Fútbol. Marco Monteleone
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•Reducción del número de errores (valoración del riesgo): el jugador debe tener presente que su actuación o no actuación influye sobre todo en el funcionamiento del equipo; en consecuencia, tiene que valorar el riesgo de cada decisión.
•Ayuda mutua (ser siempre útil): el juego del fútbol ha evolucionado aumentando la colaboración entre compañeros: «En cada subfase del juego siempre hay que pensar cómo, cuándo y dónde puedo ser útil para el resto de compañeros de mi equipo».
•El mantenimiento de los puestos (equilibrio de las situaciones espaciales): cada jugador tiene que ser consciente de su función y de su ubicación en el campo para conseguir un funcionamiento óptimo del equipo.
•Distribución equilibradora de los espacios de juego (asegurar los apoyos en amplitud y profundidad en el juego en todo instante): esto significa que hay que asegurar un equilibrio espacial en el sentido vertical (profundidad) y horizontal (amplitud) para un correcto desarrollo de una determinada subfase del juego y, sobre todo, para estar preparados para afrontar un cambio de subfase.
•Variación y alternancia de los medios técnicos individuales y colectivos en situaciones similares (respuestas variadas evitando exceso de previsibilidad): respetando la naturaleza del fútbol, los jugadores tienen que estar acostumbrados a variar sus respuestas motrices en situaciones similares (fomentando la creatividad en los entrenamientos) para poder provocar una conducta errónea del contrario o, por lo menos, tiempos de reacción más largos.
•Sincronización espacial y temporal de las acciones (ajustar cada intervención de cada jugador a las acciones de los compañeros, evitando acciones simultáneas sobre el mismo espacio o muchos jugadores al mismo tiempo sobre distintos espacios): esto significa que los jugadores deben conocer no sólo los distintos medios técnico-tácticos útiles en cada situación, sino que también deben saber coordinarse entre ellos respetando una correcta secuenciación espacio/temporal (timing).
•La adaptación del juego a las posibilidades potenciales propias y a las características del adversario (el sistema debe adaptarse a la fuerza potencial de cada equipo): a la hora de dibujar un modelo de juego no hay que olvidar que los jugadores son los protagonistas, y los contarios, sus antagonistas; esto que parece obvio tiene que ser el punto de salida para no descontextualizar el modelo de juego de la realidad teniendo siempre en mente a quién se entrena y en qué nivel competitivo (calidad de la liga).
•Jugar con la intención del contrario (Lillo, Caneda): es importante que en ambas fases los jugadores sepan reconocer algunas señales de los contrarios que indican un determinado comportamiento para adaptar sus respuestas motrices.
Principios específicos del juego colectivo en ataque (Antón, 1998)
•Cambio rápido y decidido a situación de ataque: un cambio rápido de rol de defensa a ataque permite reducir los tiempos de reacción para aprovechar los momentáneos desequilibrios propios de un cambio de fase de ataque a defensa de los contrarios. El cambio de rol representa la unión entre las fases del juego; por lo tanto, cuanto más se desarrolle este aspecto mental, más fuertes serán las relaciones entre fases.
•Movilización de la defensa atacando permanentemente en amplitud y profundidad: para los defensores es más fácil defender a un equipo estático que no ocupa todos los espacios del juego, por eso quien ataca no tiene que dar muchas referencias al equipo rival (aunque respetando las características de los jugadores, los hay más eficaces para mover el balón, desplazándose continuamente, y otros más estáticos). En definitiva, hay que mover a los defensores para sacarlos de las zonas para ellos más cómodas y poder así aprovecharse de los espacios que se van a generar.
• Observación de espacios libres y de las posibilidades de progresión y penetración: como consecuencia del principio anterior, si se realiza una correcta ocupación de los espacios en profundidad y en amplitud movilizando la defensa, se van a generar espacios libres para progresar. Los jugadores tienen que saber reconocerlos y aprovecharse de ellos para llegar, en última instancia, a una situación de finalización: «mantengo la posesión para movilizar la defensa, movilizo la defensa para progresar, progreso para finalizar».
•Estructuración, creación y explotación de situación de superioridad numérica: sin considerar situaciones puntuales (como una expulsión), el fútbol se juega 11 contra 11, pero esto no significa que con los movimientos oportunos, aprovechando los eventuales desequilibrios defensivos o por la disposición espacial de los dos equipos, no se generen situaciones ofensivas de superioridad numérica en determinadas zonas del campo. Los jugadores tienen que saber individualizar estas situaciones teniendo en cuenta dónde y cuándo se producen y, así, saber aprovecharse de las momentáneas ventajas.
•El cambio de juego de un extremo a otro (búsqueda de zonas menos densificadas): entendemos como extremos los hombres que en situaciones ofensivas ocupan los espacios cercanos a las líneas de banda; estos jugadores tienen que ser posibles receptores en los cambios de juego directos e indirectos (en largo o en corto) para asegurar la posesión, dado que muy probablemente ocuparán zonas con menos densidad defensiva.
•Variación del ritmo de las acciones (evitar ritmo uniforme): según la RAE se entiende como ritmo el «orden acompasado en la sucesión o acaecimiento de las cosas». El ritmo constante en las jugadas de ataque representado por la velocidad de circulación del balón y la velocidad de la carrera de los jugadores provoca una rápida adaptación de los defensores; por ello, hay que variar el ritmo con los dos parámetros para que el equipo defensor se reorganice, provocando continuamente su desgaste físico y, al mismo tiempo, incertidumbre.
Principios específicos del juego colectivo de defensa (Antón, 1998)
•Cambio rápido y decidido a situación defensiva: un cambio rápido de atacante a defensor reduce el tiempo de juego al nuevo poseedor y a los posibles receptores del balón para organizarse en la fase de ataque, y además aumenta las posibilidades de volver a recuperar rápidamente la posesión del balón. El cambio de rol representa la unión entre las fases. Cuanto más se desarrolle este aspecto mental, más fuertes serán las relaciones entre fases.
• Lucha permanente por el balón: la fase de no posesión no tiene que ser considerada una fase pasiva; también cuando se defiende se puede tener una actitud positiva y mantener la voluntad de recuperar la posesión del balón.
•Mantenimiento del equilibrio defensivo (nunca podemos ser inferiores numéricamente en la zona del balón): mediante movimientos colectivos hay que evitar que el contrario se encuentre en igualdad o superioridad numérica. Si así fuera, se debe tomar tiempo para volver a reequilibrar la situación, favoreciendo el repliegue de los compañeros, abandonando los espacios inútiles.
•Ataque permanente al jugador con balón: para reducir el espacio y el tiempo de decisión y ejecución al poseedor del balón es oportuno acosarlo, eso sí, con más o menos intensidad según la estrategia defensiva y, en consecuencia, según la zona del campo donde se encuentra el balón.
•Concentración defensiva en las zonas más peligrosas de actuación del adversario: normalmente, la zona frontal en la cercanía del área es considerada la zona más peligrosa. Los defensores, con la intención de proteger la portería, tienen que concentrarse en esta área, reduciendo las distancias entre ellos con un movimiento colectivo que recuerda la forma de un embudo (cuanto más atrás, más me acerco al eje longitudinal del campo, abandonando los espacios inútiles).
•Rechazo del adversario (orientar los recorridos de los atacantes a zonas de poca eficacia): el movimiento en embudo disuade a los contrarios a jugar por el carril central y los orienta hacia zonas más alejadas de la portería (en algunas ocasiones