Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica
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Los godos, además, mantuvieron alianzas de conveniencia con otros grupos bárbaros de difícil filiación étnica como los boranos, un pueblo, o más bien, una confederación tribal muy volátil en la que sin duda había godos, hérulos, sármatas, dacios y otros pueblos y que se fue fundiendo con los godos, o como los urugundos, un misterioso y salvaje pueblo que habitaba al este del Don, junto a las riberas del lago Meotis, nuestro mar de Azov, y que se sumó a las grandes expediciones de saqueo de los godos, boranos y hérulos acaecidas entre los años 257 y 269 y que puede que fueran una avanzadilla de los pueblos prototurcos que precediera en más de un siglo a los hunos o que se tratara de una división de los sármatas.
Las tribus finoúgrias y eslavas, este último pueblo en plena etnogénesis, también se mezclaron y relacionaron de forma intensa con los godos que llamaban a los pueblos finoúgrios, Finn, literalmente «los que encuentran», porque eran cazadores-recolectores que vagaban por los inmensos bosques y pantanos de Europa oriental acechando a los animales salvajes y buscando frutos silvestres. Por su parte, los eslavos incorporaron a su lengua una parte notable del vocabulario dedicado al comercio, a las estructuras de poder, a la agricultura y, sobre todo, a la guerra, como por ejemplo la palabra helm, «yelmo».32
En fin, en el nuevo y complejo escenario bárbaro en el que ahora habitaban los godos, también se establecieron alianzas puntuales salpicadas de guerras feroces con otros pueblos germanos, como aquellas acordadas o sostenidas, según el caso, con y contra vándalos asdingos, gépidos y hérulos.33
Es muy probable que el nombre tribal de los godos fuera teogonista e hiciera referencia a su antiguo dios de la guerra: Guton o gaut, «el furioso», esto es, Gutones o «el pueblo de Guton». Debido a que los godos creían que Guton era su padre y que había nacido en su país,34 aún estaban tratando de adaptarse a su nuevo medio y, como todos los emigrantes, no tenía que ser fácil. De ahí que la «tentación» de cruzar el limes romano y caer sobre las ricas provincias del Imperio fuera irresistible. Así, en el 238, al comienzo del reinado de Gordiano III (238-244) los godos asaltaron la Dacia romana y luego cruzaron el Danubio y saquearon Mesia Inferior, llegando a tomar la ciudad de Istria, en la desembocadura del Danubio. Era su primer ataque a la frontera romana y su primer contacto masivo y brutal con el Imperio.35
Este primer ataque godo tuvo que ser lo bastante importante como para que Roma firmara con ellos un acuerdo en el que se establecía el pago de subsidios y el alistamiento de miles de guerreros godos en el ejército romano que debía de enfrentar a los persas. El pago de subsidios a los godos queda recogido en diversas fuentes y, sobre todo, en Jordanes. En cuanto a la participación de guerreros godos en la guerra contra Persia emprendida por Gordiano III se nos muestra con claridad en la inscripción triunfal que el shahansha, o «rey de reyes», Sapor I, mandó esculpir para conmemorar sus grandes victorias sobre Gordiano III y Filipo el Árabe y en la que los godos aparecen como integrantes del ejército romano derrotado en el 244 en Misikhe por el soberano sasánida. Como esta noticia no es muy conocida por los especialistas que abordan la historia de los godos y las fuentes romanas no la transmiten y solo la conocemos por la inscripción de Sapor, reproducimos aquí el pasaje en cuestión:
[…] Cuando nos establecimos sobre el Eranshar [Imperio sasánida] el César Gordiano levantó en todo el Imperio Romano una fuerza desde los reinos godos y germanos y marchó sobre Asuristán [Mesopotamia Central y Meridional] contra el Imperio de Irán y contra nosotros. Al lado de Babilonia en Misikhe tuvo lugar una gran batalla frontal. El César Gordiano fue muerto y la fuerza romana fue destruida […]36
La mención explícita de los godos entre las fuerzas que Gordiano III y Filipo el Árabe llevaron contra la Persia sasánida en el año 244 es harto significativa, sobre todo si se tiene en cuenta que seis años antes acababan de establecer contacto directo y violento con los romanos y apunta a que su fuerza les estaba singularizando rápidamente y les hacía destacar entre las numerosas tribus que pululaban en las lindes de los limes danubiano y dacio.
Ese poderío gótico volvió a desatarse de inmediato contra Roma. Jordanes alude a que los romanos dejaron de pagar los subsidios a los godos y es posible que la derrota y muerte de Gordiano III tuvieran algo que ver pues, como se evidencia en el texto de la inscripción de Sapor I que acabamos de reproducir, miles de godos militaron en el ejército romano y miles debieron de morir y de ser hechos prisioneros, con el consiguiente malestar y desazón entre las gentes de sus belicosos pueblos que habían quedado en sus asentamientos transdanubianos y pónticos. Así que podemos colegir que los godos «olían» la debilidad del Imperio y que mezclaban la oportunidad de hacerse con cuantiosos botines con el deseo de cobrarse venganza por el desastre en el que se habían visto hundidos los guerreros que habían partido junto a las legiones para morir en las batallas libradas contra los persas. En cualquier caso, en la primavera del 245, los godos volvieron a cruzar la frontera romana y a devastar Mesia y Tracia. Sus correrías desmantelaron las defensas fronterizas y obligaron a Filipo el Árabe (244-249) a enviar contra ellos en el 246-247 al general Marino Tiberio Pacatiano quien logró derrotarlos en el otoño del año 247, aunque no de forma decisiva. Además, Marino Tiberio Pacatiano se levantó contra Filipo el Árabe en la primavera del 248 y tuvo que ser derrotado por Decio, a la sazón enviado por el emperador para aplastar la rebelión y los godos sacaron provecho de la guerra civil acogiendo entre sus filas a miles de desertores del derrotado ejército de Pacatiano y reanudando sus correrías contra territorio romano que Decio, encargado ahora de la defensa del limes, trataba de frenar.
Según Jordanes, las bandas guerreras godas sumaban 30 000 hombres y estaban reunidas en torno a un rey supremo: Ostrogota, quien en el año 248 y a la cabeza de una confederación tribal que incluía a los peucinos, a los taifales, a los carpos y a los vándalos asdingos, volvió a cruzar el Danubio junto con sus lugartenientes Argaito y Gunderico para devastar Mesia Inferior y Tracia, llevando a sus huestes ante las murallas de la ciudad de Marcianópolis (actual Devnya, en Bulgaria) a la que asediaron y obligaron a pagar un cuantioso rescate para que levantaran el sitio y repasaran el Danubio. Este movimiento lo efectuaron cargados de botín y cautivos y sin que los romanos pudieran estorbarles.37
Ostrogota no solo condujo a su pueblo contra los romanos sino también contra los gépidos, pueblo emparentado con los godos y que acababa de abandonar sus agotadas y pobres tierras septentrionales situadas entre el Óder y el Vístula, para buscar nuevos territorios donde asentarse. Los gépidos arrollaron a los burgundios a los que obligaron a desplazarse más hacia el oeste y continuaron avanzando hacia el sur y el este para terminar alcanzando las ricas tierras de lo que hoy es el norte de Moldavia y el este de Rumanía, en donde pretendían instalarse tras desalojar de allí a los godos que apenas si llevaban establecidos ahí treinta años. Pero Ostrogota reunió a sus bandas guerreras y marchó contra los invasores gépidos a los que derrotó en una salvaje batalla que obligó a los norteños a retirarse hacia el noroeste y a alejarse del territorio godo.38
Vencidos los gépidos, apareció un nuevo jefe godo, Cniva, señal inequívoca de que, pese a los afanes de Jordanes, los godos no estaban en modo