El físico y el filósofo. Jimena Canales

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El físico y el filósofo - Jimena Canales

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un reloj; eres un fabricante de relojes»27. No somos relojes, argumentaba Brunschvicg. Somos fabricantes de relojes. Brunschvicg subrayó las cualidades inventivas, productivas y volátiles de los humanos respecto a las predecibles y mecánicas. También remarcó su voluntad de poder.

      Si un viajante es lo bastante tozudo, egocéntrico o chovinista, podrá seguir argumentando que solo su reloj muestra la hora real. ¿La dinámica de poder entre los dos viajantes podría tener su relevancia? Brunschvicg puso encima de la mesa la cuestión de la «dominación» y destacó que los físicos no debían obviar que el «observador» de la teoría de la relatividad «querría dominar los distintos grupos de observadores, que eran incapaces de poner en acuerdo los relojes, en vez de confundirse entre ellos»28. Brunschvicg, en suma, no concedía a Einstein el haber iniciado una revolución29.

      Después de los comentarios de Brunschvicg, otros se abalanzaron contra la afirmación de Langevin de que los relojes «envejecen» y «se hacen mayores». «¿Y por qué no? Llamad “envejecer”, si queréis, a la aceleración de las agujas de un reloj», expresó un miembro exasperado. El físico Jean Perrin, un apasionado partidario de Einstein y amigo de Langevin, añadió irónico: «Cuando los físicos dicen “envejecer”, es un término que me gusta especialmente»30.

      ÉDOUARD LE ROY: CIENCIA, RELIGIÓN Y MAGIA

      El filósofo «bergsoniano» Édouard Le Roy, que acabaría fichando a Bergson para el debate con Einstein, ya estaba escuchando con atención31. Poniendo punto final a su largo silencio, se ofreció a ayudar a los asistentes a superar sus discrepancias. «Permitidme que adopte momentáneamente el rol de intérprete», intervino con educación.

      Le Roy tenía una idea fantástica para superar el enroque: ¿por qué no limitarse a usar diferentes términos para referirse a lo que los físicos y los filósofos tenían en mente al hablar del tiempo? ¿Por qué no usar «hora» para el tiempo de la física y «tiempo» para el de la filosofía? De este modo, Le Roy intentó delimitar y atenuar las pretensiones filosóficas de físicos como Langevin.

      Ese día, tras escuchar atentamente las objeciones de Le Roy, Brunschvicg y otros, Langevin se batió en retirada. Matizó algunas de sus conclusiones más categóricas de su conferencia en Bolonia y admitió con modestia que no tenía «la pretensión de hablar desde el prisma de un filósofo». Lo cierto es que estas cuestiones, explicó, debían resolverlas ellos: «Es potestad de los filósofos decir cuáles son los elementos de la noción del tiempo que hay que modificar»32.

      Las diferencias entre Langevin y Le Roy se ensancharon con el paso de los años. La relación del primero con Einstein se reforzó de forma inversamente proporcional a la distancia que le separaba de Le Roy y otros filósofos bergsonianos. Le Roy y Bergson, en cambio, se hicieron íntimos. Después de sustituirlo durante años en el Collège de France, en 1921 Le Roy acabó haciéndose con la cátedra de Bergson. ¿Qué papel desempeñó Le Roy a la hora de crear y ahondar las divisiones entre Einstein y Bergson? Un autor importante que se vio envuelto en el debate entre ambos describió a Le Roy como el «germen del error de Bergson»33.

      Le Roy era más católico que la Iglesia y más bergsoniano que Bergson. Su fascinación por el filósofo nació al leer Materia y memoria (1896). Le comparó incluso con Sócrates, aduciendo que ambos habían revolucionado en la misma medida nuestra teoría del conocimiento. En las obras siguientes, atribuyó a la ciencia un papel enorme —pero no pleno— en los asuntos humanos. La ciencia nos aportaba «el patrón esquemático del mundo y sus elementos», pero también era importante no perder de vista «lo específico, lo concreto y lo vivo». Se tenía a sí mismo por una persona que amaba «la ciencia positiva, pero que no podía resignarse a sacrificar la riqueza del pensamiento, la representación de la unidad del saber y las relaciones mutuas entre las diferentes órdenes de indagación»34. Se convirtió en un miembro clave del modernismo católico, un influyente movimiento reformista que nació dentro del catolicismo pero que acabó siendo repudiado por la Iglesia por su radicalidad. El primer artículo que puso a la Iglesia en contra de Le Roy se tituló «¿Qué es un dogma?». En él, sostenía que la razón era en sí misma suficiente para entender a Cristo. Por culpa de este artículo, se le marginó del catolicismo. Le Roy empezó a discrepar de la corriente e hizo aún más hincapié en la vida y lo vivo. En ese momento, en la doctrina católica oficial imperaba el racionalismo tomista, cuyos principios generales emanaban de la reinterpretación de Santo Tomás de Aquino de la filosofía aristotélica. Contra Tomás de Aquino, Le Roy invocaba a San Pablo, un adalid claro del amor y la vida; contra Descartes apoyaba a Pascal, un crítico del racionalismo impasible; y contra Einstein, defendía a Bergson.

      En Duración y simultaneidad, Bergson desarrolló una de las ideas que Le Roy lanzó una década antes, durante el primer encuentro con Langevin en la Société française de philosophie. Para él, la opción de encontrar otras palabras para los conceptos temporales usados por los científicos era perfectamente satisfactoria35. Al hablar sobre cómo Einstein usaba «esta palabra común [simultaneidad] en ambos casos», Bergson lo describió como un truco del físico para que la ciencia pudiera «hacer magia». Era su deber como filósofo señalar la diferencia entre el uso que hacía Einstein del término y su significado cotidiano. Instó a los científicos a «inventar otra palabra para ello, la que fuera»36. Exasperado por que los físicos usaran conceptos relacionados con el tiempo en sentidos confusos y ambivalentes, preguntó: «¿Acaso la ciencia no nos influye como la magia antaño?»37.

      En los cincuenta Le Roy compendió las obras completas de Bergson y decidió no incluir Duración y simultaneidad en la colección, con lo que muchos tuvieron la impresión de que ni siquiera el propio Bergson suscribía el libro. Pero este no era el caso, ni de lejos38. Bergson nunca se retractó de una palabra escrita o dicha sobre la teoría de la relatividad de Einstein.

      5

      EL TALÓN DE AQUILES DE BERGSON

      La primera vez que Bergson entró en liza en 1922 remarcó que solo había un tiempo de los dos relojes que fuera «real», que el otro era «ficticio». Los dos tiempos, sostenía, no se podían comparar porque uno de ellos era el reflejo exacto del otro. Eran «absolutamente recíprocos».

      La negativa del filósofo de entender ambos tiempos en términos equivalentes se convirtió en su talón de Aquiles, la razón por la que tantísimos lectores le acusaron de no haber entendido la teoría de la relatividad. La dilatación temporal se puede explicar usando solamente la relatividad especial1. Sin embargo, el caso de los gemelos separados era mucho más complicado, porque los científicos necesitaban introducir un cambio de rumbo —es decir, la aceleración— en sus teorías.

      En un principio, la teoría de la relatividad de Einstein no preveía la aceleración ni los cambios de dirección. Solo contemplaba el movimiento uniforme y lineal. Hasta que no se expandió la teoría de la relatividad «especial» para convertirla en la «general», Einstein no empezó a considerar en serio el caso de los gemelos.

      En 1905, Einstein imaginó qué pasaría si un reloj en movimiento y uno estático volvieran a encontrarse. Según su conjetura, uno de ellos iría con retraso. «El reloj que haya sido transportado de A a B perderá ½tv2/c2 segundos», explicó2. Pero Einstein se dio cuenta enseguida de que esto implicaría que uno de ellos se acelerara. Su teoría, antes de ampliarse y convertirse en la teoría general, no tenía en consideración la aceleración.

      Einstein era ambicioso y pronto empezó a trabajar en el problema de la aceleración3. Al comienzo, este nuevo cometido amenazaba con derrumbar

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