Apuntes sobre la autoridad. Silvia Di Segni

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Apuntes sobre la autoridad - Silvia Di Segni Conjunciones

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      Y aquí aparece en escena un factor esencial: el poder. Esto introduce el segundo discurso, aquel que no habla de la autoridad, la silencia. ¿Por qué? ¿Porque, tal como lo desplegara Foucault, tras todo vínculo humano hay poder y aquello que concebimos como autoridad no tendría ningún valor, sería solamente una suerte de barniz que intenta embellecer el poder, una formulación hipócrita para encubrirlo? En este discurso todo se explica y entiende en términos de poder. Punto. Lo que sucede con los aportes, fundamentales, de Foucault recuerda lo que ocurrió con el psicoanálisis en relación a la sexualidad. Que Freud analizara la importancia de la sexualidad humana, tan visible y tan invisible, fue imprescindible. Dado que no había sido tratada anteriormente, pasó a tener un lugar exclusivo en la escena psicoanalítica y todo vínculo humano fue comprendido en términos de atracción sexual, mientras el amor quedaba fuera, en segundo término, o como una suerte de barniz que disimulara el deseo profundo, sexual. Así, llamativamente, el amor y otros afectos tardaron décadas en ser considerados por el psicoanálisis posterior a Freud. Que Foucault haya puesto eje en el poder, ¿anula la noción de autoridad o se hace necesario repensar qué lugar ocupa? Y, además, si damos por existente una noción actual de autoridad, ¿esta será igual o diferente de la tradicional?

      Si consideramos lo que ocurre en los vínculos interpersonales, más acá del poder político, vemos que el poder en pequeña escala asienta sobre la fuerza física, la fuerza psicológica, las armas y el dinero, mientras que la autoridad lo haría sobre la experiencia, los saberes, la ética. Es aquí donde aparece lo grotesco del poder, tal como lo entendía Foucault, en tanto la autoridad tendría un origen más noble, basado en valores. Por otra parte, ambos requieren el reconocimiento de las partes involucradas, pero, como veremos, este tiene más peso para la autoridad, dado que quien autoriza tiene un papel definitorio, algo que ha sido invisibilizado mostrando solamente a la persona autorizada en primer plano. El de la autoridad es claramente un fenómeno que se produce en un “entre”, en el que ambas partes son indispensables (quizás lo sea más la parte autorizante) y que puede disolverse cuando esta última no ocupe más su lugar. Aquello que hace que alguien tenga poder puede (en algunos casos como el del dinero o la posesión de un arma) transmitirse a otrxs, heredarse. La autoridad, no. Se puede llevar un “buen nombre” familiar, pero hay que sostenerlo.

      Creo que estos aspectos merecen el desarrollo que sigue, en el que queda mucho por analizar sobre la relación poder/autoridad. Pero quisiera dejar sentado aquí que la tan anunciada “crisis de la Autoridad” es un tema viejo, aunque siga apareciendo periódicamente en algunos medios masivos como si fuera un descubrimiento novedoso. Es tan viejo que, tal como lo señala la filósofa Myriam Revault d’Allonnes, aparece en la Modernidad cuando esta cuestiona la Autoridad de las religiones, separando a la Filosofía de la Teología y abriendo camino al pensamiento científico. Dios padre había perdido Autoridad para los modernos y, a partir de ese momento, muy lentamente, irían perdiendo autoridad los padres que se habían creído dioses en sus hogares o en sus cargos. Tocqueville había observado el proceso sosteniendo que: “La cadena de autorizaciones tradicionales está rota, pero la autoridad no ha desaparecido: ha cambiado de lugar (Revault d’Allonnes, 2006, p. 16).

      Por ese motivo, me resultó muy interesante la obra El retrato de Sakip Sabanci, del artista turco Kutluğ Ataman, en la Bienal de Venecia de 2015. Se trata de una suerte de nube compuesta por 10.000 paneles de LCD que iluminan retratos de personas que conocieron al “retratado”, cuya imagen no aparece. El autorizado está presente sin estarlo; quienes lo autorizan lo construyen, al mismo tiempo que son ellxs quienes aparecen en escena. Este sería un cambio epocal.

      La época en la que vivimos no ha dejado totalmente de lado la Autoridad; esta sigue presente en determinados sectores e irrumpe en la escena mediática de tanto en tanto, pero debe convivir con otras manifestaciones de autoridad, lo quiera o no. De hecho, hay personas que se educaron en las formas tradicionales y no las recrean, sino que intentan actualizarlas, con mayor o menor éxito.

      Hace varios años comencé a pensar y a leer sobre este tema y, por entonces, mi formación académica me hizo priorizar la palabra de quienes escriben. Quizás lo que he logrado incorporar en los últimos años sea una mayor amplitud, tanto con respecto a quienes integran la bibliografía como en dar lugar a voces con las que intercambio o a ciertas escenas que observo. De todos modos, seguramente este será solo un camino entre muchos otros posibles.

      Una cuestión fundamental para abordar este texto será pensar si se me otorga autoridad para desarrollar el tema. He decidido analizar este aspecto –por lo menos desde mi punto de vista– sobre el final, cuando la lectura de una buena parte de la obra aporte a pensarlo.

      Así las cosas, habrá que comenzar la tarea de ir desplegando todo lo que el término y la noción de autoridad evocan desde hace siglos. Empecemos.

      1. Lesbianas, Gay, Bisexuales, Travestis, Transgénero, Transexuales, Intersexuales, Queer+.

      Erasmo dijo

Escena ICiudad de México. Paseando por el mercado de La Ciudadela, me encuentro con una pareja joven que atiende su local. En medio de ellxs corretea una niñita que parece tener unos tres años. Como sus excursiones la hacen alejarse demasiado, la madre la llama por su nombre.–¿Qué? –le responde la niña.–A su madre no se le contesta “qué” –interviene el padre–; se le contesta “mande”.

      El padre exige respeto a la autoridad de la madre a través de una respuesta automática, como a una orden. Esta es la forma tradicional de concebir la autoridad, aquella que no se discute, que debe ser aceptada sin cuestionar. No me ha tocado ver una escena así en la Argentina ni a nadie que conteste “mande” al ser llamado, aunque haya personas que responden a esa concepción de la autoridad, lo que muestra que aún dentro de ella hay diversas formas de manifestarla. Hace años, no sé si todavía sucede, conocí familias en las que padres/madres e hijxs se trataban de “usted”, algo que, me decían, hacía muy difícil expresar afectos, pero sonaba muy respetuoso.

      Esa educación parece suponer que se debe sustituir tempranamente la curiosidad que provoca el saber por qué se nos llama, por una respuesta que demuestre estar dispuestxs para lo que se necesite. ¿Y en qué se basa? ¿En que la madre (y el padre) son personas que han dado la vida y eso justifica que sus hijxs estén a su disposición para lo que sea? La escena deja también en claro que la noción de respeto a la autoridad comienza en la crianza tradicional precozmente, “con la leche templada y en cada canción”, como decía Serrat.

      La respuesta que el padre de esa niña esperaba (y que era muy importante dejar sentada ante las personas que circulábamos por ahí) forma parte también de los que han sido llamados “buenos modales”: formas de actuar que no solo definen el modo de relación entre las personas sino, también, su estatus social. Quienes sostienen la imperiosa necesidad de conservar estas formas suelen pensar que no cambian ni deben cambiar a lo largo del tiempo; si fueron de un modo en el pasado, será bueno que sean así siempre. Pero ese “siempre” es mentiroso. Los modales, cuya crisis a menudo se adjudica a niñxs y sobre todo a jóvenes – aunque cotidianamente encontremos adultos que los trasgreden– tuvieron uno o diversos orígenes en diferentes tiempos y culturas. Me parece interesante y sugestivo seguir uno de esos cursos.

      Educar

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