E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras страница 29

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras Pack

Скачать книгу

      —Ésa es una de las razones.

      —¿Y qué otras razones puede haber?

      —Ya las sabes —respondió Axel mirándola a los ojos.

      —No tienes por qué sentirte responsable porque… porque hayamos pasado juntos un fin de semana —respondió Tara, tragando saliva.

      —El mejor fin de semana de mi vida.

      —Sí, claro —respondió Tara en tono burlón—. Por eso te fuiste cuando yo todavía estaba dormida.

      —Intenté despertarte, pero me resultó imposible.

      —Había bebido demasiado.

      —La única noche que bebiste fue la del viernes. Lo que pasa es que habías tenido demasiados orgasmos —tomó la mano de Tara y no la soltó cuando ella intentó liberarse—. Desde entonces, Tara, no ha habido una sola noche en la que no haya pensado en ti. En nosotros.

      Pero Tara no podía permitirse el lujo de que hubiera un «nosotros».

      —Lo único que hay entre nosotros es un fin de semana producto del azar y el dinero que te pagan para que seas mi guardaespaldas.

      —¿Y si no me estuvieran pagando nada?

      —Los hombres como tú nunca renuncian a su trabajo.

      —«Los hombres como yo», ¿qué demonios se supone que significa eso?

      —Los hombres como tú, como Sloan, como mi padre. Para vosotros, llevar una doble vida es algo completamente natural, pero… —se interrumpió bruscamente.

      —Pero sois los demás los que pagáis el precio de esa doble vida —concluyó.

      —Sí —respondió Tara—. Somos los demás los que tenemos que pagar el precio.

      Axel permaneció en silencio durante largo rato.

      —Lo siento.

      —Yo también —contestó Tara, sin apartar la mirada del parabrisas.

      —Por si te sirve de algo, no todas las familias que están involucradas en este tipo de trabajo son como lo era la tuya.

      —Eso no lo sabes.

      —Claro que lo sé. Ya te he dicho que yo estoy en esto por culpa de mi familia, ¿recuerdas?

      Pero Tara continuaba sin creerle.

      —Muy bien, a lo mejor tienes un pariente lejano que te presentó a alguien que a su vez te presentó a otra persona que te metió en esto. Pero eso no significa que este trabajo te llegara a través de tu familia.

      Axel giró de pronto hacia la cuneta y detuvo bruscamente el coche.

      —¿Qué haces? —preguntó Tara, aferrándose al brazo del asiento ante la brusquedad de la parada. Miró tras ella y vio que un Corvette negro les adelantaba a toda velocidad.

      Axel giró en su asiento y se volvió hacia ella, sin prestarle ninguna atención a Mason.

      —Es un tío, y no es en absoluto un pariente lejano. De hecho, son muchas las personas de mi familia que están en esto.

      Tara se llevó la mano al estómago, intentando controlar los nervios.

      —¿Qué estás intentando decirme?

      —Estoy intentando decirte que sé que no todas las familias son como la tuya porque sé cómo es mi familia.

      —Tu padre se dedica a la cría de caballos, todo el mundo lo sabe.

      —Sí, pero no siempre ha sido así. Hollins-Winword no tiene un edificio de oficinas ni nada parecido, pero si lo tuviera, habría una pared con los retratos de las personas importantes de la compañía y mi padre aparecería en el centro de todos ellos. En su época, dirigió más operaciones de las que ha dirigido ningún otro agente desde entonces, pero fue suficientemente inteligente como para darse cuenta de cuando había llegado el momento de retirarse.

      A Tara le resultaba imposible conciliar la imagen del padre de Axel con la del hombre que le estaba describiendo.

      —¿Y eso cuándo fue?

      —Cuando se casó con mi madre.

      —Entonces no entiendes de lo que te estoy hablando, Axel. Tú eres una persona con raíces, algo que a Sloan y a mí nos han negado.

      —Y tú no entiendes lo que te estoy intentando decir, Tara. Mi padre no era, no es el único que se ha dedicado a esto. Y todos ellos tienen familias normales, no han tenido que cambiar de casa cada seis meses. No todas las personas que se dedican a este tipo de trabajo han pasado por una experiencia como la tuya.

      Tara no quería creerle. Porque si le creía, ¿en qué clase de persona se convertía ella al seguir ocultándole su embarazo? Ella, que odiaba los secretos, estaba guardando el secreto más importante de su vida.

      —En cualquier caso, nada de esto es asunto tuyo —le dijo Tara parpadeando con fuerza—. Yo tenía una vida en Chicago. Y en cuanto se solucione el caso de Sloan… —se mordió el labio.

      —Volverás allí, a una casa que ya no tienes para trabajar en una revista en la que ya no escribes.

      Aquellas palabras eran la única verdad. Una verdad que la perseguía noche y día.

      —¿Por qué iba a querer quedarme en Weaver?

      Tara le oyó suspirar mientras ponía la camioneta en movimiento.

      —Una pregunta condenadamente buena.

      Durante el resto de la semana, Axel no volvió a sugerir en ningún momento que cerrara la puerta, aunque parecía encontrar cientos de cosas que hacer antes de que regresaran a casa tras la jornada de trabajo. Paraba por la clínica de su cuñado para hablar de un caballo que pretendía comprar o la llevaba a dar una vuelta por los alrededores del pueblo con la excusa de que quería ver los cambios que se habían producido en la localidad desde que no estaba allí.

      Tara pronto se había dado cuenta de que no tenía sentido discutir. Después de pasar todo el día en la tienda, ella estaba deseando volver a casa, pero al parecer, Axel prefería evitar quedarse a solas con ella.

      Por la mañana, después de ducharse y vestirse para ir a trabajar, Tara siempre se encontraba una infusión en la cocina, mientras él aprovechaba para ducharse. En la tienda, Axel se dedicaba a mover muebles y desempaquetar cajas. Y el sábado por la tarde, justo antes de cerrar, incluso consiguió venderle algo a Tom que, animado por el éxito de su regalo de aniversario, había pasado por la tienda para comprar el corpiño que le gustaba a su esposa.

      Lo único que tuvo que hacer Tara cuando volvió a hacerse cargo de la tienda fue meter unas cuantas hojas más de papel perlado en la bolsa que Axel ya le estaba tendiendo a Tom. El pobre hombre prácticamente salió volando de la tienda y Tara no pudo evitar una sonrisa mientras colocaba el cartel de cerrado.

      Axel

Скачать книгу