Charada. Julianna Morris

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Charada - Julianna Morris Bianca

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sin dignarse a mirarla.

      –Te presento a Merrie Foster. Es la hermana de mi ama de llaves que me está echando una mano estos días.

      –Ya lo veo.

      Esta vez, Gloria inspeccionó a la profesora desde los pies a la cabeza, intentando averiguar por qué sus pantalones cortos estaban tan sucios y por qué llevaba la camisa de Logan, atada a la cintura.

      –¿Por qué lleva tu ropa? –preguntó Gloria, sin rodeos–. ¿Es parte de la remuneración, o del trabajo?

      Tal insinuación le sentó a Merrie como una patada en el estómago. Puede que no fuese una experta en alta costura, pero sabía cuando la estaban insultando.

      –Gloria, por favor –suplicó Logan–. Eso no es de tu incumbencia.

      –Se lo podemos explicar –sugirió Merrie–. Perdí mi camiseta en lo alto del árbol, y Logan me prestó su camisa para que el vecindario, no me viese desnuda. ¿Está claro?

      Logan se había quedado sin palabras. La hermana de Lianne le dio una patada en el tobillo, para que la apoyara.

      –Sí, eso… –balbuceó Kincaid.

      Gloria no parecía muy convencida con la explicación, y le hizo preguntas impertinentes a Logan.

      –No soy de piedra, puedes hablar directamente conmigo porque estoy delante de ti –le espetó Merrie–. Deberían haberte enseñado buenos modales…

      –Logan, ¿vas a dejar a tu criada que me hable en ese tono?

      –No veo por qué tendría que hacerla callar. Y no se trata de mi criada, trabaja por libre.

      –Eso es –exclamó la profesora.

      –¡Menudo aspecto tienes, Logan! Ya que pretendes vestir de modo informal, por lo menos, hazlo con estilo.

      Ante tales palabras, Merrie estuvo a punto de atragantarse. Kincaid, por su parte, estaba mudo de vergüenza ajena.

      –¡Visto como me parece! –exclamó el joven indignado.

      –Con el sueldo de la empresa, podrías permitirte el lujo de adquirir ropa distinguida… Papá iba a correr con tus gastos del viaje. ¡Eres muy valioso para la compañía, y queremos tratarte como te mereces!

      Logan tenía ganas de estrangularla. Cuando Gloria no conseguía lo que pretendía de él, entonces empuñaba las armas del soborno. Había sido su acompañante en tres fiestas, relacionadas con la correduría de agentes de bolsa de su padre. Ahora, el siguiente paso consistía en casarse con ella.

      Pero Kincaid prefería casarse con un puerco espín, antes que hacerlo con ella. Era una mujer fría como el hielo. ¡Si no entraba en sus planes la idea de casarse, menos aun con un iceberg!

      –No puedo hablar contigo en estos momentos. Ya te llamaré para charlar cuando vuelva a la oficina –se excusó Logan.

      –¿Charlar? –preguntó Gloria sin poder creer lo que le estaba pasando.

      –La señorita Foster necesita ser atendida por un médico –dijo Logan, solicitando el apoyo de Merrie.

      –Espero que no tengamos que ir al hospital –sostuvo la joven profesora.

      –Estoy convencida de que no es nada grave –comentó Gloria despectivamente.

      –Nunca se sabe –replicó Logan, negando con la cabeza–. ¡Qué pena que no nos encontráramos en Cancún! Pues, da la casualidad de que Merrie y yo vamos a coincidir en el mismo lugar, estas vacaciones, ¿no es cierto?

      La joven vaquera continuó con el papel que le había adjudicado Kincaid, quejándose al ponerse en pie. El joven se despidió y la tomó en brazos para depositarla en el interior de la casa.

      Cuando desapareció el ruido del coche de Gloria, ambos suspiraron con alivio.

      –Ya puedes dejarme en el suelo –le indicó Merrie al joven, que le dedicó una amplia sonrisa.

      Estaba horrorosa, tenía todo el pelo revuelto, la cara manchada y las piernas llenas de rasguños. Para colmo, la camisa que le había prestado Kincaid, no conseguía tapar lo más sugerente de su cuerpo. El joven lo había notado hacía un buen rato…

      –Te quejabas tanto que pensé que no ibas a poder andar por tus propios medios.

      –Pues puedo andar, y además dar patadas.

      –Me parece estupendo –dijo Logan, dejándola por fin en el suelo.

      Merrie Foster no era guapa. Sin embargo, era resultona. Tenía unos ojos verdes que llamaban la atención. La barbilla, que realzaba el temperamento testarudo de la joven, era en cierto modo irregular. Y su cutis lechoso estaba rodeado de densos mechones color canela…

      –Por cierto –dijo Kincaid–, gracias por haberme echado una mano con Gloria.

      –Te lo debía, por haberme bajado del árbol.

      –Lo tuyo ha sido mucho más fácil que deshacerme de esa mujer. Está empeñada en casarse conmigo, a pesar de que he sido educado disuadiéndola. He sido claro, incluso un poco rudo, pero parece que no quiere aceptar una negativa. Como verás, aunque preparé mis vacaciones en secreto, consiguió averiguarlo todo. Por eso, a última hora cancelé el viaje.

      Merrie arrugó la nariz y le sugirió:

      –¿Por qué no la ignoras simplemente?

      –Eso es imposible. Es tan perseverante como un mosquito revoloteando en la misma oreja, toda la noche. Normalmente, no me afecta tanto. Pero la verdad es que necesito unas vacaciones, una playa y todas las siestas del mundo.

      –Pues dile que estás casado –le sugirió Merrie–. O que tienes una enfermedad incurable.

      –¿Como cuál? –preguntó Logan, enarcando una ceja.

      –Soltería en fase terminal.

      –No creo que funcione –contestó desanimado el joven, mientras su acompañante se reía.

      Logan no podía entender por qué Merrie Foster, le llamaba tanto la atención. Pertenecía al tipo de mujer que trataba de evitar, era explosiva, habladora, en fin, excesiva para él.

      Cuando Logan iba a buscar yodo para curarla, ella intentó disuadirlo.

      –No es necesario, gracias.

      –En serio, necesitas atención médica –dijo Kincaid, preocupado.

      –Aunque no vaya a limpiar el baño de nuevo, todavía tengo que pasar el aspirador. Me ha causado algún que otro quebradero de cabeza –comentó Merrie, por el hueco de la escalera.

      Cuando Logan reparó en el estado de la casa, se quedó horrorizado. La bolsa de la aspiradora se había roto y el polvo se había esparcido por todas partes.

      –Veo que no entiendes mucho de electrodomésticos –suspiró el joven.

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