Charada. Julianna Morris

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Charada - Julianna Morris Bianca

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claro. Veo que no es culpa tuya. Sin embargo, si yo no me hubiese quedado en mi casa, tú no habrías venido. El bizcocho no se habría quemado, la aspiradora no se habría estropeado, ni te habrías quedado atrapada en el árbol. Estoy empezando a sentirme plenamente culpable…

      –Tanto como eso no. Pero no puedo negar que eres un poco estirado y un triunfador compulsivo –dijo Merrie, críticamente.

      A continuación, se levantó la blusa para que Logan le pusiera yodo en la espalda. Al ver su cuerpo sin ocultar, el joven se quedó impresionado como no lo había estado desde hacía un montón de tiempo.

      «Atención, Kincaid… Recuerda que los opuestos se atraen», dijo para sí el joven, alterado.

      Su propia advertencia le resonaba en la cabeza, mientras rebuscaba en el cajón de las medicinas. Era posible que los opuestos se atrajeran, pero tampoco eran compatibles.

      Sus padres habían tenido disputas a menudo. Eso les había convertido en seres amargados que habían transmitido su hastío a todos los que habían estado a su alrededor.

      Con una mueca de amargura, Logan recordó su infancia desgraciada. No podía olvidar que había sido el niño más pobre del colegio, y que en su hogar había carecido de cariño y apoyo. Además, las peleas entre sus padres habían terminado frecuentemente con la llegada de la policía, advertida por los vecinos.

      –Esto te va a doler –le avisó a Merrie, mientras le ponía el desinfectante en la espalda.

      –¡Ay! –gritó la joven.

      –Lo siento. Si quieres, te llevo al hospital.

      –No. Puedo aguantarlo perfectamente.

      –Sí… ¿Y por qué has gritado?

      –Porque gritar es bueno para aguantar el dolor. ¿Te molesta que me queje? –le preguntó la joven, volviendo la cabeza.

      De pronto, como Merrie estaba encorvada mirando hacia abajo, fue consciente de que tenía delante de su vista el torso desnudo de Logan y, más concretamente, la zona inferior de la cintura.

      ¡El panorama era realmente impresionante!

      –Puedo aguantar quejas, pero no las tuyas… –comentó Kincaid.

      –Eso está muy bien… sobre todo porque empiezo a pensar que no eres tan espantoso como parecías.

      –¿Realmente crees que estoy bien? –la interrogó el joven, con curiosidad.

      –Todavía no lo tengo muy claro.

      Lo que estaba intentando por todos los medios era conservar la razón, ante el efecto imparable que ejercían sus hormonas.

      Se trataba de un hombre atractivo y sexy. Pero, el hecho de haber realizado esa lista de mujeres compatibles para un posible matrimonio, le ponía enferma. Todavía podía comprobar como el atractivo físico no constituía una base lo suficientemente sólida, para mantener una relación sentimental.

      –No lo entiendo –dijo Merrie, poniéndose recta de nuevo–. Gloria parece reunir los requisitos de la lista de futuras esposas que tienes pegada en el espejo. ¿Qué es lo que falla?

      –¿De qué estás hablando? –preguntó el joven, frunciendo el ceño.

      –Esa lista –mostró Merrie, con el dedo índice–. Me parece espantoso analizar así a una mujer. No se trata de una hamburguesa, sino de un ser humano.

      –Yo no estoy buscando a ninguna mujer –dijo Logan molesto–. Esa lista la confeccionó mi hermano. Acababa de divorciarse y no quería que yo cayese en su mismo error. Pero, da la casualidad de que no tengo la mínima intención de contraer matrimonio –concluyó Kincaid, tirando una bola de algodón a la papelera.

      –¿Nunca? Parece algo realmente definitivo.

      –Ésa es la realidad –dijo secamente, por lo cual Merrie fue consciente del estado en que se encontraban los sentimientos de Logan–. El matrimonio, en mi familia, no funciona. Por eso es mejor evitarlo, y si no lo hacemos, lo pagamos caro.

      –Sin embargo… , me parece que Gloria es tu tipo, además de tener mucho dinero. Podría ser una gran baza para tu carrera profesional.

      Una expresión muy peculiar se plasmó en el rostro del joven.

      –Agradezco tu interés, pero pienso labrarme mi propio porvenir sin recurrir a eso…

      –Está bien, no te lo tomes a mal. Lo que pasa es que, sigo pensando que tú y ella tenéis muchas cosas en común, de acuerdo con la lista.

      –No lo creo –contestó Kincaid–. Por otra parte, la lista no es ninguna tontería, en el caso de que quisiera casarme. El hecho de ser compatibles es esencial en una pareja. ¿Tú que le pedirías a tu futuro marido?

      –Un montón de cosas…

      –¿Cómo por ejemplo?

      Merrie hacía lo posible para regular el ritmo de su corazón, pero era difícil, teniendo a Logan medio desnudo a su lado.

      Había visto a varios hombres en tal estado, pero Kincaid le había alterado singularmente la respiración.

      Si tuviese una lista como la de Logan, uno de los requisitos sería: no demasiado sexy. No estaba interesada en un hombre que reuniese las características de las fantasías sexuales de cientos de mujeres. No quería estar excesivamente pendiente de la vida social de su pareja…

      Aclarándose la voz, Merrie contestó a Logan:

      –No quiero casarme con alguien que muera de hipertensión antes de cumplir los cincuenta, por haber intentado aumentar su patrimonio a toda costa.

      –¿Qué tiene de malo querer ganar dinero? –quiso saber Kincaid.

      –Nada. De hecho, estoy muy involucrada en cierto proyecto y me interesa mucho esa cuestión. Pero lo que no quiero es mantener relaciones sexuales por las noches con un talonario de cheques.

      –¿Qué más requisitos aparecerían en tu lista?

      –Algún día le compraré el rancho a mi abuelo. A mi marido le tendría que gustar la idea tanto como a mí.

      –¿Ves cómo tú también tienes una lista, aunque no esté escrita? –dijo el joven triunfante, mirándola irónicamente.

      –Te equivocas. Entre tus requisitos figuran aptitudes estúpidas como: buena anfitriona. Tu mujer ideal sería alta, delgada, rubia, reservada, elegante, sofisticada… es decir Gloria .

      –No me gusta Gloria –dijo el joven con énfasis.

      –Entonces, ¿por qué fuiste su acompañante en varias ocasiones?

      –La acompañé, simplemente, en algunas recepciones de trabajo.

      –¡Ah…!

      –Créeme, nunca me casaría con alguien cuyo único objetivo en la vida fuese cazar a un marido. Si tengo una pareja, me gustaría que fuera

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