El dispositivo del Hospital de Día en Adicciones. Alberto Trimboli
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Llegó el año 2003 y, gracias al doctor Ricardo Soriano, director de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires, y del doctor Eduardo Grande, jefe de división de Salud Mental del Hospital Álvarez, más el interés de las autoridades del Ministerio (que deseaban mostrar a sus votantes que las adicciones formaban parte de las políticas de gestión del Gobierno de la Ciudad), se aprobó el proyecto de Hospital de Día de Adicciones.
Finalmente, el 11 de agosto de 2003 se realizó el acto fundacional, con la presencia de las autoridades y profesionales. Luego, en 2008, el equipo se transformó en Grupo de Trabajo, con la firma de la Resolución ministerial Nº 2701 y con su modificatoria, mediante Resolución Nº 57 del año 2011, adquirió legalidad.
El trabajo del equipo se incrementó y se incluyeron permanentemente más profesionales y prestaciones, con un aumento de la participación en diferentes actividades, dentro y fuera del hospital. Tanto es así que, en 2017, el Grupo de Trabajo de Adicciones fue declarado de Interés por la Honorable Cámara de Senadores de la Nación.
Beneficios del dispositivo
Teniendo en cuenta la posibilidad de contar con recursos terapéuticos ambulatorios y dispositivos intermedios con base en la comunidad, la internación en el área de Salud Mental debe ser considerada, en la mayor parte de los casos, como el fracaso del sistema de sociosanitario de una sociedad.
Es importante destacar que los beneficios que ofrece este dispositivo son numerosos; que se evite la internación es uno de los más relevantes. Además, al realizarse el abordaje de modo interdisciplinario, es posible evaluar al sujeto desde múltiples perspectivas, en tanto se favorece el fortalecimiento del lazo social. Por otra parte, la familia asume un rol fundamental al intervenir en forma activa, permitiendo que se trabajen las dificultades que a menudo surgen durante el tratamiento.
Este dispositivo permite abordar terapéuticamente los conflictos en la relación familiar y su entorno sin que exista una ruptura social, como sucede en la internación. Además, el sujeto tampoco es separado de sus actividades habituales, como por ejemplo el trabajo o el estudio. Es decir que posibilita un abordaje clínico intensivo mientras la persona mantiene su libertad.
Finalmente, otra de las ventajas a tener en cuenta es que un tratamiento de este tipo es mucho más económico que la hospitalización tradicional, tanto desde los costos del sistema de salud como en el aspecto psíquico y social.
Objetivos del Hospital de Día
Antes de comenzar a describir los objetivos propuestos del Hospital de Día, es necesario señalar que la puesta en funcionamiento de este dispositivo, desde el comienzo, se basó en la idea de romper el concepto dominante acerca de que los consumos problemáticos o las adicciones (tal como se las conoce en la actualidad) son enfermedades incurables asociadas al paradigma delincuencia, pobreza y violencia (Galli, 2015, p. 7), siendo el encierro, por consiguiente, la única respuesta para el tratamiento del denominado paciente “drogadicto”.
En realidad, en el trabajo diario nos encontramos con que, además de la práctica clínica, la tarea también demanda romper y desarticular las representaciones sociales imperantes, incluso entre los profesionales de la salud, que asocian el consumo con el denominado “flagelo de la droga”, como si esta problemática fuera un “mal” provocado por la intervención de fuerzas sobrenaturales o un castigo divino que lleva irremediablemente, en todos los casos, a cometer delitos o a manejarse como zombis que circulan por la vida como autómatas.
Parecería que, ante el “peligro” que representa esta “enfermedad incurable”, la internación constituye la única opción que encuentra la sociedad para dar respuesta a la demanda de las personas con consumo problemático de drogas. El encierro, entonces, no constituye “una respuesta técnica a un problema para especialistas, sino más bien una estrategia defensiva, destinada a mantener a los enfermos fuera de la sociedad” (Basaglia y Basaglia Ongaro, 1973).
En este contexto, además, es sumamente importante que el tratamiento se base en normas éticas, brindando a las personas que padecen esta problemática las herramientas que permitan que sean ellas mismas quienes decidan sobre su vida, evitando la exclusión, pero también la tutela.
Dicho esto, los objetivos del Hospital de Día son:
1. Lograr la inclusión sociosanitaria. Esto es fundamental; se trata de integrar a una persona al sistema de salud, dándole la posibilidad de circular por los mismos espacios por donde transitan la mayor parte de los ciudadanos para acceder a la atención sanitaria. Esto produce efectos terapéuticos.
Es habitual observar que, generalmente, las respuestas para las personas que padecen esta problemática consisten en programas socioculturales (canchas de futbol, espacios de cine, pintura o música), alimentación y otros aportes relacionados con necesidades básicas insatisfechas. Por supuesto, es innegablemente necesaria la implementación de este tipo de planes –especialmente en sectores de bajos recursos económicos– pero ese es solo un aspecto del problema. En efecto, el enfoque social no debe confundirse con el sanitario. Los problemas de consumo no solo deben tratarse desde lo social, sino también desde el punto de vista sanitario con abordajes clínicos, un rasgo ausente en la mayoría de esos programas.
2. Evitar la internación. El Dispositivo del Hospital de Día tiene por objeto, además, ofrecer un abordaje de alta complejidad ambulatoria como alternativa a la hospitalización de tiempo completo, evitando así la separación del sujeto de su entorno familiar, social, laboral y educativo. Sobre este punto, creo que es importante resaltar que, muchas veces, en las internaciones, además de quitar el bien más preciado de un sujeto –la libertad–, prácticamente no existen actividades terapéuticas de ningún tipo, reduciéndose el abordaje a la toma de medicación, actividades recreativas, comer y dormir.
3. Obtener el fortalecimiento del lazo social. Otro de los objetivos es ofrecer a la persona un espacio social transitorio, para favorecer el fortalecimiento del lazo social mediante la interacción continua con el resto de los pacientes, los profesionales del equipo y los demás actores de los diferentes servicios integrantes del hospital.
4. Evitar la estigmatización y exclusión. Como ya hemos descripto, las personas con esta problemática sufren un continuo rechazo por parte de la sociedad, en general, y del sistema de salud, en particular. Incluso es frecuente observar cómo este proceso es naturalizado por los pacientes y sus familias, que aceptan pasivamente el lugar que la sociedad les asigna. La incorporación de estas personas al hospital general favorece su integración y evita la estigmatización y exclusión del ámbito de salud, al permitir la inclusión sociosanitaria y el pleno uso de sus derechos.
Relación intrahospitalaria y con otros sectores de la sociedad
En el sistema de salud argentino no existe una verdadera articulación comunitaria, colectiva y territorial similar al existente en la Ciudad de Trieste (Galli, 2015, p. 8). Por eso, al ocuparnos de una problemática de salud que atraviesa múltiples esferas de la vida