Terroristas modernos. Cristina Morales

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Terroristas modernos - Cristina Morales Candaya Narrativa

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Ulloa: Poeta regalista autora de versos en apoyo absolutismo. Perseguida y condenada por la censura dirigida por Domingo Torres durante las Cortes de Cádiz. Asiste al baile clandestino de la conspiración.

      Jesús Molina: Exguerrillero de la Guerra de Independencia. Trabaja como vendedor ambulante de bollos. Es ángulo superior de Mateo Arruchi, Pedro Pomares y Manolo Montalvo. Se desconoce su ángulo superior.

      Pedro Pomares: Exguerrillero de la Guerra de Independencia. Ángulo inferior de Jesús Molina.

      Manolo Montalvo: Exguerrillero de la Guerra de Independencia. Ángulo inferior de Jesús Molina.

      Alfonso Beiro: Mozo de cordel y músico. Integrado en la conspiración pero fuera de la estructura triangular.

      Leonardo Güemes: Mozo de cordel y músico. Integrado en la conspiración pero fuera de la estructura triangular.

      Aleixo Prado: Mozo de cordel y músico. Integrado en la conspiración pero fuera de la estructura triangular.

      Jaime Somorrín: Artista de la compañía de fantasmagorías González Mantilla. Es ángulo inferior de Domingo Torres.

      González Mantilla (el dueño): Dueño y artífice de la compañía de fantasmagorías de su mismo nombre y con la que participa en el baile clandestino de la conspiración.

      Sargento Núñez: Guardia de Corps del rey. Es ángulo inferior del coronel Rovira, también Guardia de Corps.

      Coronel Rovira: Guardia de Corps del rey. Es ángulo superior del sargento Núñez, también Guardia de Corps.

      Coronel Solana: Guardia de Corps del rey. Integrado en la conspiración aunque se desconocen sus ángulos inferiores y superiores.

      Ramón Calatrava: Oficial de un Ministerio. Es otro de los ángulos superiores de Richart.

      Blas Velázquez: Primo político de Richart por ser el marido de su prima carnal Ramona Pont (Moneta) y padre de José Velázquez. Encubridor de Richart.

      Jan Hipolit Wisniewski: Excapitán del ejército polaco en la Guerra de Independencia, aliado de las tropas napoleónicas. Está integrado en las altas esferas de la conspiración, aunque se desconocen sus ángulos inferiores y superiores.

      Marqués de Santa Cruz: Encargado del vestuario de los conspiradores y de la decoración del baile. Está integrado en las altas esferas de la conspiración, aunque se desconocen sus ángulos inferiores y superiores.

      I

      NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO:

      DE LA CONSPIRACIÓN LIBERAL AL TERRORISMO CONSTITUCIONAL. CIUDADANOS INDIGNADOS

      1

      La razón era una sola. El notario. Porque el notario era un liberal de los primeros, era amigo de los de la Constitución. Pasó las fiebres en Cádiz. El notario odiaba a Fernando séptimo y no le importaba jugarse el puesto porque tenía buenos amigos, los de la Constitución, que podrían colocarlo en una capital liberal, en la misma Zaragoza. Por eso se pasaba por los cojones los decretos de marzo de 1814 y no los aplicaba. Si le venía un terrateniente que no quería pagarle el diezmo a la Iglesia, le hacía un papel diciendo que no tenía medios suficientes para mantener a su familia y lo excusaba del diezmo. Si le venía un criollo diciendo que no le dejaban ejercer de médico por criollo, el notario le hacía un papel diciendo que su padre y su madre eran españoles y que la negrura le venía de los bisabuelos, y que ganó una medalla en Bailén. Si le llegaba una mujer diciendo que era la mayor de cinco hermanos, todos machos, y que el padre en su testamento la había ignorado, el notario hacía un papel que decía que la hermana mayor se hacía cargo de toda la herencia porque también se tenía que hacer cargo de los cuatro hermanos, y con viento fresco el mayorazgo.

      Esa era la razón. Que el notario le había bailado el agua a Catalina Castillejos, que Castillejos se iba a quedar con doce hectáreas de olivos y él con ninguna. No se da cuenta el notario de que convertir el mayorazgo en mayorazgo de hembra también es injusto, es una injusticia pero moderna, que puestos a ser avanzados habría que dividir la tierra en partes iguales. De eso me doy cuenta hasta yo, que me importan una mierda la Constitución, Napoleón y el rey. Eso es porque la pretende, y pretendiéndola se queda él también con las doce hectáreas de olivos. Qué ama más el notario: la Constitución del doce o las doce hectáreas. Esa es la razón, el notario, porque a su hermana la adora. La ha abandonado en la taberna y ha enfilado el camino al Escorial solo con el mozo y el cochero. El cochero no ha tirado del caballo inmediatamente. Ha mirado antes a los lados y ha preguntado por la señorita, y en respuesta ha recibido la misma orden, más vigorosa y aguda, de que arranque. El mozo, sentado frente a él, lo ha mirado con una interrogación pavorosa. El hermano no ha soportado la censura y lo ha mandado al pescante. A ver si la lluvia te quita esa cara de retrasado, le grita, y se repite la única razón, el notario, sin pensar ni en lo que le dirá al padre ni en que se arrepentirá, ni en que dentro de una semana, cuando cierre el trato en Valladolid, volverá a por Castillejos desesperado y culpable porque la adora, de verdad que la adora.

      2

      Tú come tranquila que está diluviando. Ya aparejamos nosotros el coche. Le dejó el baúl afuera del mesón con la esperanza de que lo viera antes que nadie, y veinte napoleones entre la ropa. Catalina Castillejos terminó de cenar y fue al establo. Llamó al hermano preguntando su nombre, luego al mozo y al cochero, y sólo oyó el resoplido de una yegua y la lluvia a sus espaldas. Era cálido el establo. Salió y gritó Ángel, Migue, Filo, Migue, en mitad de la tormenta y de la plaza. Migue, Migueli. Vio un desorden por el suelo y perdió la prisa de estar mojándose. Reconoció los objetos como pistas escabrosas e inverosímiles, hasta que divisó su baúl saqueado. Agarrada a una camisa pensó nos han robado, los han matado, y corrió adentro. Los caballeros que estaban conmigo, ¿los ha visto usted? Cuáles. Un señorito recio algo más alto que yo, rubiasco, con terno azul, no, verde, con terno verde y con un mozo así flaco y otroah sí, la interrumpió el mesonero. Lo suyo lo han dejado pagado, no debe usted nada. ¿Que se han ido? El mesonero evitaba interesarse por ahorrarse la molestia del socorro. Sí señora. ¿Los ha visto usted irse? Sí señora, mi zagal les ha acompañado al establo y les ha cobrado la alfalfa, concluyó. ¿No le han dicho nada al chico antes de irse, ni a usted? ¿Dónde está el chico que le pregunte? No señora, no le han dicho nada al chico, volvió a concluir. ¿Es ese de ahí? ¡Eh! Oye, ¿no te han dejado un recado para mí los señores que se acaban de ir? Cuáles. Unos con un coche grande, como una diligencia pequeña. De cuántos caballos. De cuatro. Pardos. Sí. No, ningún recado. ¿Estás seguro? Sí señora. Tres pardos y uno más gris. ¿Con una mancha en la oreja el gris? ¡Exactamente! Ningún recado. ¿Y estaban normales o nerviosos? Muy normales y muy calmos, uno medio dormido. ¿El señorito iba medio dormido? No, señora, un caballo. El chico se acercó a Castillejos y susurró el señorito tenía prisa por irse, porque no me ha dado lugar ni a devolverle el cambio.

      Depuso cualquier estrategia. El límite de la mente de Catalina Castillejos era su frente: esperaré aquí. Volvió a la lluvia y se puso a doblar la ropa mojada sobre el regazo mojado. Pero con qué dinero, pensó. Pasó la mano por el interior del baúl, sacudió la ropa que acababa de doblar, recorrió el baúl de nuevo. Esperaré aquí. El pensamiento seguro, de ida y vuelta, el muro de contención de los demás,

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