Tigresa Acuña. Alma de Amazona. Gustavo Nigrelli

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Tigresa Acuña. Alma de Amazona - Gustavo Nigrelli

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tengo o lo que me gusta. Esa faceta mía mucho no se conoce…

      Después que volvimos de la Comisión esa de El Portillo, y que nació Josué, yo ya volví a entrenar. Y volvimos a alquilar, pero ya algo mejor. Con cocina aparte -lo que hoy se llama mono ambiente-, con bañito privado, aunque algunas habitaciones lo compartían, en fin. Pero siempre el techo de chapa, que te cocinás en verano y te morís de frío en invierno. Siempre la gotera de la humedad que se condensa, pero bueno, al menos estábamos más cómodos.

      Era un predio con muchas habitaciones alrededor, que salís y te ves con el vecino, para que se den una idea. Con un patio en común. Tipo conventillo, pero más humilde de los que veo yo por acá.

      Mi entrenamiento empezó de a poco en lo de Ramón, que seguía adelante con el gimnasio, aunque cada vez cobraba menos, la gente entraba gratis porque él estaba en política. Siempre estuvo en la política, y por beneficencia, porque la gente no podía, o por lo que sea, eran más los que iban sin pagar que los que pagaban.

      Hasta que vino la privatización de Obras Sanitarias en la época de Menem, que se transformó en Aguas Argentinas, y a Ramón lo echaron e indemnizaron. Fue allá por 1995.

      Con esa plata nos compramos la primera casita en Formosa, en un barrio humilde llamado República Argentina, al otro lado del barrio Juan Domingo Perón, que estaba dividido por una avenida nomás. Era a 10 o 15 km de la ciudad.

      Ya para entonces Ramón tenía su motito de nuevo, teníamos heladera, varias cositas. Y retomé con fuerza el entrenamiento, el full contact, y la segunda parte de mi carrera, donde al reaparecer gané todas las peleas por nocaut.

      El problema era que Ramón ya se había quedado sin trabajo. Le habían prometido que lo iban a volver a tomar y no le cumplieron, aunque después fue a hablar con el gobernador de ese momento, y le consiguieron trabajo en la Legislatura.

      Se portó bien. Una muy buena persona. Aunque Igual eran cosas provisorias que sólo nos iban tapando los agujeros del momento.

      Yo creo que si hubiese estado él cuando comencé a boxear, hubiese tenido mucho más apoyo del que tuve.

      La verdad fue que el haber estado tan en el fondo del mar, al borde del suicidio, en situación desesperante, con una mano atrás y otra adelante, escapando de todos lados sin contar con la ayuda prácticamente de nadie, nos hizo fuertes para lo que vendría, que fue igual o peor.

      Fue la etapa en que vinimos a Buenos Aires para intentar conseguir que se reglamentara el boxeo femenino y poder dedicarnos a esto profesionalmente.

03

      En Formosa, La Tigresa, con Ramón y sus dos chiquitos, Maxi y Josué (rubión), con su inseparable motito. Eran los primeros tiempos, cuando aún estaba todo por venir.

      UN KO INESPERADO

       Nunca subestimes a una mujer, de 1,62 m. y 50 kg, que va caminando por la vereda.

      Mientras estaba embarazada de 3 meses de Maxi, cuando todavía no se me notaba la panza, si bien estuve lejos del gimnasio, me tocó sin querer vivir la oportunidad de reverdecer laureles, y aplicar lo aprendido en un ring en plena vereda, contra un adversario sorpresivo.

      Fue una tarde, al pasar frente a una gomería.

      Había un grandote afuera, y piropos son piropos, pero el tipo además de decirme groserías irrepetibles, se me ponía adelante y no me dejaba pasar.

      A mí me podés decir lo que quieras, mientras no te me pongas enfrente. A veces una se tiene que acostumbrar a escuchar guarangadas, aunque algunos son sarpadísimos*. Por educación te la tenés que bancar para no andarte peleando todo el tiempo, pero esta vez la cosa fue más allá.

      Es que el tipo se me puso adelante y yo haciéndome la boluda me corría, pero él se me ponía de nuevo ahí. Yo dije: “éste es un h… de p…”

      Me iba para la derecha, y el tipo también. Encima estaba sola, porque iba para la oficina de Ramón y era la primera vez que pasaba por ahí.

      Volvía para el otro costado, y se me volvía a poner. Una le permití. Ya a la segunda lo miré, y cuando me volví hacia el otro lado como para pasar, ya lo estaba midiendo a ver dónde le iba a pegar. Le pedí que se corriera y no me dio bola, así que cerré el puño y le metí una piña en la boca del estómago, un derechazo, que lo dejé doblado en el piso. Se arrodilló y se revolcaba.

      Esa vez sí me salió el ganchito, jajá… Es que era muy grandote, no le iba a pegar en la cara porque no llegaba.

      Salió otro de adentro, que se ve que era el jefe, o qué sé yo, y me dijo: “¡muy bien, piba…, por sarpado…! ¡Te felicito…! ¡Por maleducado…! Este sí que no jode más a nadie…”

      Ni me quedé a ver cómo se levantó, ni nada. Me fui caminando rápido y ni me di vuelta. Muy grandote. 10 segundos duró la situación, jajá…

04

      En una nota, ya consagrada, por el 2009, contando esta anécdota para el diario Crítica.

      EL BOXEO EN LA CABEZA

       Un sueño imposible en ese momento de poder realizar, pero cuando uno está convencido, los imposibles no existen.

      Yo tenía 18 años, dos hijos chiquitos, y retomé el full contact. Lo retomé con fuerza, pero siempre en Paraguay, en el estadio del Colegio Nacional, donde hice algo así como 5 peleas más, y gané todas por KO.

      Sin embargo, ya empezaba a ver por la tele las peleas que pasaban de Mike Tyson, donde veía que peleaba siempre una tal Christy Martin, que en poco tiempo se convirtió no solamente en mi ídola, sino en mi inspiración.

      Me dije: yo quiero boxear. ¿Por qué no puedo ser como ella? ¿Por qué no puedo hacer lo que hace ella?

      Y se me puso en la cabeza el boxeo, porque en el full contact no tenía mucho más para dar o, mejor dicho, el full contact no tenía mucho más para darme.

      Había llegado a lo máximo dentro de ese deporte, y más del nivel Sudamericano no podía pasar, porque ya dependía de mis recursos económicos. Tanto que incluso Héctor Echavarría, cuando vino aquí que nos hizo pelear en las preliminares, e hicimos contactos con gente del ambiente, tiempo después nos hizo llegar una invitación para ir a pelear a España con una campeona de allá, pero yo ya estaba embarazada, y mi cabeza pensando más en los guantes del boxeo que en las patadas del full. Pero aunque no hubiera sido así, no hubiéramos podido ir, sin sponsor, sin equipo. No se puede afrontar internacionalmente un deporte como lo hacíamos nosotros en Formosa y a nivel local.

05

      Febrero del ’97, aún

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