E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras

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preguntando si había hecho bien al ofrecerse a llevarla cuando despegó y tomó rumbo al este.

      Diez minutos después, aterrizó en las inmediaciones del volcán Lengai. Zak llevaba los cascos puestos, pero pudo oír el gemido de Violet, que no le sorprendió. Tanzania era un país precioso y, en aquella ocasión, les estaba regalando una puesta de sol tras las cataratas del río que vertía en un lago.

      Zak había elegido ese sitio porque tenía agua potable, pero se alegró al ver la alegría con la que ella bajó del helicóptero y corrió hacia la catarata, encantada con su belleza.

      –Esto es espectacular –comentó momentos después.

      Él frunció el ceño, porque lo había dicho con un fondo de tristeza.

      –Pues tu tono indica lo contrario…

      –Porque el lago es perfecto para darse un chapuzón. Si lo hubiera sabido, me habría traído el bañador.

      Él se la imaginó en bikini, y sintió un escalofrío de placer.

      –Bueno, somos adultos. Seguro que se te ocurre algo –replicó–. Salvo que estés otra vez sin ropa interior.

      Violet carraspeó.

      –Eso no es asunto tuyo –dijo–. ¿Damos esa vuelta?

      El recorrido duró quince minutos y, como de costumbre, ella hizo todas las preguntas pertinentes, confirmando su compromiso con el proyecto. Sin embargo, él pensó que eso no demostraba nada; la condesa seguía empeñada en casarla con un hombre rico, y cabía la posibilidad de que el entusiasmo de Violet formara parte de un plan cuidadosamente orquestado, como lo sucedido tras la muerte del difunto rey, su padre.

      El recuerdo de aquellos días terribles le devolvió el control de sus emociones y le permitió adoptar una actitud desapasionada cuando volvieron a la orilla del lago, donde sus guardaespaldas ya les habían servido la cena, siguiendo sus instrucciones.

      Al ver la manta sobre la que estaban el improvisado picnic y las cuatro lamparitas que ofrecían iluminación, Violet se quedó perpleja.

      –¿Te vas a quedar de pie? ¿O prefieres cenar conmigo? –preguntó él.

      Ella se acercó y lo miró con desconfianza.

      –¿Esto ha sido cosa tuya?

      –Me pareció que podíamos matar dos pájaros de un tiro. Dudo que quede algo de comer cuando regresemos al campamento principal –respondió Zak–. Venga, siéntate.

      Violet se sentó y se inclinó sobre uno de los cuencos para alcanzar unas uvas.

      –Eres príncipe. ¿No se supone que aparecería un chef de la nada y prepararía una cena en condiciones si te viniera bien?

      Zak miró sus largas piernas, que ella acababa de cruzar.

      –Sí, claro, sería tan fácil como organizar un picnic junto a un lago por el simple hecho de que yo lo desee –ironizó él.

      Ella se ruborizó, y Zak alcanzó la botella de champán que habían dejado en la cubitera y la descorchó.

      –¿Te preocupa algo, Violet? –preguntó, notando que lo miraba con interés.

      –No, nada importante. Antes dijiste que habías aprendido a pilotar en las Fuerzas Aéreas. ¿Cuándo las dejaste?

      Zak le podría haber dicho que las dejó cuando su padre murió de repente, destrozando un sueño secreto y provocando una pesadilla política. Le podría haber dicho que las dejó cuando descubrió que su padre no había sido el hombre que él pensaba. Le podría haber dicho que el reino se quedó al borde del abismo, y que no tuvo más remedio que intervenir. Pero no estaba de humor para hablar de eso, así que contestó:

      –Me quedé hasta que me di cuenta de que serviría mejor a mi país si asumía otro papel.

      –¿Y qué papel es, exactamente? Por lo que vi el otro día con el ministro, parece que estás a cargo.

      –En cuestiones de seguridad nacional, sí –dijo, tenso.

      Zak llenó dos copas de champán y le dio una.

      –Creo recordar que antes estabas festejando el final de la jornada –prosiguió el–. Y no hay motivo por el que no podamos festejarlo ahora.

      –No, salvo que lo dices como si te estuvieras burlando de mí.

      –Vamos, no analices tanto las cosas.

      –¿Por qué? ¿Porque no quieres oír la verdad?

      –Porque tengo hambre y no quiero sufrir una indigestión.

      El resto de la cena transcurrió en silencio, aunque eso no impidió que Zak se dedicara a admirarla subrepticiamente. Y, cuando terminaron de comer, ella se levantó.

      –¿Adónde vas?

      Violet lo miró con rabia.

      –A echar otro vistazo al lago. Ahora mismo, es una perspectiva bastante más agradable que tu compañía.

      Capítulo 5

      ZAK ESPERÓ a que los guardaespaldas recogieran los restos del picnic y, cuando terminaron, se levantó y se fue en busca de Violet.

      Por desgracia para él, ella había hecho algo más que echar un vistazo al lago: se había quitado la ropa, que había dejado cuidadosamente doblada en la orilla y se había metido en el agua, donde estaba sumergida hasta el cuello. Pero, en lugar de maldecir su suerte por desearla, se desnudó y se zambulló sin dudarlo un momento.

      Violet se alejó nadando hacia la cascada, y él la siguió con rapidez. Quizá no fuera lo más sensato, pero necesitaba saber cómo era posible que aquella mujer se le hubiera metido en la cabeza, cuando las demás habían fracasado. Necesitaba explorar su relación.

      –¿Vas a rehuirme toda la noche?

      Ella soltó una risa cristalina.

      –No sería mala idea.

      Zak rompió a reír, sorprendiendo a Violet.

      –¿Tan temible soy?

      –No te halagues tanto. Has sido desagradable, descortés y maleducado, pero estás muy lejos de ser temible. Por lo menos, conmigo.

      Él arqueó una ceja.

      –¿He sido todas esas cosas? Lo debes de pasar muy mal…

      –Soy perfectamente capaz de sobrellevarlo.

      –¿En serio? –dijo, mirándola con intensidad.

      Violet dudó y se alejó hacia la catarata.

      –¿Hacemos un trato? Aunque solo sea por esta noche, te doy mi palabra de que intentaré ser más servicial.

      –¿Y

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