El físico y el filósofo. Jimena Canales

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El físico y el filósofo - Jimena Canales страница 15

Автор:
Жанр:
Серия:
Издательство:
El físico y el filósofo - Jimena Canales

Скачать книгу

Einstein no lo había entendido nunca. En una ocasión, confesó a otro amigo que Einstein no le podía entender porque «no está versado en filosofía; y especialmente en el idioma francés»27. Tal vez Einstein no había ni siquiera leído su libro y había tirado de relatos que le había contado: «[…] tal o cual físico francés que no me entendía y que, sin la formación filosófica necesaria para comprenderme, seguiría inmune a mis explicaciones»28.

      Durante el debate, Einstein manifestó explícitamente el propósito que atribuía a la filosofía y explicó por qué no debía desempeñar ningún papel con respecto al tiempo. En presencia de su oponente, dio a la filosofía un rol muy limitado y, a continuación, se justificó. Mencionó dos métodos habituales de percibir el tiempo: el psicológico y el físico. El tiempo psicológico era el que percibía una persona, mientras que el físico era el que medía un instrumento científico, como un reloj. El tiempo medido por un instrumento solía ser diferente del que percibía una persona. Los factores como el aburrimiento, la impaciencia o los simples cambios fisiológicos afectaban a las percepciones psicológicas del tiempo. Con la expansión de los cronómetros, empezó a notarse cada vez más la diferencia entre el tiempo sentido y el medido. Sabemos, por ejemplo al leer el diario de Franz Kafka, que en los relatos íntimos de ese periodo había un «reloj interno» que parecía disentir del «externo»29.

      Pero en la mayoría de los casos, las concepciones físicas y psicológicas del tiempo no tenían que divergir demasiado. La mayoría de la gente podía calcular el tiempo de un modo bastante acorde con el de un reloj, determinando con gran precisión la hora del desayuno, del almuerzo y de la cena. La mayoría de la gente también podía valorar si dos sucesos eran simultáneos de un modo bastante parecido a los instrumentos. Pero en los sucesos fugaces sucedía justo lo contrario. En esos casos, como al final de una carrera de caballos, saltaban a la vista las carencias a la hora de percibir la simultaneidad respecto de la simultaneidad determinada con algún dispositivo; las percepciones discrepaban significativamente de las mediciones hechas con la ayuda de un instrumento. En un universo marcado por hechos que suceden casi a la velocidad de la luz, la diferencia entre ambas era extrema.

      A criterio de Einstein, se había usado la filosofía para explicar la relación entre la psicología y la física. En París explicó que: «El tiempo del filósofo, pienso, es un tiempo a la vez psicológico y físico»30. Pero la relatividad, que inspeccionaba fenómenos rapidísimos, había demostrado lo alejadas de la realidad que están las percepciones psicológicas del tiempo. Einstein destacaba que no eran un simple error, sino que no se correspondían con nada concreto. «No son más que constructos mentales, entidades lógicas»31. A causa de la inconmensurable velocidad de la luz, los humanos habían generalizado «instintivamente» su concepción de la simultaneidad y la habían extrapolado por error al resto del universo. La teoría de Einstein corregía esta generalización equivocada. En lugar de creer en un área superpuesta entre las concepciones psicológica y física del tiempo (donde ambas eran importantes, aunque era obvio que una era menos precisa que la otra), argumentaba que realmente eran dos conceptos distintos: una apreciación mental (la psicológica) que era totalmente distinta del concepto «objetivo», el tiempo físico.

      Bergson y Einstein aceptaban que había una diferencia esencial entre las concepciones psicológica y física del tiempo, pero sus deducciones eran distintas. A Einstein, le llevó a concluir que «el tiempo de los filósofos no existe; solo queda un tiempo psicológico que difiere del físico»32. Para Bergson, en cambio, esta lección —que las apreciaciones psicológica y física del tiempo eran diferentes— hacía aún más interesante la tarea del filósofo, especialmente porque nadie, ni siquiera los físicos, podía esquivar el problema de relacionar el tiempo con los asuntos humanos.

      CUESTIONANDO EL ESTATUS DE LA CIENCIA: FENOMENOLOGÍA Y «CRISIS DE LA RAZÓN»

      «Opino que ya no hay ningún problema filosófico con el Tiempo», observó el filósofo y matemático Hilary Putnam en 196733. Casi seguro que los científicos todavía coincidirían con su afirmación; los filósofos no. A medida que fue apartándose a Bergson, la autoridad de la ciencia en las cuestiones del tiempo escaló hasta nuevas cotas.

      Más de tres décadas después del debate, el filósofo Maurice Merleau-Ponty se preguntó si acaso debíamos «acudir únicamente a la ciencia en busca de la verdad sobre el tiempo y todo lo demás»34. El fundador de la fenomenología francesa tenía bien asegurada la cátedra de Bergson en el Collège de France. Siguiendo la tradición de rendir homenaje a sus predecesores, el nuevo profesor habló sobre Bergson en su discurso inaugural. Como íntimo amigo de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir y parte de un grupo de intelectuales que se reunía en la cafetería Les Deux Magots en Saint-Germain-des-Prés, coeditor de la influyente revista Les Temps modernes, siguió aludiendo al filósofo durante toda su vida.

      Merleau-Ponty nos retrotrajo nuevamente a ese encuentro: «El 6 de abril de 1922, Einstein conoció a Bergson en la Société française de philosophie». Merleau-Ponty expuso que «Bergson había ido “a escuchar”, pero que, al llegar, la discusión decayó»35. Según él, vista a través de la filosofía de Bergson, la ciencia generaba una auténtica «crisis de la razón». Las lecciones que dio el filósofo en 1955 y 1956 pusieron el acento en la contestación de Bergson a la teoría de la relatividad de Einstein36.

      Según Merleau-Ponty, la interpretación mayoritaria del debate daba a Einstein como vencedor respecto a Bergson, lo cual había producido un efecto peligroso. Había un cientificismo que lo impregnaba todo e invalidaba la experiencia: «La experiencia del mundo percibido con sus hechos obvios no es más que un titubeo que precede al discurso diáfano de la ciencia»37. Merleau-Ponty continuó escribiendo sobre Bergson. En 1959 dio una charla al final del «Congreso Bergson», que acogió presentaciones de autores como Gabriel Marcel, Jean Wahl y Vladimir Jankélévitch38. A lo largo de su trayectoria, trató de reintroducir la percepción corpórea a las teorías del conocimiento, inspirando a una generación de científicos, escritores y artistas del futuro. Aunque los científicos hablaban a menudo de líneas y círculos, en la vida real nunca encontrábamos estas formas en una expresión geométrica perfecta, sostenía. Lo mismo podía decirse de las mediciones del tiempo. Al excluir el entorno realmente percibido por nosotros, seguía diciendo, la ciencia moderna ha perdido el contacto con la realidad. ¿Cómo sería la ciencia si reintrodujera el mundo tal y como se ve, se oye y se siente? Durante décadas, se dedicó a responder a estas preguntas.

      Mientras que muchos autores de preguerra consideraron peligrosa la filosofía de Bergson, en la posguerra Merleau-Ponty vio un potencial peligro en el racionalismo desenfrenado de su época: «Sin contar a los neuróticos, el mundo tiene a un buen número de “racionalistas” que son un peligro para la razón viva». Para Merleau-Ponty, recuperar la «razón viva» no significaba abandonar la ciencia, sino dar un papel renovado a la filosofía dentro de la ciencia: «Y en cambio, el vigor de la razón está ligado al renacimiento del sentido filosófico que, por supuesto, justificará la expresión científica del mundo, pero en su categoría y lugar adecuados en el conjunto del mundo humano»39. Aunque nunca fue un enemigo de la ciencia e inspiró a menudo a los científicos (sobre todo a los neurofenomenólogos), Merleau-Ponty intentó igualmente volver a colocar al racionalismo en el «lugar que le correspondía».

      Merleau-Ponty se preguntó por qué todo el mundo buscaba respuestas en la física y en los físicos. ¿Por qué se les consultaba acerca de todo como si fueran intelectuales públicos, en cuestiones que iban desde la moda al gobierno? Se burlaba de:

      Las extravagancias de los periodistas que consultan al genio sobre cuestiones alejadísimas de su campo. Al fin y al cabo, dado que la ciencia es taumaturgia, ¿por qué no debería llevar a cabo un milagro más? Y dado que fue precisamente Einstein quien demostró que, a una gran distancia, un presente es contemporáneo

Скачать книгу