Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria Pade
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Él se encogió de hombros.
—Sólo queríamos lo que fuera mejor para ella. Además, nos pareció lo más justo porque a fin de cuentas había invertido todos sus ahorros en la tienda original… Pero también lo hicimos por nosotros. Marti, Ry y yo queríamos seguir trabajando juntos.
A Neily le pareció admirable que se hubieran molestado tanto por Theresa. En lugar de aprovechar la oportunidad y aceptar la oferta que les habían hecho, habían pensado en las necesidades de su abuela y actuado en consecuencia.
Cuanto más sabía sobre Wyatt Grayson, más se convencía de que era un nieto modelo y más le gustaba.
Los dos echaron un trago de chocolate antes de que Neily decidiera aprovechar la ocasión para derivar la conversación hacia la anciana. Además, era una estrategia perfecta para mantenerse en terreno seguro y no pensar en él de forma romántica.
—Has dicho que hace ocho años, el estado de Theresa era más o menos el mismo…
Él asintió con expresión de tristeza.
—Mi abuela ha estado así desde siempre. Sufre depresiones profundas y de vez en cuando pierde el sentido de la realidad… pero ha empeorado con el paso de los años. Sus miedos se transformaron en fobias y al final necesitaba cuidados permanentes. Por eso nos extrañó tanto que fuera capaz de escaparse y llegar aquí.
—¿Y su memoria?
—Tiende a olvidar las cosas que han sucedido hace poco tiempo. A veces cree que algo de hace diez años pasó ayer y, en cambio, es incapaz de recordar lo que acaba de hacer. Está en terapia, pero no ha mejorado casi nada.
—Supongo que ya habréis investigado la posibilidad de que sufriera alguna situación traumática en su infancia…
—Siempre lo ha negado. Dice que su infancia fue perfecta, que sus padres la querían, que ella los adoraba y que su pérdida fue lo más devastador que le ha pasado —declaró Wyatt—. Sé que el fallecimiento de mi abuelo contribuyó a deteriorar más su salud, y supongo que la muerte de mi padre fue la gota que colmó el vaso.
—¿Y nunca mencionó Northbridge ni el hecho de que tenía una casa cuando os hablaba de su infancia feliz? —preguntó con curiosidad.
Wyatt sacudió la cabeza.
—No, sólo decía generalidades sobre el sitio donde creció.
—Entonces, tampoco te dijo que su padre tenía tierras en el pueblo.
Él la miró con sorpresa.
—No, en absoluto. ¿Quieres decir que mi bisabuelo poseía algo más que esa casa?
—Bueno, ayer me dijo que era dueño de todas las tierras que se pueden ver desde el porche de atrás. Ahora están llenas de urbanizaciones.
—¿Será verdad? ¿O se lo habrá inventado?
Neily se encogió de hombros.
—No lo sé, y por supuesto no he oído nada acerca de quién poseía esas tierras veinte años antes de que yo naciera. Pero tal vez deberíamos investigarlo. Puede que sea eso lo que pretende reclamar —contestó.
—¿Crees que se las quitaron? ¿Que alguien se las robó o la estafó?
Neily volvió a encogerse de hombros.
—Sea como sea, supongo que podríamos comprobar los títulos antiguos de propiedades —propuso.
La tristeza de la expresión de Wyatt se convirtió en curiosidad.
—¿Quieres jugar a detectives conmigo?
Ella se rió.
—Eso no encajaría muy bien con mi trabajo.
—Pero sería divertido…
Neily pensó que tenía razón, y también que debía resistirse a sus encantos. Al parecer, los años y años de práctica con sus hermanos no la habían preparado para un hombre como Wyatt.
Miró la mesa, vio que las tazas ya estaban vacías y decidió aprovechar la circunstancia como excusa para poner fin a la conversación.
—Deberíamos marcharnos.
Wyatt no dijo nada. Se limitó a mirarla y a sonreír como si le gustara lo que veía. Sin embargo, no insistió con el asunto de investigar juntos: pagó la cuenta, dejó una propina y la acompañó a la calle.
Cuando llegaron al coche, ella se sentó al volante y él, a su lado. Neily se recordó por enésima vez que debía mantener las distancias, pero Wyatt se lo puso bastante difícil cuando pasó un brazo por encima de su asiento. Y por si fuera poco, era tan grande que parecía llenar el interior del vehículo con testosterona de primera calidad.
Ya habían arrancado y se dirigían hacia la calle South cuando él preguntó:
—¿Y bien? ¿Me ayudarás a investigar? Sé que Northbridge es una localidad pequeña y que podrías decirme dónde preguntar por las propiedades, pero seguramente conoces al funcionario o al empleado que trabaja en ese departamento y eso nos facilitaría mucho las cosas —alegó.
Neily no se pudo negar. Tenía razón.
—Además, piensa que al ayudar a mi abuela sólo estarías haciendo tu trabajo —añadió él.
—Sí, bueno…
Ella quería averiguar todo lo que pudiera sobre el pasado de Theresa, especialmente si servía para entender por qué había regresado a Northbridge. Pero si se mostraba de acuerdo, tendría que pasar más tiempo con su nieto, y aunque salir con él había servido para aclarar muchas cuestiones sobre su familia y la relación que mantenían, no podía negar que su encuentro se había parecido más a una cita con un hombre guapo y divertido que a una simple reunión de trabajo.
—Vamos —insistió él, mientras ella giraba hacia el vado de la casa Hobbs—. Ayúdame. Hazlo por mi abuela… y por el bien de Northbridge.
Neily aparcó el vehículo, pero no apagó el motor. A continuación, lo miró y preguntó:
—¿Por el bien de Northbridge?
—Claro. ¿Qué pasaría si algún canalla le robó esas tierras a mi abuela y resulta que es alguien que conoces? ¿No te gustaría saberlo? Esa rata podría ser el alcalde o alguien con poder que se ha dedicado a hacer más cosas parecidas sin que nadie lo sospechara. Quién sabe si no estará guardándose el dinero de las jubilaciones o haciendo algo ilegal con los fondos públicos…
—Sí, eso sería terrible —dijo ella, burlándose de su tono melodramático.
—De todas formas, estamos hablando de algo que afecta a tu trabajo. Si le hicieron algo malo a mi abuela, tú también debes intervenir.
Neily no quiso puntualizar que ese tipo de problemas no formaban parte del