Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias Autoras
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Pack Bianca y Deseo marzo 2021 - Varias Autoras страница 14
De repente, Paul rompió el beso. Lia estuvo a punto de lanzar un grito de protesta, pero el gélido aire del mar le golpeó con fuerza la acalorada piel y la devolvió a la realidad. Dio un paso atrás, sorprendida de la falta de apoyo que le ofrecían las rodillas. Colocó la mano sobre el torso de Paul para recuperar el equilibrio y notó que él espiraba con fuerza. Su propio corazón latía a toda velocidad como consecuencia del beso.
Levantó la mirada y vio la llama del deseo reflejada en aquellos ojos verdes. Un momento después, desapareció por completo. ¿Se lo había imaginado? Por mucho que le doliera abandonar la calidez y la comodidad de sus brazos, Lia necesitaba distanciarse para recuperar la compostura y darle sentido a lo que acababa de ocurrir. Paul le había dejado muy claro que ella no le gustaba. Entonces, ¿qué era lo que estaba haciendo?
–¿Ha sido eso para determinar si es verdad que me siento atraída por ti? –le preguntó ella mirando la expresión de Paul y esperando que no hubiera sido esa la razón del beso.
–¿Por qué crees que yo sería capaz de hacer algo así? –replicó él mientras se deslizaba el pulgar por el labio inferior.
–Porque no te crees nada de lo que digo –respondió ella, completamente hipnotizada por aquel gesto, con cierta amargura. El tono de su voz la sorprendió, porque deseó que la opinión de Paul no fuera tan importante para ella–. Bien, ¿cuál es el veredicto? ¿Crees que me siento atraída por ti?
–Sí. ¿No me vas a preguntar si el sentimiento es mutuo? –añadió Paul al ver que ella guardaba silencio.
–No. No quiero jugar a eso contigo.
El rostro de Paul parecía estar tallado en piedra.
–Le dije a Ethan que, por el momento, seguiré vuestra mentira.
–Genial –dijo ella. Se sentía derrotada, aunque no sabía por qué aquella noticia le había molestado tanto–. Estoy segura de que eso alegró mucho a Ethan.
Paul la miró durante unos segundos antes de asentir.
–Deberíamos regresar.
Realizaron el trayecto a Charleston casi en silencio. Lia tenía que ordenar sus sentimientos sobre el beso, sobre el hecho de que Paul hubiera aceptado tan repentinamente que ella se hiciera pasar por su prima y lo que ocurriría si sus razones para representar el papel salían a la luz.
Sospechaba que la fuerte atracción que sentía por Paul podría transformarse en algo más, algo que no se parecería en nada a lo que había vivido antes. Nunca había experimentado tal deseo de estar con un hombre. Esa necesidad la asustaba un poco, pero no podía ignorar la potencia de su deseo. No podía fingir que rendirse a la tentación no tendría consecuencias. No se imaginaba que el deseo que sentía por él desaparecería en un día. Incluso si Paul nunca descubría de dónde venía, tenía la intención de volver a la carretera en cuestión de pocas semanas. Para su tranquilidad futura, necesitaba embotellar sus sentimientos en aquel mismo instante.
Desgraciadamente, lo que estaba ocurriendo entre Paul y ella en aquellos instantes no era solo una bomba emocional que estaba a punto de explotar. El modo en el que su madre y su tía le habían dado la bienvenida a la familia la había afectado de un modo que no había esperado. A pesar de que se sentía culpable por el fraude que estaban haciendo, el amor que todos ellos habían mostrado por la niña perdida había hecho que Lia se preguntara cómo la recibirían a ella si alguna vez se pusiera en contacto con la familia que su madre había dejado en Seattle.
Jen Marsh se había marchado poco después de terminar la secundaria y no había vuelto a mirar atrás. El hecho de que jamás se quedara mucho tiempo en un lugar significaba que rara vez formaba vínculos duraderos. Y lo mismo le ocurría a Lia.
Aunque no había disfrutado nunca de apoyo de una familia, en ocasiones Lia añoraba pertenecer a una. En realidad, no se imaginaba pertenecer a una familia tan grande y unida como los Watts. La realidad era que muy pronto estaría viviendo entre ellos y que todos esperarían que compartiera detalles de su vida. Jen Marsh se había tomado muchas molestias para escapar de su pasado y crear una vida anónima para Lia y ella. Si Paul seguía escarbando en su pasado, podría poner todo aquello en peligro. ¿Le interesaría a alguien la historia sobre la nieta de un estafador tres décadas después de que él ingresara en la cárcel? Lo dudaba, pero para estar segura, sería mejor que evitara la atención pública en las próximas dos semanas.
Después de parar brevemente en su apartamento para que ella pudiera recoger su limitado guardarropa, Paul la llevó directamente a la casa de Grady. Constance los estaba esperando y la condujo a la planta superior, donde estaban los dormitorios, explicándole la historia de la casa al mismo tiempo.
–Fue construida en 1804 por Jacob Birch y sus descendientes vivieron aquí hasta 1898, cuando la compró Theodore Watts. La casa es propiedad de la familia Watts desde entonces.
–Vaya, eso es mucho tiempo. ¿Y aquí solo vive Grady?
–Grady lleva solo aquí desde que perdió a su esposa a finales de los años sesenta –añadió Paul–, pero las gemelas Shaw viven en la casa del guardés y yo paso las noches en los antiguos establos de vez en cuanto. Con más frecuencia desde que tuvo el ictus.
–Debe de gustarle teneros a todos tan cerca…
–Las dos chicas están tan ocupadas con sus estudios y vidas sociales que por eso es maravilloso que te alojes aquí con Grady. ¿Te has traído traje de baño? La piscina se arregló hace poco. Este era el dormitorio de tu madre –le dijo Constance mientras la llevaba a una habitación que quedaba justo enfrente de la de Grady–. Es la mejor habitación, después de la suite de Grady.
–¡Vaya!
La enorme y luminosa estancia daba a los jardines. Lia contempló los enormes ventanales, la maravillosa cama y el enorme armario acristalado que dominaba una pared entera. Incluso con los dos disfraces de princesa que ella tenía, Lia sabía que su ropa no ocuparía ni la mitad de aquel espacio.
–Parece que te gusta –comentó Constance encantada.
–Nunca he estado en un dormitorio tan grande ni tan bonito –dijo Lia–. Es mucho más grande de a lo que yo estoy acostumbrada.
Lia era minimalista tanto por deseo como por necesidad. Necesitaba muy pocas cosas porque el hecho de vivir en una caravana en la que viajaba por todo el país la había acostumbrado a vivir tan solo con lo esencial. La única excepción era su cada vez más amplia colección de disfraces de princesa. Sin embargo, en el momento en el que había entrado en aquel dormitorio se había quedado atónita, no solo por el lujo y comodidad del dormitorio, sino también por el hecho de contar con un cuarto de baño que era mayor que su propia caravana. Se imaginó dándose un largo baño en la maravillosa bañera, pero, entonces, la realidad se volvió a apoderar de ella. No estaba de vacaciones. Dentro de un par de semanas, volvería a estar con Misty en la carretera.
–Acostúmbrate –le aconsejó Constance–. Vas a estar con nosotros mucho tiempo…
Lia sintió que se le hacía un nudo en la garganta. La familia Watts era totalmente opuesta