Apuntes sobre la autoridad. Silvia Di Segni

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Apuntes sobre la autoridad - Silvia Di Segni Conjunciones

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para “poner orden”. Es cierto que allí eran fuertes las diferencias de poder entre padre y madre, pero también lo era su Autoridad. El Padre tenía una representación fuertemente autorizada, sostenida tanto en el imaginario colectivo por una sólida red de varones como por las mujeres. La madre podía acceder a una pequeña autoridad, como la que reclamaba el padre mexicano a su hijita. Así, el tono de voz de ella quedó poco o nada autorizado.

      Es interesante notar que las voces agudas se impusieron como bellas en las mujeres de sectores sociales medios y altos; en una mujer la voz grave desentonaba, era una suerte de manifestación intergenérica impensable. Pero en los sectores populares en los que siempre tuvieron que manejarse más solas y en la calle, esos tonos fueron y son más comunes, no teñidos por la educación o seleccionados artificialmente. En el tango, la voz aguda de Libertad Lamarque representaba a las mujeres de sectores medios y la de Tita Merello, grave, a las de sectores populares.

      Pero volvamos a Erasmo. Ningún detalle de la vida cotidiana le sería ajeno, en su propósito educativo. Enseñaba cómo bostezar, cuánto y de qué reírse (y ni hablar de reírse sin motivo o a solas, una clara señal de demencia). Escupir no estaría mal, siempre que se lo hiciera de costado, para no molestar a nadie. Como si estuviera diseñando un perfil de los que hoy producen ciertos criminólogos, sostenía que toser mientras se estaba hablando era de mentirosos y también que: “Echar doblados a la espalda uno y otro brazo da al mismo tiempo facha de flojedad y de ladrón” (íbid., p. 31).

      La postura del cuerpo daría cuenta de la moral de la persona: si esta inclinaba el cuello hacia delante era signo de desidia, si lo hacía hacia atrás expresaba soberbia; los hombros debían estar iguales.

      El detalle llega al modo de doblar las rodillas:

      Asimismo, en el modo de doblar las rodillas, una cosa entre unos, otra entre otros se tiene por decente o no: algunos doblan a la par una y otra, y ello a su vez; los unos con el cuerpo erguido, los otros con él algo curvado; los hay que, teniendo esto por algo como mujeril, igualmente con el cuerpo erguido, primeramente encorvan la rodilla derecha, luego la izquierda, cosa que entre los británicos en los jóvenes se alaba; los franceses, con una concertada torsión del cuerpo, encorvan solamente la derecha (íbid, p. 35).

      En los consejos del sabio es interesante notar cómo se enredan ciertas cuestiones higiénicas con las que atentan contra la apariencia confiable o varonil, dado que está educando a un futuro Varón. Aconseja conservar limpios los dientes, pero no blanquearlos, que será cosa de mujeres, así como tampoco utilizar orina para su higiene porque eso es cosa de íberos (¿tan desautorizados como las mujeres?). El cabello del varón deberá estar peinado, pero no lustroso, que también es cosa de mujeres; será bueno hacerlo con raya al medio, no tenerlo demasiado largo y menos con flequillo, tal como lo usaba él mismo.

      A lo largo del texto aparecen lxs “otrxs”: íberos, franceses, mujeres, británicos, todas personas que, de una u otra manera, quedarán desautorizadas por no haber accedido a la educación sostenida por el sabio o por cuestiones de sexo/género. Erasmo autoriza únicamente a los varones de algunos países europeos, con acceso a la educación. Y, si siguen sus enseñanzas, también a los varones de la aristocracia.

      El cuerpo era un tema complejo en su época, muy tapado por la vestimenta y reprimido entre quienes se consideraban “educadxs”. La naturaleza, afirma Erasmo, impuso vergüenza a ciertos miembros y descubrirlos sin necesidad no es correcto en alguien bien nacido. Y esto sería así incluso si no hubiera nadie delante, porque el pudor es agradable para los ángeles que nunca dejan de estar presentes, de manera que el desnudo estaría prohibido en cualquier circunstancia. Naturalizar el ocultamiento de aquellos órganos que obtendrían nombres técnicos o absurdos, como “partes pudendas”, estaba totalmente alejado de la naturaleza en la cual los demás animales no los ocultan de ningún modo, pero una cosa es lo natural y otra lo naturalizado. Si la ocasión exigía mencionar a algún miembro pudendo, la persona debía dar un circunloquio expresando vergüenza del mismo modo que si se tuviera que referir a algo que produjera náuseas a quien escucha, como las referencias a los vómitos o los excrementos. En ese caso, se imponía anteponer la fórmula: “Con perdón de los oídos”.

      Una vez logrado el control del cuerpo, era necesario vestirlo convenientemente. Nunca con grandes colas que solo serían para cardenales y obispos (notablemente, no se hace referencia al uso que de ellas hicieran las mujeres); las telas finas traslúcidas serían indecorosas, las partes pudendas se cubrirían con ropa interior. Como si hubiera visto los jeans que usan hoy lxs jóvenes o como si ellxs lo hubieran leído, decía Erasmo: “Acuchillar el vestido es de dementes; ponérselos pintados con figuras o cambiantes de color es de payasos y de simios”. (íbid., p. 39).

      La desautorización necesaria para controlar a los Varones se haría comparando aquello que se quisiera evitar con las costumbres de pueblos considerados bárbaros o con mujeres, dementes, payasos y animales como los simios. Una metodología que dura hasta nuestros días.

      Erasmo no deja ningún detalle sin analizar. Recomendará no lamer el plato, cosa de gatos, ni escupir comida y regulará la asistencia de niñxs a la mesa. Estxs serán lxs últimxs en sentarse y no podrán hablar ante lxs mayores a menos que sea indispensable o que se les solicite. Estas reglas fueron transmitidas a través de los siglos y estaban vigentes en la generación de mis padres. Hoy, por lo menos en mi país, en algunos sectores sociales fueron modificadas al punto en que lxs niñxs comen bocaditos mientras corren alrededor de la mesa, en donde lxs adultxs lxs esperan. Para Erasmo, lxs niñxs podrían reírse de algo gracioso, moderadamente, pero jamás de algo obsceno. Lo interesante es que sabrían qué era obsceno, pero debían hacer como si no lo supieran. El silencio no solo será para lxs pequeñxs. “Adorna el silencio a las mujeres, pero más a la niñez” (íbid., p. 59).

      Finalmente, ciertas prácticas que han revivido en el siglo XXI ya estaban presentes en su época, pero el sabio consideraba que no eran apropiadas para lxs niñxs: “Odian a sus hijos aquellos que, siendo todavía tiernos, al prolongarse

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