Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria Pade
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—Será mejor que empieces enseguida —se dijo en voz alta.
Esperaba que Neily terminara pronto su trabajo y desapareciera para siempre de su vida. Así, no tendrían que verse. Porque nada merecía el riesgo de volver a sentirse en el borde de aquel pozo.
Neily tuvo una jornada laboral muy ajetreada y no pudo ir a la casa de Theresa hasta la tarde del lunes, a última hora. Mary Pat le abrió la puerta, la saludó y dijo:
—Lleva triste todo el día. Wyatt está sentado con ella en el porche trasero.
—Iré a verla. Ya me conozco el camino.
El porche al que la enfermera se refería había sido probablemente un invernadero en los viejos tiempos de la casa Hobbs. Era un lugar pequeño situado en la parte de atrás, completamente cerrado con cristaleras. Hasta los arreglos del día anterior, la mayoría de los cristales estaban rotos, pero los habían cambiado y el sol de abril, que no era muy intenso, se bastaba para calentarlo y hacerlo agradable.
Desde allí se veía gran parte del pueblo, y Theresa y Wyatt se estaban dedicando a disfrutar de las vistas. Sin embargo, Neily prefirió no anunciar su llegada. Quería observar cómo se relacionaban antes de que fueran conscientes de su presencia.
Estaban sentados en dos sillas de mimbre, de espaldas a la entrada, pero en un ángulo perfecto para que Neily los pudiera ver de perfil. La tristeza de la anciana era evidente, su expresión era sombría a pesar de que Wyatt Grayson intentaba animarla con una historia divertida sobre un vendedor de herramientas.
Aunque no había nada alarmante ni extraño en ello, Neily se quedó allí un momento más para poder mirar al nieto de Theresa.
Intentó convencerse de que su interés por él era profesional y totalmente ajeno a su atractivo, a lo bien que le quedaban la camisa y los pantalones de sarga, a sus hombros anchos, al brillo del sol en su cabello rubio y a sus facciones marcadas. Se dijo que sólo los espiaba porque quería observar su relación. Y justo entonces, Wyatt consiguió robarle una sonrisa a su abuela.
—Toc toc —dijo al fin, como si acabara de llegar.
Él se giró inmediatamente hacia ella y la miró con toda la intensidad de sus ojos grises. Theresa, en cambio, siguió contemplando las vistas.
—Mira quién ha venido, abuela… es Neily —anunció, levantándose de la silla.
Theresa no dijo nada.
—Es un lugar precioso para pasar un día de primavera… —comentó la recién llegada.
—Desde luego. Convencerla para venir no ha resultado fácil, pero Mary Pat y yo nos empeñamos y al final lo hemos conseguido —le explicó—. En fin, supongo que no has venido para verme a mí… será mejor que os deje a solas. Sin embargo, ¿podríamos hablar un minuto cuando termines?
—Por supuesto —respondió, encantada con la idea.
—¿Quieres algo de beber? ¿Café? ¿Té?
—No, gracias. Sólo quiero estar un rato con Theresa.
—En tal caso, me marcho.
Wyatt se acercó a su abuela, le acarició el hombro y añadió:
—Espero que no te moleste que me vaya. Te dejo con Neily…
La anciana se limitó a darle una palmadita en la mano y siguió mirando por la cristalera como si aquello no fuera con ella.
Neily se sentó en la silla que Wyatt había dejado vacía.
—No te preocupes, estaremos bien.
Cuando él se marchó, Neily intentó no pensar en lo mucho que le gustaba y decidió concentrarse en su abuela.
—Hola, Theresa. ¿Cómo estás hoy?
Theresa se encogió de hombros, pero no contestó.
Neily miró el paisaje. Desde allí se veía toda la zona de Northbridge que se había urbanizado a partir de la década de 1950; pero no era especialmente interesante.
—¿Te gusta que Mary Pat y tu nieto estén aquí?
—Son buenos conmigo —respondió sin inflexión alguna.
—Entonces, te alegras de que hayan venido…
—Sí.
—¿Y qué hace exactamente Mary Pat?
Neily lo sabía de sobra, pero lo preguntó para darle conversación y averiguar más cosas sobre las relaciones de Theresa.
La anciana se encogió de hombros otra vez.
—Todo. Me trae las medicinas cuando me las tengo que tomar, me prepara la comida, me dice si hace frío y tengo que ponerme un jersey, me recuerda que me cepille los dientes y que me peine cuando se me olvida… casi parece mi madre.
Theresa lo dijo con la misma voz monótona de antes, sin apartar la vista ni un segundo de la cristalera.
—Pero le robaste el coche…
—No tuve más remedio. Tenía que venir, aunque fuera con ella.
Neily notó un fondo de beligerancia y decidió cambiar de tema.
—¿Y qué me dices de tu nieto? ¿También te ayuda?
Theresa volvió a encogerse de hombros.
—Wyatt, Marti, Ry… no sé qué haría sin ellos.
—¿Marti es la hermana de Wyatt?
—Sí, y Ry es mi otro nieto, su hermano.
—¿Te visitan muy a menudo?
—Oh, se preocupan mucho por mí, incluso demasiado. Pobrecillos… me tratan como a una reina y están al tanto de todos mis deseos. Y aquí estoy yo, complicándoles la vida un poco más —contestó.
—¿Eso te lo han dicho ellos? ¿Te han dicho que les complicas la vida?
—No, todo lo contrario. Se desviven por mí.
—Entonces, ¿por qué no les dijiste que querías venir a Northbridge?
Theresa frunció el ceño.
—No podía decírselo —susurró.
Los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas. Un segundo después, apuntó hacia el pueblo y declaró:
—Todo eso pertenecía a mi familia, ¿sabes?
—¿A qué te refieres?
—A las tierras donde levantaron esas