E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras

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de sobra que no me refería al trabajo. Esto es personal –afirmó–. ¿He hecho algo que le haya ofendido?

      –Sigo sin entenderte –mintió–. Me limito a presentarte por tu título, que siempre ha sido lady Barringhall. No sé por qué te sientes atacada.

      Ella suspiró.

      –Deberíamos aclarar el ambiente. Ser francos el uno con el otro.

      Los ojos de Zak brillaron.

      –Ah, vaya. ¿Vas a ir al grano por fin? ¿Vas a confesar?

      Violet frunció el ceño.

      –¿Qué tengo que confesar?

      –El verdadero motivo de que trabajes en la fundación.

      –¿Y qué motivo es ese? –preguntó–. No, espere un momento… deje que lo adivine. ¿Cree que busco un hueco en su vida? ¿O quizá en su cama?

      –¿Es que quieres acostarte conmigo? –dijo con humor–. Tendrías que habérmelo dicho antes, Violet. Nos habríamos ahorrado este juego.

      El comentario de Zak la sacó de sus casillas y, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, ya lo estaba tuteando.

      –¡Estás manipulando mis palabras deliberadamente! ¡No quiero acostarme contigo! ¡No quiero ni acercarme a tu habitación!

      Varios invitados se giraron hacia ellos, sorprendidos con el tono de voz de Violet. Y se sintió profundamente aliviada cuando, un momento después, alguien tocó una campanilla para llamar a cenar.

      –Salvada por la campana, ¿eh? –dijo él, llevándola hacia otra sala–. Pero no te alegres tanto, que ya retomaremos la conversación.

      –No retomaremos nada. He dicho todo lo que tenía que decir sobre ese asunto. Y me da igual lo que pienses de mí, aunque te agradecería que…

      –¿Que te da igual? –la interrumpió–. ¿Has olvidado que una de las razones de tu presencia es conseguir que te dé una carta de recomendación?

      –¿Me estás amenazando con negármela si no me presto a tu ridículo juego?

      –¿Quién está jugando con quién? –dijo, mirándola con dureza.

      –No has contestado a mi pregunta –insistió Violet, que no se iba a acobardar–. He hecho todo lo que me has pedido desde que llegué a Nueva York. Pero, si estoy perdiendo el tiempo, demuestra que tienes lo que hay que tener y dímelo.

      Al llegar a la mesa que les habían asignado, Zak esperó a que Violet se sentara antes de hacer lo mismo. Ella seguía enfadada, pero se refrenó porque no quería irritarlo más de la cuenta.

      –No te vas a ganar mi confianza con tu encanto inglés y unas cuantas semanas de trabajo. Tendrás que hacer algo más –declaró él, en voz baja–. Y, en cuanto a tener lo que hay que tener, yo no sacaría ese asunto en nuestras conversaciones. Por lo menos, así. Pero quién sabe… puede que luego te lo demuestre.

      Violet, que ya era incómodamente consciente de su aroma y del poderoso cuerpo que ocultaba su traje, se ruborizó. No quería pensar en él, pero su mente se llenó de imágenes eróticas, y tuvo que hacer un esfuerzo para decir:

      –¿Qué debo hacer para que me valores?

      –Bueno, el fondo va a construir unos alojamientos ecológicos en Tanzania. Es una iniciativa con colaboración gubernamental, destinada a aumentar los ingresos de los habitantes de la zona –contestó–. Empieza por darme tu opinión.

      Violet se animó al instante, porque Zak le había pedido consejo sobre una de las cuestiones que más le interesaban.

      –¿Cuántos vais a construir?

      –Para empezar, treinta. Y sesenta más en la segunda y tercera fases –le explicó–. Todos, pensando en un turismo sostenible.

      –¿Necesitáis trabajadores? Os puedo ayudar con eso. Sé distinguir entre los que están verdaderamente comprometidos con una causa y los que solo quieren medrar.

      –Tenemos unos cuantos, y el resto llegará dentro de un par de semanas.

      Ella sacudió la cabeza.

      –La época de lluvias empieza dentro de tres meses. Si no te das prisa, tendréis problemas.

      Zak sonrió, y Violet supo que la había estado probando. Pero, en lugar de enfadarse, lo miró a los ojos y preguntó:

      –¿Quieres probarme de verdad? Inclúyeme en el proyecto. Quiero demostrarte que no estoy jugando a nada.

      Él la miró con escepticismo.

      –No serías la primera aristócrata que se suma a un proyecto de estas características para mejorar su imagen.

      –Oh, vamos, solo te estoy pidiendo que suspendas tu desconfianza durante unas semanas y me permitas hacer mi trabajo. ¿O eres tan canalla que ni siquiera me vas a conceder esa oportunidad? –le desafió.

      Él volvió a sonreír, aunque con más dureza.

      –Ten cuidado con lo que dices, Violet.

      –No pretendía insultarte, pero estoy defendiendo mi carrera. Soy muy buena en lo que hago –dijo–. Si mi palabra no vale nada para ti, deja que mis actos lo demuestren.

      Zak la miró con intensidad y, cuando ya se disponía a responder, empezó el discurso de la famosa que dirigía la gala de recaudación de fondos.

      Los dos guardaron silencio, y Violet se quedó perpleja con la mujer en cuestión, porque no dejaba de mirar a Zak. De hecho, su interés era tan descarado que se preguntó si habrían sido amantes. Incluso era posible que él hubiera tenido algo que ver en su elección como anfitriona del acto.

      Tras un discurso cargado de inteligencia y humor, que le ganó un aplauso cerrado, la famosa anunció la intervención del príncipe, quien se levantó con elegancia y se subió al estrado, logrando que todos los presentes se sintieran especiales.

      Zak habló con una combinación sublime de encanto, seriedad y arrogancia. Despertó conciencias, animó a la gente y hasta se ganó a los más escépticos, que miraron el vídeo de presentación con verdadero interés.

      –Para terminar, quiero recordarles lo que dice mi querida lady Barringhall, a quien acabo de nombrar asesora del proyecto en Tanzania… Que el tiempo es esencial si queremos conseguir nuestro objetivo –sentenció Zak–. Dense prisa entonces, porque este tren está a punto de partir. Y si lo pierden, no les garantizo que puedan subir al siguiente.

      Los invitados rompieron a reír y se giraron hacia Violet, aunque ella no les prestó atención. Solo tenía ojos para el príncipe, quien la había dejado atónita con el inesperado y público anuncio de su nombramiento.

      Momentos después, Zak bajó del estrado y volvió a la mesa mientras un cuarteto de cuerda empezaba a tocar.

      –¿Por qué no me lo has dicho antes de anunciarlo? –preguntó ella, que apenas podía contener su entusiasmo.

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