El mundo del trabajo en la Argentina 1935-1955. Roberto Elisalde
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El análisis que hace Doyon de la relación de los trabajadores con el peronismo se expande, respetando su lógica, a lo largo de todo el período, y allí reside su mayor diferencia con los textos de los autores que se centran en las continuidades. Así, “la burocratización y verticalización”, según la autora, realmente preponderantes a partir de 1948 pero no monolíticas, se convierten en un proceso que lejos estuvo de ser indoloro y en el que los factores internos actuaron tanto o más que la represión estatal. A su vez, se resignifican los conflictos; por ejemplo, los de mediados de la primera presidencia, como el de los azucareros, gráficos, ferroviarios, trabajadores de la industria de la carne y bancarios que pasan de ser únicamente políticos y liderados por dirigentes ideológicamente opuestos al peronismo a ser considerados como “los primeros síntomas de ruptura de la alianza que se había gestado en 1946 entre el movimiento obrero y el Estado”.16
El trabajo del historiador norteamericano Samuel Baily, al igual que el de Doyon, abarca todo el período peronista y es habitualmente citado por los historiadores. Sin embargo, a diferencia del texto de Doyon, adolece de grandes deficiencias en sus referencias empíricas, lo que hace que no logre apoyar suficientemente las afirmaciones que sostienen su trabajo. El eje teórico de la obra gira en torno al concepto de movilización social formulado por Karl Deutsch,17 y según esta mirada, el peronismo debe ser analizado como parte de la movilización social que se da en los países que pasan de sociedades tradicionales a modernas. Durante esta transición se deterioran los antiguos vínculos sociales, económicos, culturales e incluso los relacionados con la identificación personal. La búsqueda de una nueva identidad que sirva a su vez para proteger los propios intereses en el caso argentino devendrá finalmente en el nacionalismo popular.
Como es posible relacionar, el planteo teórico de Baily se entronca con el de Gino Germani.18 Su eje de análisis es político y se centra en las identificaciones que construyeron los trabajadores durante esos años. Esto explica que la interpretación de los orígenes del peronismo sea idéntica a la del sociólogo italiano. Parte de la distinción entre nuevos y viejos trabajadores, por lo cual la migración interna habría convertido al hasta entonces peón rural en un obrero industrial. Este no fue incorporado ni por el Estado ni por los dirigentes sindicales –afirma– y “se miraban con hostilidad y desconfianza” con el trabajador de origen europeo y sindicalizado. Esta separación se expresaba en identidades políticas diferentes: por un lado, el nacionalismo liberal propio de la tradición moderna de Buenos Aires y, por el otro, el nacionalismo antiliberal de los recién llegados, quienes poseían un concepto de gobierno que “derivaba de la relación patrón-peón en la estancia, paternalista y autoritaria”.19 Se reproduce así la idea del atraso cultural de las masas provenientes del interior. Mientras el nacionalismo liberal, desprendido de los valores y tradiciones de los trabajadores de origen europeo era “dinámico, de orientación interna y cosmopolita”, el nacionalismo antiliberal o criollo “poseía un tinte nostálgico y xenófobo vinculado con la tradición nacionalista del gobierno de Rosas y del culto al gaucho. Baily afirma que “este proceso migratorio cierra una etapa al llegar a Buenos Aires ya que al poco tiempo dio como resultado una confluencia e identificación obrera con el peronismo”.20 Los trabajadores, entonces, si nos atenemos a este planteo, tuvieron durante el peronismo una identificación inamovible que no reconoció vaivenes de ningún tipo y que no fue corroída por ningún exceso autoritario. Sin embargo, esto no impidió que desde los inicios del gobierno peronista ocurriesen huelgas o conflictos obreros. Por un lado, había conflictos políticos protagonizados por trabajadores liberales; por otro, los había económicos, en los que participaban obreros peronistas, lo que limitaba en gran medida su alcance: estos nunca llegaban a tener una expresión política. En este libro se pone énfasis en dejar en claro la distancia entre los dos móviles mencionados antes.
Incluso luego de 1952, momento en el cual la política peronista se aleja aún más de los intereses obreros, Baily asume que la conflictividad aumenta, pero que los trabajadores identificados con el presidente nunca dejan de considerarlas como luchas económicas y pragmáticas. La raíz profunda de esto se encuentra en que el accionar de la clase obrera, siempre dentro de la mirada teórica del autor, es claramente pasiva. La clase obrera acepta al líder, acepta no tener incumbencia en política e, incluso, en medio del conflicto social, acepta no traspasar los límites que marca la identificación peronista. Cuando el gobierno abandona a la nación de los trabajadores, la única acción de ruptura que Baily reconoce sigue siendo pasiva: la no intervención masiva en los hechos de septiembre de 1955 a diferencia de los de octubre de 1945.
Por su parte, el investigador Walter Little toma como período de análisis los años que van desde el golpe de Estado de 1943 hasta el de 1955 e intenta dar cuenta de los elementos institucionales de la relación entre las organizaciones obreras y el régimen de gobierno peronista.21 Caracteriza durante los primeros años a la coalición peronista como mucho más débil y limitada de lo que en general se plantea. A esto ayuda el apoyo puramente pragmático de los dirigentes sindicales, quienes reaccionaban según la satisfacción de sus intereses. El período abierto en 1946 resulta diferente pues una vez que Perón está en el poder, la relación de fuerzas dejó de ser tan equitativa. Este período se divide en dos: uno que llega hasta 1951 y otro que se cierra con el golpe de septiembre de 1955.
Según Little, se pueden hallar seis tipos de relaciones entre los sindicatos y el Estado peronista: oposición, sindicalismo, liberalismo, peronismo independiente, oportunismo, lealtad. En el primer período, que es el de la consolidación y expansión del sindicalismo peronista, pueden encontrarse todos, mientras que durante la segunda presidencia el aumento del autoritarismo y la represión fueron reduciendo el margen de maniobra.
Frente al concepto dualista de la clase obrera heterónoma, en esta obra se resalta su homogeneidad. Sin embargo, esta no acarreaba un alto grado de concientización. Little resalta la pasividad general de la masa obrera y su marcada preferencia por las satisfacciones materiales por sobre las ideológicas. Esta cuestión explica, a su entender, el fracaso de las propuestas sindicales no peronistas, pues estos dirigentes, basándose en discursos ideológicos, no lograron llegar a los afiliados al gremio y, por ende, no consiguieron que estos los defendieran de los ataques peronistas. Por eso, los conflictos protagonizados por bancarios, azucareros, gráficos y ferroviarios tuvieron distintos sentidos para los dirigentes opositores y para la base. Para estos últimos, el conflicto no era un ataque a Perón, sino que los destinatarios del reclamo eran los patrones.
Desde la mirada de este autor, en el período que se abre en 1951 desaparecen casi completamente los conflictos de cualquier tipo. El régimen impone un control monolítico donde los sindicatos se transforman en meros agentes de propaganda gubernamental. El fuerte protagonismo estatal, junto a la actitud pasiva de las bases obreras confluyó para debilitar cualquier posibilidad de autonomía sindical. Ahora bien, se pregunta Little, si la relación entre bases y dirigencia, en lo que respecta a la satisfacción de las reivindicaciones económicas, en los primeros años se expresaba a través de presiones obreras que llegaban incluso hasta a paros sorpresivos, ¿cuál fue su expresión durante los últimos años peronistas en el poder? El autor asevera que en lugar de conflictos abiertos lo que se vio afectado fue el trabajo diario en el que comenzaron a preponderar la apatía y el ausentismo. Este historiador descarta que estas expresiones de descontento se relacionen con un posible quiebre de identidad peronista debido a que la política argentina seguía estando polarizada y la clase obrera no tenía muchas alternativas aparte de su apoyo al peronismo.
Otra perspectiva, habitualmente referenciada, es la del norteamericano Scott Mainwaring.22 Este autor se propone continuar con los trabajos, que considera acertados pero incompletos, de Doyon y Little. Es en cierta manera una complementación de esas investigaciones.