E-Pack HQN Susan Mallery 2. Susan Mallery

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack HQN Susan Mallery 2 - Susan Mallery страница 55

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack HQN Susan Mallery 2 - Susan Mallery Pack

Скачать книгу

Con mucho carácter, pero buenos animales. ¿Sabes algo de caballos?

      Heidi metió las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros, haciendo que su pecho se arquera hacia delante. Rafe se dijo a sí mismo que era un gesto inconsciente. No estaba coqueteando con su hermano, no estaba intentando que se fijara en la feminidad de sus curvas. Aun así, deseó interponerse entre ellos, cambiar el rumbo de la conversación.

      –Cuidamos a dos caballos en el rancho. Soy yo la que se encarga de ellos. Si quieres, puedes ir a verlos y llamar a sus propietarios para pedir referencias.

      –Si el precio es justo, me interesa –contestó Shane.

      –Podríamos ir al establo después de cenar –Heidi sonrió–. Puedes decirme lo que esperas de mí y después podemos negociar.

      –Me gusta como suena eso.

      –Muy bien, muy bien –incapaz de aguantarse, Rafe se acercó hacia ellos–. Heidi está fuera de tu alcance. Mamá y yo estamos viviendo aquí.

      Shane frunció el ceño.

      –¿Y eso qué tiene que ver con esto?

      Rafe esperaba que Heidi lo comprendiera, que apreciara su deseo de protegerla. Pero en cambio, pareció enfadarse.

      –Rafe tiene unas ideas un tanto peculiares sobre cómo deben hacerse las cosas –contestó–. Y sobre qué pertenece a quién.

      Rafe tenía la sensación de estar perdiéndose una parte importante de aquella conversación, algo que le parecía imposible. Había estado allí en todo momento. Pero entonces, ¿por qué no sabía a qué se refería Heidi?

      Shane le pasó el brazo por los hombros a Heidi.

      –Rafe tiene ideas peculiares sobre muchas cosas.

      A Rafe no le estaba haciendo ninguna gracia lo que estaba pasando allí, pero antes de que hubiera podido protestar, sonó su teléfono móvil.

      Lo sacó del bolsillo, miró la pantalla y gimió.

      –Nina –musitó.

      –¿Quién es Nina? –preguntó su hermano.

      –Su casamentera –le explicó Heidi–. Está en San Francisco. La ha contratado para que le encuentre a la esposa perfecta.

      Lo único bueno que salió de aquel tema de conversación potencialmente desastroso fue que Shane dejó caer el brazo y se volvió hacia Rafe.

      –¿Has contratado a una persona para que te busque esposa? –Shane se echó a reír mientras formulaba la pregunta. Le palmeó la espalda a su hermano–. ¿Me estás diciendo que a pesar de ser millonario no has sido capaz de conseguir una chica?

      Rafe pulsó una tecla para rechazar la llamada.

      –Puedo conseguir perfectamente una chica.

      –Supongo que eso es verdad –terció Heidi–. La pregunta es: ¿puedes conservarla?

      Y sin más, se marchó.

      Shane soltó un largo silbido.

      –No sé lo que está pasando aquí, pero tengo la sensación de que has metido la pata en algo.

      –Eso parece.

      No podía culpar a Heidi por estar enfadada. No habían tenido oportunidad de hablar en todo el día y de repente le veía recibiendo llamadas de la persona a la que había contratado para encontrar esposa. No podía culparla por desear ver su cabeza clavada de un palo.

      –¿Mamá lo sabe?

      Rafe miró a su hermano con el ceño fruncido.

      –¿El qué?

      –Que Heidi y tú estáis juntos.

      –No estamos juntos. No es exactamente así.

      –Te estás acostando con ella –no era una pregunta.

      –Sí.

      –Y has contratado a una persona para que te busque esposa.

      –Eso fue antes.

      –Nina continúa llamándote, hermanito. Déjame a ver si lo entiendo. Te estás acostando con la mujer a la que quieres quitar el rancho mientras vives con tu madre y estás intentando encontrar esposa –Shane le palmeó la espalda–. Supongo que puedes considerarte afortunado.

      –Vete al infierno.

      –¿Por qué no me cuentas cómo andan las cosas por allí, Rafe? Tengo la sensación de que lo sabes por experiencia propia.

      Heidi bajó la mirada hacia las hojas que tenía en la mano. Las notas que le había entregado Shane ocupaban tres páginas.

      –Cuando muera, quiero reencarnarme en uno de tus caballos.

      –No es la primera vez que me lo dicen –contestó Shane, acariciando a la yegua–. Soy de la opinión de que hay que tratar bien a los animales.

      Heidi contempló los seis caballos que Shane había llevado al rancho. Eran preciosos. Su pelo resplandecía y bajo él se dibujaban los músculos de los animales. Tenían una mirada inteligente y curiosa y se habían mostrado suficientemente sociables cuando Shane había hecho las presentaciones.

      –Estaré aquí unos días –dijo Shane mientras salía de uno de los cubículos y cerraba la puerta tras él–. Tendremos oportunidad de revisarlo todo. Y me aseguraré de que montes a todos los caballos antes de irme. Esos de allí son fáciles. No deberías tener ningún problema con ellos.

      –No sé si me hace mucha gracia lo que acabas de decir –admitió Heidi mientras le seguía fuera del establo–. Estás insinuando que algunos de tus caballos son difíciles de llevar.

      –Algunos son muy temperamentales –admitió–. Tengo un semental que no para de causarme problemas. Pero físicamente es perfecto y además es increíblemente inteligente.

      –Eres un jugador. Te gusta arriesgar.

      –Solo en lo que se refiere a los caballos. He invertido en él prácticamente todo lo que tengo, así que espero que sea un negocio con éxito.

      –Mi imperio del queso está demostrando tener un gran potencial. Si este caballo funciona, podrás venir a trabajar para mí.

      Shane se echó a reír.

      –Te lo agradezco.

      Estaban al lado del corral principal. A lo largo de los últimos días, el verano había ido llegando a Fool’s Gold. El cielo era azul, la temperatura cálida. Era la clase de tiempo que le hacía desear estar con alguien. Pero el único compañero que parecía interesado en ella en ese aspecto había resultado ser un embustero. Era una pena que no se hubiera enamorado de Shane, pensó sombría. El hermano de Rafe era tan atractivo como él. Pero

Скачать книгу