E-Pack Jazmín B&B 1. Varias Autoras

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la copa de agua y le dio un trago.

      –¿Espaguetis a la carbonara? –dijo él.

      –Gracias –dijo ella, sirviéndose de un cuenco–. Esta tarde he hablado con Kyle de las cuentas. Debería darme un presupuesto completo mañana. Cathie, tu jefa de prensa, me está ayudando con todo el tema local y estamos redactando un comunicado juntas –tomó el tenedor–. Cuanto antes lo anunciemos, mejor. Luego haremos las invitaciones. ¿Puedes darme tu lista mañana?

      –Claro.

      Yelena dejó el tenedor y tomó su copa de vino.

      –Gracias por contarles a Pam y a Chelsea el motivo de mi estancia aquí.

      Él asintió y siguió comiendo.

      –Pensé que era mejor ser sincero –dijo él–, pero ¿te importaría no estropear las vistas hablando de trabajo?

      –Ah, pero…

      –Por favor.

      Ella se estremeció solo de oír aquellas dos palabras.

      –Está bien.

      Desconcertada, se concentró en su cena.

      –¡Está delicioso! –exclamó, poniendo los ojos en blanco–. Creo que estoy enamorada.

      Alex se echó a reír.

      –Lo siento, pero Franco está ocupado.

      Yelena suspiró de forma exagerada.

      –Los buenos siempre lo están.

      Se miraron a los ojos, ambos sonriendo, pero el momento duró más de lo necesario y Yelena se dijo que aquello era mucho más que una cena.

      Tomó otro bocado de pasta.

      –No corras tanto –le dijo él, bromeando–. La comida no va a marcharse a ninguna parte.

      –Está tan rico.

      –A veces, es mejor ir despacio –continuó Alex–. Es mejor saborearlo todo: el sabor, la textura, que querer llegar demasiado pronto al final. La recompensa es mucho más… placentera.

      Yelena estuvo a punto de atragantarse. Intentó mirarlo con frialdad, pero no fue capaz, con Alex dedicándole aquella sonrisa.

      Bajó la vista al plato un momento y luego lo miró a los ojos.

      –¿Me has invitado a cenar para intentar seducirme, Alex? –le preguntó directamente.

      Él no se inmutó.

      –¿Quieres que lo haga?

      –No –mintió Yelena.

      –¿Por qué no?

      «Porque no creo que pudiese volver a olvidarte por segunda vez», pensó.

      –¿Por qué querrías hacerlo? Nos hicimos daño, Alex, y nuestro pasado es complicado.

      –Sí, pero aquí estamos. Ahora.

      Alex se levantó con la gracia de un bailarín muy masculino y se puso a su lado.

      Ella se levantó también, nerviosa.

      –Soy tu agente, Alex.

      –¿Tiene Bennett & Harper alguna cláusula de moralidad que yo desconozca?

      Yelena se preguntó cómo podían estar tan cerca, el olor de Alex estaba invadiendo todos sus sentidos. Olía a cuero, a pasión, a desafío y a calor. A perder el control. A Él.

      –¿Cláusula de moralidad…? –repitió–. No.

      Él la tomó de la mano, haciendo que se estremeciese.

      –¿Ves? –añadió–. Tenemos algo.

      –Pero eso no significa que esté bien.

      –Ni que esté mal tampoco.

      –Alex…

      –¿Sabes cómo me afecta, oírte decir mi nombre? –murmuró él.

      Y, de repente, se había acabado el tiempo de hablar.

      Alex la tomó como si supiese que ella estaba de acuerdo. Y lo cierto era que Yelena lo había echado de menos. Había echado de menos el modo en que su risa la envolvía. Había echado de menos su sentido del humor y sus coqueteos. Había echado de menos la suavidad de su piel. Había echado de menos la sensual curva de su boca y el modo en que hacía que ella desease perderse.

      Cuando Yelena se inclinó hacia él, con los labios temblorosos, Alex tuvo la sensación de que había triunfado. Lo deseaba. Había conseguido que lo desease. Gimió y se sintió como siempre lo hacía sentir Yelena, y la apretó contra su pecho.

      Ella no protestó, lo que lo excitó todavía más, pero cuando iba a besarla, Yelena le puso la mano en el pecho y se lo impidió.

      Él la miró a los ojos. ¿No quería…?

      –Déjame.

      Él la deseó aún más al oír aquello. Deseó desnudarla y hacerla suya allí, en el suelo, rodeados de vegetación.

      Yelena puso las manos en su cuello y las enterró en su pelo. Luego, sus labios acariciaron los de él un segundo. Después, otro. Tomó aire como si besarlo fuese algo doloroso, pero entonces lo miró a los ojos y sonrió. Y él le devolvió la sonrisa.

      Ya nada podría detenerlo.

      Ella volvió a besarlo, con los ojos abiertos, haciéndole perder el control por completo.

      Alex la abrazó y frotó la erección contra su vientre. El familiar aroma de su piel la asaltó. Y su sabor… Su sabor era algo que siempre le había encantado. Lo había echado de menos. Él le mordisqueó el labio superior, jugó con él unos segundos. Después, la besó con pasión.

      Luego, la apoyó en la mesa y dejó de besarla para decirle:

      –Siempre he querido hacer esto.

      Limpió la superficie con el brazo y ella rio al oír cómo se rompían los platos y las copas al caer.

      –No puedo esperar –añadió Alex.

      La levantó y la sentó en la mesa antes de volver a besarla. Aturdida y borracha con sus besos, Yelena casi no se dio cuenta de que le estaba desabrochando los vaqueros para meterle la mano y acariciarle entre las piernas. Gimió y sintió que el deseo invadía sus piernas, sus pulmones.

      Alex le bajó los pantalones y las braguitas y ella dio un grito ahogado al notar el frío de la mesa. Él le acarició los muslos.

      –¿Tienes frío? –le preguntó.

      Ella negó con la

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