Falsa proposición - Acercamiento peligroso. Heidi Rice

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Falsa proposición - Acercamiento peligroso - Heidi Rice Ómnibus Deseo

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durante cinco minutos, porque cuando cruzaron Euston Road la curiosidad pudo más que ella.

      –¿Se puede saber dónde vamos? Si yo, pobrecita de mí, puedo preguntar.

      Luke esbozó una sonrisa burlona.

      –¿Pobrecita? ¿Tú?

      Louisa no dignificó la pregunta con una respuesta.

      –Tengo derecho a saber dónde me llevas.

      Él giró en una calle estrecha y aparcó frente a un edificio de seis plantas. Quitó la llave del contacto y, apoyando el brazo en el volante, se volvió para mirarla. Sus hombros parecían anchísimos bajo la chaqueta de lino, e intimidada a pesar de todo, Louisa tuvo que hacer un esfuerzo para no encogerse.

      –Ya hemos llegado. La cita es en… –Luke miró su reloj– diez minutos –anunció, como si eso lo explicase todo.

      Ella miró por la ventanilla.

      –¿Qué hacemos en la calle Harley?

      En el portal del edificio frente al que había parado había una placa con el nombre de una clínica. ¿Por qué la había llevado allí?

      Luke se quitó las gafas de sol y las tiró sobre el asiento trasero.

      –Respóndeme a una pregunta –le dijo, con voz tensa–: ¿Pensabas contármelo?

      –¿Contarte qué?

      ¿Por qué la miraba como si la hubiese pillado intentando robar las joyas de la corona?

      Luke Devereaux clavó en ella sus ojos grises, más fríos que nunca.

      –Lo de mi hijo.

      Capítulo Dos

      –¿Tu qué? ¿Qué hijo? –exclamó Louisa–. ¿Te has vuelto loco?

      Intentó abrir la puerta, decidida a salir del coche, pero él la sujetó por la muñeca.

      –No te hagas la inocente, sé lo del embarazo. Sé lo de tus cambios de humor, el supuesto virus estomacal que tuviste hace poco y que no has tenido la regla en varios meses –Luke miró sus pechos–. Y hay otras señales que puedo ver por mí mismo.

      Louisa tiró de su mano.

      –¿Qué has estado haciendo, espiándome?

      –Me lo ha dicho Jack.

      –¿Jack Devlin te ha dicho que estoy embarazada? –gritó Louisa. Le daba igual que la oyese toda la calle.

      Que mencionase al marido de su mejor amiga, Mel, era la gota que colmaba el vaso. Había olvidado que Jack y Luke eran colegas de squash. Así era como se habían conocido, en una cena en casa de Mel. Y Jack le había dicho que estaba embarazada… la próxima vez que le viera tendría que matarlo.

      –No directamente –dijo Luke entonces–. Estábamos hablando del embarazo de Mel y te mencionó a ti. Por lo visto, Mel cree que estás embarazada, pero lo guardas en secreto por alguna razón.

      Muy bien, entonces tendría que matar también a Mel.

      –Por favor, dime que no le has hablado a Jack de nosotros.

      El encuentro con Luke Devereaux fue tan humillante que no se lo había contado a nadie. Ni siquiera a Mel, a quien normalmente se lo contaba todo.

      ¿Pero cómo iba a contarle a su mejor amiga que se había acostado con un hombre en la primera cita, que había descubierto lo asombroso que podía ser el sexo, que durante diez minutos se había engañado a sí misma pensando que había encontrado el amor… para luego llevarse la mayor desilusión de su vida?

      ¿Cómo iba a decirle que ese hombre era un canalla, que no era el tipo sexy, divertido y encantador que fingía ser sino un frío y manipulador miembro de la aristocracia que la había seducido como venganza por escribir un artículo sobre él que no le había gustado?

      La palabra «humillación» no explicaba lo que Louisa había sentido.

      –No le ha hablado a Jack de nosotros. Estaba más interesado en saber lo que él tenía que decir de ti.

      De repente, harta de él y de su actitud, Louisa supo que tenía que irse de allí lo antes posible.

      –No estoy embarazada. Y ahora, después de haber mantenido esta estúpida conversación, vuelvo a mi trabajo.

      Pero cuando iba a abrir la puerta del coche, de nuevo Luke le sujetó la muñeca.

      –Suéltame.

      –¿Cuánto tuviste la última regla?

      –No voy a responder a eso.

      –No vas a ir a ningún sitio hasta que lo hagas –dijo él, con firmeza.

      Aquello era más que ridículo. ¿Por qué estaban discutiendo?

      Apoyando la cabeza en el respaldo del asiento, Louisa cerró los ojos. Debía convencerlo de que no estaba embarazada para no volver a verlo nunca más.

      Intentó recordar cuándo había tenido la última regla… pero no lo recordaba. En fin, sus reglas siempre habían sido irregulares, no tenía la menor importancia.

      Además, había tenido una desde que estuvieron juntos y se había hecho una prueba de embarazo. No era tan tonta.

      –Me hice una prueba de embarazo y dio negativa.

      Para su sorpresa, en lugar de parecer arrepentido, Devereaux enarcó una ceja.

      –¿Cuándo te la hiciste?

      –No lo sé, unos días después.

      –¿Te molestaste en leer las instrucciones correctamente?

      Louisa torció el gesto.

      –Lo suficiente como para saber que el resultado era negativo –respondió, irritada.

      –Ya me lo imaginaba.

      –No me hables como si fuera tonta. Me hice la prueba y dio negativo. Además, después de esa noche tuve la regla –Louisa se puso colorada. ¿Por qué le estaba hablando de su ciclo menstrual a aquel bárbaro?–. A ver si te enteras: no hay ningún hijo.

      Él le soltó la muñeca para mirar el reloj.

      –Tenemos cita con una de los mejores ginecólogas del país. Ella te hará una prueba de embarazo.

      –¿Pero quién crees que eres?

      –Posiblemente, el padre de tu hijo –respondió Luke, sin parpadear–. El preservativo se rompió, Louisa, tú lo sabes.

      –¿Y qué?

      –No has tenido la regla en los últimos meses,

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