El físico y el filósofo. Jimena Canales

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El físico y el filósofo - Jimena Canales

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todo con Jean Perrin y Marie Curie. Einstein fue invitado a París en 1922 gracias a Langevin y, un año más tarde, para compensar la aceptación de Einstein, Langevin fue a Berlín para participar en una manifestación pacifista, posando para los fotógrafos en un lugar destacado junto a Einstein.

      Langevin y Bergson trabajaron en el prestigioso Collège de France, donde el primero estuvo siempre a la sombra del sobresaliente filósofo. Langevin ingresó en la institución en 1902 como sustituto y se ganó una plaza fija en 1909. Un estudiante que estuvo en el Collège de France durante los años que Langevin dio clases se refirió al centro como «la casa de Bergson», pero comentó que ni siquiera los que estudiaban «ciencia conocían el nombre de Langevin»16. Las diferencias entre Langevin y Bergson acabaron siendo tan notorias como las que había entre Einstein y Bergson. El conflicto entre los primeros agrandó el otro.

      Junto con Einstein, Langevin se convirtió en miembro del CIC dirigido por Bergson. Parece que tuvo una aventura con Marie Curie después de que esta enviudara y, juntos, formaron parte de un selecto grupo de científicos franceses con inquietudes políticas cada vez más atraídos hacia la izquierda17. Langevin fue íntimo amigo de Georges Politzer, que escribió un libro muy agresivo contra Bergson, La fin d’une parade philosophique : Le Bergsonisme (1929), usando como pseudónimo el nombre real de Voltaire, François Arouet. Uno de los grandes fines del libro de Politzer era demostrar la incompatibilidad entre la filosofía de Bergson y la ciencia: «Se podría acarar la ciencia con el bergsonismo, que pretende estar basado en resultados científicos, y demostrar cuán lejos están los fundamentos científicos del bergsonismo»18. Langevin y Politzer fundaron la revista La Pensée, en la que propugnaban un supuesto racionalismo moderno para curar los excesos de Bergson y de otras doctrinas filosóficas. Ambos hombres sufrieron lo indecible durante la ocupación alemana de Francia y con el Gobierno de Vichy. Politzer fue fusilado en 1942. Su esposa y la hija de Langevin, Hélène Solomon-Langevin, fueron enviadas al campo de concentración de Auschwitz en el famoso «convoi de 23 janvier». Pero nada consiguió acallar a Langevin, que en 1944 se afilió al Partido Comunista.

      En Bolonia, Langevin habló de las consecuencias de la teoría de la relatividad para el «tripulante de una nave espacial». Su relato se suele considerar la primera formulación del experimento mental conocido inicialmente como «paradoja de Langevin» y bautizada luego como la «paradoja de los gemelos». La presentación habitual de la paradoja se puede resumir así: si se cumple la teoría de la relatividad, dos gemelos (uno que haya viajado por el espacio exterior a velocidades próximas a la de la luz y otro que se haya quedado en la Tierra) se reencontrarán en el planeta y descubrirán que, para el gemelo que ha viajado, el tiempo se ha ralentizado. El gemelo que se hubiera quedado habría envejecido más rápido; el que hubiera viajado sería más joven. Sus relojes y calendarios mostrarían fechas y horas diferentes. Aunque se formuló como un experimento mental, muchos científicos empezaron a plantearse si los efectos descritos y previstos por la teoría de Einstein implicaban que la paradoja se cumpliría de verdad.

      La publicación original de Langevin no iba sobre gemelos ni usaba los nombres comunes que luego les dio Bergson: Peter y Paul. Simplemente describía a un «tripulante» que zarpaba de la Tierra en un cohete hipotético e imaginaba lo que pasaría al volver. Al principio, la teoría de la relatividad «especial» de Einstein solo exponía una situación en que un «tripulante» se iba, sin explicar del todo su regreso. La paradoja de los gemelos necesitó tiempo para adquirir esta forma tradicional y corriente.

      ¿Qué pasaría si el viajante acabara regresando a la Tierra? Pasaron años hasta que se resolvió esta pregunta. Al principio, incluso a Einstein se le escapaban sus implicaciones plenas. Después de la intervención de Langevin, Einstein empezó a preguntarse cada vez más si la demora en la hora marcada por un reloj también afectaría a los procesos biológicos (y no solo físicos). En un manuscrito inédito escrito después de que Langevin formulara la paradoja, Einstein comenzó a tomárselo más en serio19. Se puso a valorar si estos retrasos afectaban a más cosas aparte de los relojes, afirmando que la teoría de la relatividad describía «el curso temporal de cualquier proceso, sin importar cuál»20.

      EN PARÍS

      Pasados unos meses de su esplendorosa presentación en Italia, la Société française de philosophie convocó a Langevin para hablar a un público formado mayormente por filósofos, pero también por algunos científicos ilustres. El filósofo Abel Rey fue el primero que habló tras escuchar la presentación de Langevin en París.

      Rey especuló inmediatamente en lo que podía pensar Bergson. Expuso cómo, en su teoría original, Bergson había revocado «la tradición de Aristóteles, Descartes, Leibniz e incluso Kant», cuyas teorías sobre el tiempo lo habían considerado uniformemente en términos de distancias espaciales, según él. La teoría de Einstein había llevado «mucho más lejos que nunca la noción de un paralelismo entre espacio y tiempo». Casi con toda probabilidad, Bergson rechazaría este paralelismo. «Cierto, con su sistema Bergson tiene el derecho de no ver en ella [en la teoría de Einstein] más que un nuevo intento de la ciencia por ubicar el tiempo en el espacio». Pero tal vez Bergson también extraería otra conclusión. Según la especulación de Rey, quizás el filósofo estaría aún más inquieto por la hipótesis de Einstein de que el espacio y el tiempo absolutos no existían, por más útiles que fueran estos conceptos y por más que los científicos los buscaran con afán. La filosofía de Bergson consideraba la ciencia una técnica extraordinariamente provechosa para lidiar con el «mundo material». Así pues, ¿cómo explicaría el filósofo el postulado en la teoría de Einstein de que uno nunca puede saber qué tiempo es el correcto de sistemas rivales, por lo que debe considerarlos ambos igual de válidos? Rey conjeturó que Bergson «podía mostrarse reticente a ver en el universo, así como en el conocimiento, niveles inaccesibles [plans irréductibles21.

      En París, la presentación de Langevin en la Société hizo que muchos oyentes se hicieran cruces. La incredulidad de los asistentes se debía a la tesis de Langevin de que los efectos de la relatividad descritos por Einstein también afectarían a los seres biológicos y a los procesos psicológicos, con lo que afectarían «la concepción habitual del tiempo». Langevin comenzó con atrevimiento, recalcando que los efectos sobre el tiempo vaticinados por la teoría de la relatividad afectaban tanto los procesos mecánicos como los biológicos: «El principio de la relatividad consiste en admitir que incluso si en otros medios (mecánicos, biológicos, etc.) se pudiera conseguir un nivel de precisión comparable con las primeras [mediciones del tiempo y el espacio calculadas por medios ópticos y electromagnéticos], también se obtendrían los mismos resultados»22. Creía a pies juntillas que, «por tanto, desde el punto de vista del principio de la relatividad, es necesario que todos los procesos mecánicos, eléctricos, ópticos, químicos y biológicos usados para medir […] el tiempo produzcan resultados concordantes»23.

      La elección de palabras de Langevin también fue controvertida. Describió la dilatación del tiempo diciendo que, «de los dos relojes, hay uno que envejece más que el otro», aduciendo que la equivalencia entre los procesos físicos y biológicos que describía «casi seguro» que era precisa. Tras escuchar cómo algunos colegas se plantaban ante la extrapolación directa del reino de lo físico a lo biológico, concluyó con una afirmación sugerente: «Pero si nosotros mismos somos relojes»24.

      Pero espera, ¿de veras somos simples relojes? El filósofo Brunschvicg fue uno de los primeros en discrepar25. Recordó a los presentes que, para que las hipótesis de Langevin fueran correctas, antes los científicos tendrían que demostrar que los procesos biológicos experimentaban las mismas transformaciones temporales que los físicos: «Todavía está por corroborar que la vida del relojero está conectada al movimiento del reloj y que los fenómenos biológicos o físicos dependen de los fenómenos físicos que se utilizan para medir el tiempo»26. E incluso si uno pudiera aceptar cierta

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