E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras Pack

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no volvieras a casa cada día al salir de la tienda. Pero si hubiéramos estado en tu casa, nos habríamos dado cuenta de que…

      —O a lo mejor no nos habríamos dado cuenta —le recordó Tara—. Tú mismo lo has dicho, Axel. Pero podrías haberme dicho que era eso lo que pretendías —hizo un gesto con la mano—, cambiar la rutina, quiero decir.

      —Lo de hacer el amor contigo no tenía nada que ver con mi trabajo —volvió a resoplar—. Toma —le tendió la bolsa que tenía a su lado—. Mi madre te trajo esto ayer.

      —¿Ayer? Pero si el incendio fue ayer por la noche.

      —No, Tara, has dormido todo un día entero. Es lunes. De hecho, son casi las doce.

      —Pero… Jamás en mi vida había dormido tanto.

      —Pues esta vez lo has hecho. Incluso he llamado a mi tía Rebecca para que viniera a ver lo que te pasaba.

      Tara se quedó paralizada. Su tía, Rebecca Clay, era la directora médica de la clínica de Weaver.

      —¿Qué…? —tuvo que interrumpirse para aclararse la garganta—. ¿Y qué ha dicho ella?

      —Que estabas agotada. En estado de shock, y que te dejáramos dormir —miró de nuevo hacia la bolsa—. Sarah va a traerte todo lo que Dee y el resto de los vecinos han ido recogiendo. Pero de momento, aquí tienes ropa y un neceser por si necesitas algo.

      Tara sintió un cosquilleo en la nariz. Y los ojos le ardían. Dejó el álbum, abrió la bolsa y sacó una blusa perfectamente doblada.

      —Tu madre compró esta blusa en mi tienda hace unos meses.

      —Ella es un poco más alta que tú, pero ha pensado que te quedaría bien. Leandra te manda las botas y las zapatillas de deporte.

      Tara volvió a abrir lentamente la bolsa. Además de algunas prendas que reconoció de la tienda, había otro paquete con calcetines y ropa interior.

      —Todo esto es nuevo.

      —Eso ha sido cosa de Leandra. Ha dicho que lo que tú tenías en la tienda era mucho más bonito, pero esto te servirá durante algunos días.

      —¿Por qué está haciendo esto todo el mundo por mí?

      —¿Por qué no lo iban a hacer?

      —No me lo merezco —dejó caer la bolsa—. No me merezco nada de esto.

      —No, no te mereces que se incendie tu casa mientras yo estaba mirando hacia otra parte.

      —No es eso lo que quiero decir. Me refiero a todo esto —señaló todo lo que había sacado de la bolsa—. Todo el mundo ha sido muy generoso conmigo y yo… —lo miró, comprendiendo que no podía continuar ocultándole la verdad—. Axel… Dios mío, lo siento. Lo siento mucho.

      —¿Qué es lo que sientes?

      Pero las palabras y los pensamientos se agolpaban en su mente en una carrera destinada a descubrir su triste verdad.

      —Debería habértelo dicho. Debería haber encontrado la manera de decírtelo, pero…

      Axel se levantó y la agarró por los brazos.

      —Tranquilízate. ¿Qué deberías haberme dicho? Dime lo que te pasa, Tara, seguro que encontramos la manera de solucionarlo.

      Al borde de la histeria, Tara tomó su mano y la posó sobre su vientre hinchado.

      —¿Cómo crees que se puede arreglar esto?

      Axel permaneció en silencio durante unos segundos interminables.

      —Estás embarazada —dijo por fin—. ¿Pero cómo es posible, si utilizamos preservativos?

      —Es evidente que alguno de ellos falló.

      Axel comenzó a caminar nervioso por la habitación.

      —Llevo contigo casi una semana, ¿cuándo pensabas decírmelo? —el silencio de Tara fue suficientemente elocuente—. No pensabas decírmelo, ¿verdad?

      —Yo… pensaba que era lo mejor.

      —¿Para quién? ¿Para ti? —preguntó Axel furioso.

      —Para el bebé. ¡No quería que tuviera que soportar una infancia como la mía!

      —Sí, claro. Pero si en realidad no sabías a lo que me dedicaba. Así que, ¿por qué no me has dicho nada en estos cuatro meses que han pasado desde que estuvimos juntos en Braden?

      —No sabía dónde estabas —le recordó—, y tampoco intentaste ponerte en contacto conmigo. Por lo que yo sabía, no tenías ningún interés en mí.

      —Sabías quiénes eran mis padres, ¿no se te ocurrió pedirles a ellos que te dijeran cómo podías localizarme?

      A Tara se le llenaron los ojos de lágrimas.

      —Ya te he dicho que lo siento, ¿qué más quieres?

      —Quizá hoy ya sea demasiado tarde para ir a los juzgados. En ese caso, tendremos que dejarlo para mañana.

      —¿A los juzgados?

      —Para pedir una licencia de matrimonio —respondió Axel mientras se dirigía furioso hacia la puerta.

      —¿Una licencia de matrimonio? ¿Para qué?

      —Porque quiero estar casado con la madre de mi hijo —la fulminó con la mirada—. Vístete. Tenemos cosas que hacer.

      Ya tengo un tocólogo —le dijo Tara a Axel.

      Al llegar a Weaver, en vez de dirigirse a los juzgados, habían ido a la clínica y sentía la mano de Axel como una garra de hierro, negándole cualquier posibilidad de protesta mientras recorrían los pasillos de aquel edificio.

      —Quiero que te examine Rebecca.

      —Ya me examinó anoche. Tú mismo me lo dijiste.

      —No, no te examinó. No consideró necesario hacerlo, entre otras cosas, porque ninguno de nosotros estaba al corriente del pequeño detalle que habías decidido ocultarnos.

      Continuó caminando sin soltarla hasta que llegó a la puerta que buscaba. Llamó bruscamente y empujó a Tara al interior.

      Rebecca estaba sentada detrás del escritorio.

      —¿Qué…?

      —Está embarazada —anunció Axel sin preámbulos.

      Si la tía de Axel se sorprendió, lo disimuló perfectamente

      —¿De cuántas semanas?

      —De cuatro meses —respondió Axel por ella.

      Rebecca

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