Tigresa Acuña. Alma de Amazona. Gustavo Nigrelli

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Tigresa Acuña. Alma de Amazona - Gustavo Nigrelli

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todo. Él era de esos que siempre quiere tener razón y está en desacuerdo con todo, y como nadie le dice nada se aprovecha.

      Vinieron las autoridades, porque no sé cómo se enteraron, y enseguida se corrió la versión de que fue la Tigresa Acuña.

      Terminé en la Dirección, con amonestaciones, aunque quien empezó la agresión fue él. Yo lo que hice fue devolvérsela, pero claro, ya era “La Tigresa” Acuña, todos sabían que practicaba artes marciales, y supuestamente tenía “la mano prohibida”, ja. Se suponía que no podía usarla contra nadie, ni siendo mujer y habiendo sido la agredida.

      De todos modos, mis compañeros salieron a favor mío y el pibe al poco tiempo se fue del colegio y no lo volvimos a ver más.

      LAS PRIMERAS PELEAS

      Cada tanto a Ramón le pedían pibes para hacer exhibiciones, y él usaba sus contactos que le habían quedado desde Capital Federal para llevarlos. Fue así que a los 11 años fuimos a la Federación de Box, en mi caso a pelear contra una piba de La Plata, del profesor Cañón.

      Cañón no sé cuánto, así lo conocíamos, por el profe Cañón. Eran exhibiciones, pero en realidad eran peleas, porque nadie regulaba. Nos dábamos en serio y a querer ganar, aunque no había fallo o, mejor dicho, los fallos eran empate. Pero fue ésa la primera vez que pisé la FAB, en el ’87. Igual sé que a la pibita le di para que tenga.

      CAMPEONA SUDAMERICANA DE FULL CONTACT

      Exhibición tras exhibición, internamente se corrió mi fama entre la gente del full contact, y fue así que desde Paraguay lo contactaron a Ramón para ir a hacer una pelea contra la campeona sudamericana de la Asociación Americana de Karate-Full Contact, una paraguaya de 32 años llamada Graciela Mujica.

      Corría el ’91 y yo por entonces tenía 14 años, pero aún no éramos novios con Ramón. Lo contactó un tal Miguel Ángel Zen.

      En realidad, como siempre, íbamos un grupo a pelear contra otro grupo de allá, pero ya se sabía que como organizaban ellos, te robaban las peleas y las fallaban a favor de los locales.

      Entonces Ramón se le plantó a Miguel Ángel sabiendo que iba yo, que realmente podía llegar a hacer carrera, y le dijo: “Voy, pero con la condición de que no me robes. Si gano, gano, si pierdo, pierdo. Y pase lo que pase, hacemos la revancha en Formosa dentro de dos meses y que Marcela vaya por el título sudamericano contra tu pupila”.

      El tipo aceptó, entonces fui a pelear contra la campeona, Graciela Mujica. La cagué a palos, pero no la pude noquear. Igual me dieron la victoria por puntos en 4 asaltos.

      Dos meses después, tal como quedamos, hicimos la revancha en Formosa, ya por el título. Eran 7 rounds de 2 por 1, como casi siempre en los combates importantes. Ahí sí, le gané por KOT 2. Ya la tipa abandonó, no aguantó más. Y así fue como me hice campeona sudamericana. Qué emoción…

      Poco después sí, nos pusimos de novios. Yo ya tenía 15 años.

      LAS DEFENSAS

      Ya como campeona sudamericana me tocaron las primeras defensas, pero la primera de todas fue quizás la más preocupante, contra Graciela Coronel, una morochita re fibrosa, muy linda, que también era de Formosa y con la que a veces entrenábamos en el gimnasio.

      Fue también en el ’91, porque en full contact no es como en el boxeo. Allí todo se hace rápido, en pocos meses. Ella tenía un año más que yo, unos 16, y lo curioso es que fue como semifondo de una pelea del correntino Héctor Echavarría, ¿se acuerdan? Ese artista marcial que surgió en lo de Gerardo Sofovich y se hizo tan mediático que hasta filmó películas, como Brigada Cola, Los Extermineitors, al menos las que más recuerdo.

      Fue en Obras Sanitarias, y fue la primera velada televisada a nivel nacional de artes marciales, por América TV, donde además estaba el actor estadounidense Bill Wallace, campeón mundial de kick boxing.

       Si mal no recuerdo allí me hacen la primera nota escrita de mi carrera, que la hizo el periodista formoseño Alfredo Domínguez. Calculo que fue porque gané, y por haber peleado por TV y en Buenos Aires, siendo mujer y formoseña.

      Digo que fue la más preocupante, porque si bien yo siempre la dominaba y me sentía segura ante ella, en una de las promociones para la pelea, la negra me metió una patada descendente que me tiró al piso.

      Me sentí avergonzada, más que nada, porque yo era la campeona y me estaban filmando para hacer los avances para la TV. Pero bueno, en la pelea por suerte todo volvió a la normalidad, estuve concentrada y le gané bien por puntos.

      La segunda defensa fue ante Mary Potenza, que luego después fue boxeadora profesional y nos enfrentamos en el boxeo.

      Eso fue en Rosario, a 5 rounds de 2 por 1, y también le gané por puntos. Mary era una gran artista marcial, durísima, y campeona mundial de taekwondo.

      La tercera fue ante Daniela Rodríguez, una rubia campeona mundial de karate de gran calidad, mucha destreza, que también era la favorita, porque tenía más experiencia que yo. Sin embargo, fue pareja, dura, y finalmente dieron un empate en 5 rounds, siempre de 2 por 1, y sentí que la gente hasta se sorprendió. Fue ya en el ’92, y fue la única que recuerdo haber empatado. Nunca perdí en full contact.

      Después de eso al poco tiempo tuve que interrumpir porque quedé embarazada, primero de Maxi, luego de Josué, y reaparecí a los 19 años, meses después de tener a Josué. Las peleas que hice después de mis embarazos y partos, fueron ganadas todas por KO. Habrán sido 3 ó 4, pero volví con todo.

      Y ya sentí un límite, porque el siguiente paso era ir a los Estados Unidos, a buscar un título mundial, pero eso era algo ya imposible por la lejanía. Y ellos no iban a fijarse ni a contratar a una chica de acá, para ir a pelear allá. ¿Con qué objeto?

      Nada. Esa era una barrera infranqueable para mí, y fue que empecé a pensar en otra cosa, a mirar boxeo, a ver a Christy Martin, y a querer ser como ella, o a hacer lo que hacía ella.

       CONTRA UN VARÓN

      (Boxeo vs full contact)

       Quería demostrar que, a pesar de ser mujer, con la técnica los podía igualar.

      Tal era la fama que se me había hecho –a nivel interno, se entiende- que en el Polideportivo La Paz comenzaron a acudir no sólo más alumnos, sino que a diario venían bandas de pibes, en teoría con la idea de mirar los entrenamientos, pero en el fondo con el objetivo de desafiarme, ya sea por un antojo personal de alguno, o a veces, por alguna picardía de los chicos, de mandar al frente a alguien contra mí y luego mofarse.

      Pibes de 16/17 años, adolescentes grandes en grupos, se quedaban al costado como para comprobar si era cierto lo que se decía, hasta que Ramón los invitaba a hacer algún round de exhibición conmigo, adivinando sus intenciones. Y si no, directamente ellos encontraban a un “candidato” para mandarlo a probarse y experimentar en carne propia las bondades del arte del full contact, para regocijo de los presentes.

      Tras algunos movimientos, con alguna patada, o alguna mano bien puesta, los pibes terminaban

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