –Efectivamente. En lo único en lo que no podía competir conmigo era en la música. No soy ninguna estrella de la canción, pero Cynthia no sabía ni cómo entonar dos notas. En la universidad, se presentó a las pruebas del coro de la facultad, después de que yo había sido aceptada, por supuesto. Pero el director le dijo que era mejor que confinara su talento musical a la ducha, tras aíslarla primero acústicamente.

      –Eso está mejor –dijo Rick, al ver que ella sonreía–. Si sigues pensando en ese tipo de cosas, conseguirás sacarte a esos dos de la cabeza y entonces podrás hacerlo.

      –¿El qué?

      –El encargarte de las flores para su boda, por supuesto.

      –¿Estás bromeando? No pienso ni acercarme a esa boda. Ni siquiera pienso ocuparme de buscarles alguien que lo haga.

      –Es una pena.

      –¿Una pena? –le espetó Maddy–. ¿Qué sabes tú de todo este asunto? ¿Tienes idea de lo trabajoso que es preparar las flores para una boda?

      –Cuéntamelo.

      –Primero tendré que recibirles a los dos, e incluso a un par de damas de honor y a la madre de Cynthia, aquí en mi piso para que elijan. Normalmente, los clientes van a la tienda, pero Byron sabe que siempre invito a mis amigos aquí y eso es lo que él espera. ¡Y mientras yo les enseño las flores para los adornos, ellos se estarán haciendo arrumacos! Además, hay que hablar muchas veces por teléfono e ir a decorar la iglesia y el lugar del banquete el día de la boda. Nadie puede esperar que yo haga eso por ellos. ¡Nadie!

      –Evidentemente, Byron sí.

      –¡Yo no le debo nada a Byron!

      –Efectivamente. Evidentemente, ese Byron es un idiota de primera Y a mí me parece que tu tienes bastante arrojo. Estoy segura de que podrás hacerlo, Maddy.

      –Yo no estoy tan segura.

      –Ánimo. No debes dejar que unas palabras de ese hombre te destrocen. Más o menos entiendo cómo te sientes. En mi trabajo, he visto a muchas personas derrotadas. He visto a gente luchar por sus derechos básicos y verse rechazados una y otra vez. Es entonces cuando se rinden.

      –¿Y los culpas?

      –No, pero es lo mejor de mi trabajo. Muchas veces, mis compañeros y yo, al exponer esas injusticias, hemos cambiado la situación. Por eso, creo que te estarías poniendo en manos de Byron y de Cynthia si les dejaras saber el daño que te han hecho. Y por lo que me has dicho, a esa mujer le gustaría mucho verte sufrir.

      –¡Le encantaría! –exclamó Maddy.

      –Entonces, ponte por encima de ella. Muéstrale que no te importa lo que hagan. No les dejes ver a ninguno que te están haciendo daño. Y te prometo que te sabrá a victoria.

      –No sé.

      –Pues piénsalo –respondió él, acariciándole la mejilla con un dedo–. Depende de ti, pero mi consejo sería que les sigas la corriente. Muéstrales que te trae sin cuidado. Y no pierdas el sueño por ese hombre. Por lo que me dices, creo que están hechos el uno para el otro.

      –Lo pensaré –dijo ella, acompañándole a la puerta–. Gracias, Rick.

      –Gracias por la cena.

      –Tal vez, en otra ocasión, te podría preparar algo más sabroso. Me encanta cocinar.

      –¿Es parte del paquete de la perfecta ama de casa?

      –Me imagino que sí. Mira lo que Byron se está perdiendo.

      –Él se lo pierde. Pero no le dejes ver que te sientes una víctima –concluyó él, antes de salir del piso.

      Maddy estuvo toda la noche pensando en el consejo de Rick. Él le había dicho que no pensara en ellos pero era imposible. Tampoco podía dejar de pensar en él. Rick le había mostrado retazos de un hombre moderno y sensible pero toda la semana se había portado con hostilidad hacia ella. Si ella dejaba a un lado su atractivo físico, le quedaba un hombre testarudo e imposible y, de vez en cuando, considerado y amable. Pero tenía razón. En cuando a Byron y a Cynthia se estaba comportando como una víctima.

      Más o menos a las tres de la mañana empezó

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