El mundo del trabajo en la Argentina 1935-1955. Roberto Elisalde

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El mundo del trabajo en la Argentina 1935-1955 - Roberto Elisalde

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decreto 23.852 de asociaciones profesionales, promulgado en octubre de 1945, fue “el testimonio más significativo del compromiso existente entre el régimen y el movimiento obrero y reflejó el equilibrio de poder existente entre estos dos actores en aquellos momentos”.15 Equilibrio que se hizo ver no solo en las continuidades sino también en los cambios cualitativos que la propia clase generó.

      Incluso luego de 1952, momento en el cual la política peronista se aleja aún más de los intereses obreros, Baily asume que la conflictividad aumenta, pero que los trabajadores identificados con el presidente nunca dejan de considerarlas como luchas económicas y pragmáticas. La raíz profunda de esto se encuentra en que el accionar de la clase obrera, siempre dentro de la mirada teórica del autor, es claramente pasiva. La clase obrera acepta al líder, acepta no tener incumbencia en política e, incluso, en medio del conflicto social, acepta no traspasar los límites que marca la identificación peronista. Cuando el gobierno abandona a la nación de los trabajadores, la única acción de ruptura que Baily reconoce sigue siendo pasiva: la no intervención masiva en los hechos de septiembre de 1955 a diferencia de los de octubre de 1945.

      Según Little, se pueden hallar seis tipos de relaciones entre los sindicatos y el Estado peronista: oposición, sindicalismo, liberalismo, peronismo independiente, oportunismo, lealtad. En el primer período, que es el de la consolidación y expansión del sindicalismo peronista, pueden encontrarse todos, mientras que durante la segunda presidencia el aumento del autoritarismo y la represión fueron reduciendo el margen de maniobra.

      Frente al concepto dualista de la clase obrera heterónoma, en esta obra se resalta su homogeneidad. Sin embargo, esta no acarreaba un alto grado de concientización. Little resalta la pasividad general de la masa obrera y su marcada preferencia por las satisfacciones materiales por sobre las ideológicas. Esta cuestión explica, a su entender, el fracaso de las propuestas sindicales no peronistas, pues estos dirigentes, basándose en discursos ideológicos, no lograron llegar a los afiliados al gremio y, por ende, no consiguieron que estos los defendieran de los ataques peronistas. Por eso, los conflictos protagonizados por bancarios, azucareros, gráficos y ferroviarios tuvieron distintos sentidos para los dirigentes opositores y para la base. Para estos últimos, el conflicto no era un ataque a Perón, sino que los destinatarios del reclamo eran los patrones.

      Desde la mirada de este autor, en el período que se abre en 1951 desaparecen casi completamente los conflictos de cualquier tipo. El régimen impone un control monolítico donde los sindicatos se transforman en meros agentes de propaganda gubernamental. El fuerte protagonismo estatal, junto a la actitud pasiva de las bases obreras confluyó para debilitar cualquier posibilidad de autonomía sindical. Ahora bien, se pregunta Little, si la relación entre bases y dirigencia, en lo que respecta a la satisfacción de las reivindicaciones económicas, en los primeros años se expresaba a través de presiones obreras que llegaban incluso hasta a paros sorpresivos, ¿cuál fue su expresión durante los últimos años peronistas en el poder? El autor asevera que en lugar de conflictos abiertos lo que se vio afectado fue el trabajo diario en el que comenzaron a preponderar la apatía y el ausentismo. Este historiador descarta que estas expresiones de descontento se relacionen con un posible quiebre de identidad peronista debido a que la política argentina seguía estando polarizada y la clase obrera no tenía muchas alternativas aparte de su apoyo al peronismo.

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