Ardiente atracción - Un plan imperfecto. Brenda Jackson
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–Yo también –respondió él.
–Ya lo había adivinado. Tienes toda la pinta.
Canyon se había inclinado hacia ella, envolviéndola con su embriagador aroma masculino.
–¿Por qué no quedamos después para que puedas explicarme qué quieres decir con eso?
En cualquier otra situación y con cualquier otra persona, Keisha habría rechazado un acercamiento tan directo. Pero, por alguna razón, ese día no lo había hecho.
–Canyon es un nombre poco común –había comentado ella, sin querer responder a su pregunta.
–Según mis padres, no. Fui concebido en el Cañón de Colorado, por eso me llamaron así, cañón en inglés. Creo que lo pasaron muy bien esa noche.
–¿Eso te dijeron tus padres?
–No, pero de vez en cuando bromeaban entre ellos sobre el tema. Durante años, les traje muy buenos recuerdos.
–¿Y ahora no?
–No lo sé. Mis padres murieron en un accidente de avión hace quince años –había respondido él con expresión triste.
–Lo siento.
–Gracias. Bueno, ¿qué me dices de quedar después para tomar algo? Podemos ir a Woody´s. No está lejos de aquí –había sugerido él–. Sobre las cinco, si te parece. Con suerte, los dos ganaremos los casos que tenemos esta tarde y tendremos algo que celebrar.
–Sí, me gustaría. Allí estaré.
–Bien. Estoy deseando que lleguen las cinco –había dicho él con una sonrisa cautivadora.
Keisha tragó saliva, observando cómo él la recorría con su ardiente mirada.
–Y yo… –había murmurado ella.
–Mami.
Keisha volvió de golpe al presente al oír la voz de su hijo. Beau había estado ocupado jugando hasta ese momento. Ese día, parecía más callado de lo habitual. Keisha se preguntó si la presencia de Canyon tenía algo que ver con eso.
–Dime, Beau.
–¿Papá se ha ido?
Keisha reconoció un inconfundible tono de decepción en su voz. El niño ya lo había pasado bastante mal al mudarse a Denver y separarse de su abuela, con quien habían vivido en Texas.
–No, viene detrás de nosotros.
–¿Por qué? –preguntó Beau, tratando de girarse para verlo–. ¿Por qué no viene con nosotros en nuestro coche?
–Porque tiene su propio coche –repuso ella, pensando que iba a tener que hablar con su hijo en serio más adelante sobre Canyon.
–¿Viene a casa con nosotros?
–Sí. Pero él tiene su propia casa también.
–Tiene su casa.
El niño no dijo nada más y siguió jugando. Cuando llegara, le daría un baño, luego la cena y le dejaría jugar un poco antes de llevarlo a la cama, pensó Keisha. En lo relativo a dormir, tenía suerte. Beau no daba ninguna guerra a la hora de acostarse.
Mirando por el retrovisor, sus ojos volvieron a cruzarse con los de Canyon.
Ella ya no lo amaba. Estaba segura. Su amor no se había disipado de inmediato, sino poco a poco. Solo de pensar que había planeado contarle que estaba embarazada justo cuando había regresado a casa pronto y se lo había encontrado con Bonita…
Keisha apartó la mirada y se concentró en la carretera. Aquella noche, cuando había descubierto que la engañaba, había decidido hacer lo mismo.
Momentos después, llegaron a su casa. Estaba en una urbanización nueva y casi todos los vecinos eran parejas con hijos, también había algunas madres solteras. Eran todos muy amigables y a ella le encantaba vivir allí.
Keisha aparcó y salió del coche. Canyon salió también.
–Me gustaría que pudiéramos hablar en otro momento –le dijo ella, antes de ayudar a salir a su hijo.
–No siempre puede uno tener lo que quiere, Keisha.
Frustrada y molesta, ella se inclinó para abrir la puerta trasera y sacar a Beau.
–Yo lo hago –se ofreció Canyon.
Ella se apartó para dejarle paso, pues no quería hacer una escena delante del niño. Sin embargo, pretendía dejarle muy claro cuando hablaran que, aunque fuera el padre de Beau, no permitiría que se hiciera con el control de sus vidas.
Entonces, se dirigió a la puerta de su casa, seguida por Canyon, que llevaba a Beau en brazos. Tuvo la tentación de recordarle, una vez más, que su hijo sabía andar, pero decidió contenerse.
En cuanto abrió la puerta, supo que algo iba mal. Para empezar, no sonó la alarma de seguridad. Cuando entró y miró a su alrededor, soltó un grito, horrorizada.
Alguien había entrado en su casa.
Canyon entró en acción de inmediato.
–Toma a Beau y vuelve al coche –dijo él, entregándole a Beau. Acto seguido, llamó a Pete–: Canyon al habla. Alguien ha entrado en la casa de la mujer a la que estaban siguiendo antes.
–¿Cuál es la dirección? Estoy en la zona. No toques nada.
Cuando Canyon se giró, vio que Keisha no lo había obedecido y seguía allí, como debía de haber imaginado.
–¿Cuál es la dirección? –preguntó él, pero ella estaba paralizada, en estado de shock–. ¿Keisha?
–¿Sí?
–¿Cuál es tu dirección?
Keisha consiguió balbucear el número de su casa.
–La casa está desordenada, mami –murmuró Beau.
–Salgamos, Keisha. La policía está de camino –le dijo él con suavidad, observando lo conmocionada que estaba–. No podemos tocar nada hasta que lleguen.
Keisha iba a protestar, pero cerró la boca. Canyon se había parado delante de ella a propósito, para impedirle ver cómo estaba todo. Sin embargo, al abrir la puerta, había podido ver el estado del salón. No quería ni imaginarse cómo estaría el resto de la casa. ¿Qué le habrían robado?
–¿Keisha?
–¿Sí? –repuso ella, haciendo un gran esfuerzo para hablar.
–Vamos al coche.
Titubeando, ella comprendió que era lo más razonable. No quería que su hijo se preocupara.