El dispositivo del Hospital de Día en Adicciones. Alberto Trimboli
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Señalo que la ardua tarea diaria que los profesionales de este equipo llevan adelante no sería posible si cada uno de ellos no creyera que existe una práctica alternativa para abordar los consumos problemáticos, que articula los aspectos clínicos con los sociales al proponer un abordaje con el acento puesto en la subjetividad de las personas y no en la sustancia. Y, fundamentalmente, que respeta todos y cada uno de sus derechos.
Debo decir que, para que esto sea posible, es necesario no solo contar con un nivel de excelencia profesional, sino también con una actitud de sensibilidad humanitaria y social.
¿Por qué el Hospital de Día es un dispositivo?
En diferentes espacios es frecuente el empleo del término “dispositivo” para referirse a ciertos abordajes relacionados con el ámbito sanitario, pero es fundamental tener presente que no cualquier servicio, prestación o abordaje puede ser considerado un dispositivo.
Muchos autores han trabajado sobre ese término. Giorgio Agamben asocia “dispositivo” con dispositio, una forma peculiar de gobierno, intrínsecamente vinculada a la gestión de gobierno de los otros o de administración de la naturaleza del otro (Agamben, 2015).
Para Foucault, el dispositivo tiende a desarrollar técnicas de gobierno de los otros. Desde su perspectiva, un dispositivo es un conjunto heterogéneo que implica discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales o filantrópicas. En otras palabras, el dispositivo sería la red que se establece entre los elementos (Foucault, 1991, pp. 127-162). Es decir que tanto lo dicho como lo no dicho son elementos del dispositivo, que mostrará su eficiencia en la medida en que consiga implementar formas efectivas de “gubernamentalidad” de los sujetos (Foucault, 1999).
En efecto, Foucault, al definir la biopolítica, nos habla de que ya no es la imposición, la exigencia, la dominación lo que prima como mecanismo de poder para disciplinar al sujeto pasivo, sino más bien la “gubernamentalidad” del sujeto libre con capacidad de reacción y, a la vez, con capacidad de condicionar la conducta de otro sujeto que también es libre.
Para Foucault, el dispositivo articula un conjunto heterogéneo de saberes y prácticas en una estrategia de poder definida; tiene la peculiaridad de conjugarlos con una diversidad de instituciones sociales, leyes establecidas, técnicas económicas, de salud, comunicación y formas políticas (Foucault, 1981, 2008).
En este contexto, podemos afirmar que el Hospital de Día al que nos referiremos es un dispositivo, ya que se encuentra delimitado dentro de una estrategia y, además, se despliega y actúa en torno a un objetivo específico, funcionando como un todo con cada una de sus partes.
Retomaremos este tema en diferentes capítulos de este libro.
La intersubjetividad
El concepto de intersubjetividad nos remite a la puesta en juego de la interacción de diferentes subjetividades en un mismo espacio y tiempo, así como también al reconocimiento del otro como sujeto. Jessica Benjamin (1995, p. 41), tomando a Hegel, trabaja sobre este concepto y destaca el carácter intersubjetivo del psiquismo, indispensable en la construcción de sujetos semejantes.
Ella remarca que afirmar la posibilidad del reconocimiento mutuo no significa sugerir que en un reconocimiento ideal del mundo nunca haya tropiezos, ni que la tensión entre los individuos y dentro de ellos nunca se fracture. La interacción de estas diferentes subjetividades puede esclavizarnos o liberarnos y también hacernos funcionar alternativamente como objeto y como sujeto (Benjamin, 1988, p. 272).
En esa línea, en su obra Los lazos del amor realiza un estudio de los profundos mecanismos de dominación que pueden surgir en los vínculos (Benjamin, 1988).
En el dispositivo del Hospital de Día, el análisis de la interacción de diferentes subjetividades se torna crucial, reconociendo, además que en el proceso terapéutico entra en juego inevitablemente la subjetividad del terapeuta.
Nacimiento del Hospital de Día
El Equipo de Adicciones del Hospital Álvarez, como tal, comenzó a funcionar a fines del año 1989, cuando dos profesionales psicólogos y una médica psiquiatra –que ya venía atendiendo casos de alcoholismo que consultaban en el Servicio de Salud Mental y algunos pocos casos de consumo de drogas ilícitas– conformamos el Equipo de Adicciones del Servicio de Salud Mental.
Al año siguiente, la entonces Secretaría de Salud de la Ciudad de Buenos Aires (actual Ministerio de Salud) creó la Red Metropolitana de Servicios en Adicciones, dependiente del entonces Departamento de Salud Mental (actual Dirección General de Salud Mental). Esta red se fue conformando con algunos profesionales de unos pocos efectores interesados en brindar asistencia a los usuarios de drogas.
En ese entonces, la resistencia de los directores de hospitales –tanto generales como monovalentes– en cuanto a recibir casos de consumo problemático de drogas era bastante severa. De ese modo, se imposibilitaba la formación de una verdadera red de atención integral, en la que todos los hospitales y centros de salud pudieran dar respuesta a una problemática que ya asomaba en las primeras consultas, aunque entonces la misma no tenía la envergadura que alcanza hoy.
Los pacientes que llegaban en esos años, en su mayoría, eran derivados por el Poder Judicial, a partir de la puesta en marcha de la Ley de drogas y también adolescentes que habían sido sorprendidos por sus padres o por el colegio con algún tipo de sustancia prohibida por la ley (casi siempre, marihuana). También recibíamos casos asociados al VIH.
Con el correr del tiempo la demanda fue creciendo y, a la vez, comenzamos a observar que, en algunos casos de mayor complejidad, la psicoterapia individual que ofrecíamos resultaba insuficiente. En ese contexto, decidimos agregar espacios de psicoterapia grupal y grupos de familiares.
De esta manera, más tarde fueron incorporándose otros profesionales al equipo: algunos eran concurrentes y otros, profesionales que habían participado como alumnos de los cursos y estaban interesados en la temática.
La demanda siguió en aumento y la complejidad de los casos también, por lo que decidí redactar un proyecto de Hospital de Día para el abordaje de los consumos problemáticos y proponerlo a la coordinación del equipo de aquel entonces. El mismo fue presentado, pero eran años en los que resultaba impensable proporcionar una asistencia de mayor complejidad a personas con esta problemática dentro de un hospital y menos aún si este era general. El imaginario social, los factores estigmatizadores, el desconocimiento y la idea de que el único abordaje posible para esta problemática debía realizarse en granjas y comunidades terapéuticas para adictos (casi siempre con internaciones durante años y alejados de la comunidad) prevalecía sobre otras alternativas y funcionaba como una barrera infranqueable para la incorporación de tratamientos con fundamentos clínicos y éticos en dispositivos con base en la comunidad.
Tanto en el hospital como en el Ministerio de Salud, en aquella época imperaba la idea de que era posible recibir pacientes consumidores durante una hora, una vez por semana, pero