Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias Autoras
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–¿Qué quieres decir? –preguntó Constance mirando las cajas y la pequeña bolsa de viaje de Lia–. ¿Cómo es posible?
–No tengo mucho sitio en mi caravana –explicó Lia–. Y tampoco necesito muchas cosas.
–Eso era en tu vida de antes. Ahora eres una Watts y deberías vestirte como tal –comentó Constance mientras miraba las mallas de yoga y la camiseta que Lia llevaba puestas–. Tenemos que comprarte ropa nueva. Las gemelas te pueden enseñar sus boutiques favoritas.
–No hay necesidad –comentó Lia mirando a Paul con cautela–. Estoy segura de que Poppy y Dallas están demasiado ocupadas para llevarme de compras. Además, solo voy a estar aquí un par de semanas.
–Tonterías. Tienes que quedarte más tiempo. Por ti, Grady se está poniendo mejor a cada día que pasa. No hay necesidad de que estés metida en la casa todo el tiempo. Las gemelas y Ethan te pueden llevar por ahí para que conozcas a sus amigos. Tengo varios eventos en las próximas dos semanas a los que todos vamos a asistir. Cuando se corra la palabra, todo Charleston estará deseando conocerte.
Mientras Constance hablaba, la ansiedad de Lia iba cada vez más en aumento. Recurrió en silencio a Paul, pero él permaneció en silencio. Lia frunció el ceño al darse cuenta de que su actitud era deliberada. No quería prestar ayuda para demostrar lo alocado que era el plan de Ethan. Como si Lia necesitara que se lo mostrara.
–En estos momentos, me siento verdaderamente abrumada –protestó Lia–. No estoy acostumbrada a tanta atención. Si no te importa, me gustaría centrarme en conseguir que Grady se ponga mejor.
–Sí, claro, por supuesto –dijo Constance algo sorprendida y un poco avergonzada–. Supongo que me he emocionado un poco. Estamos tan contentos de tenerte en casa…
Por fin, Paul pareció apiadarse de Lia.
–Mamá, ¿por qué no la dejamos a solas para que deshaga su maleta?
La mirada de agradecimiento que ella le dedicó solo consiguió que él frunciera el ceño. Ciertamente, no había manera de caerle en gracia.
–Por supuesto –dijo Constance–. Reúnete con nosotros abajo cuando hayas terminado. ¡Ah! Casi se me había olvidado –añadió cuando estaba a punto de marcharse–. Hay un pequeño regalo de bienvenida para ti en la mesilla de noche.
La primera reacción de Lia fue mirar a Paul y luego protestar porque ella no necesitaba regalos.
Cuando por fin se quedó a solas, comenzó a colocar en los cajones de la cómoda sus escasas pertenencias. Entonces, sucumbió a la curiosidad para ver qué era el regalo. Un estuche pequeño y aplastado esta sobre la cómoda junto a nota escrita en una elegante hoja de papel.
Esto perteneció a tu abuela. Pensamos que deberías tenerlo tú. Constance.
Lia retiró la cinta del estuche y lo abrió. Sobre terciopelo negro, había un relicario muy antiguo. Sintió que se le hacía un nudo en el corazón cuando lo abrió y vio que contenía una fotografía de Ava cuando solo era una adolescente. Se sentó en la cama y miró la fotografía, pensando en todos los sucesos que la habían llevado hasta aquel momento y deseando haber hecho muchas cosas de un modo muy diferente.
–Hola.
Lia levantó la mirada y vio a Ethan, imponente con un elegante traje azul con corbata color lavanda.
–Hola.
–¿Te parece bien alojarte aquí durante las próximas dos semanas? –le preguntó Ethan mientras entraba en la habitación–. Tanto mi madre como mi tía Lenora pueden ser muy insistentes y no quiero que te sientas presionada.
–Pienso pasar la mayoría de ese tiempo con tu abuelo, así que creo que podré soportarlo durante un par de semanas.
Ethan se acercó a ella y le tomó la mano.
–Sé que esto no es lo que habíamos planeado en un principio. Estoy en deuda contigo por ayudar de esta manera.
–No, de verdad. Solo quiero traerle algo de paz a tu familia.
–Ciertamente lo estás haciendo.
–¿Puedes convencer a tu madre para que no me presente delante de todo Charleston como la hija de Ava? Eso podría terminar complicándolo todo y no quiero que tu familia sea objeto de chismorreos.
–Claro, yo me ocuparé.
–Gracias, porque tu hermano no me ha ayudado en nada. Pensaba que quería mantenerme lejos de su vida.
–Sé que resulta muy difícil creerlo, pero me parece que Paul cambiará de opinión cuando te conozca.
–Eso espero…
El recuerdo del beso que habían compartido hizo que se le ruborizaran las mejillas y que el deseo se despertara dentro de ella.
–Resulta inquietante la enorme antipatía que siente por mí.
Capítulo Cinco
Paul terminó un poco antes de trabajar y se dirigió a la casa de su abuelo para ver cómo estaba. Antes de que Lia Marsh entrara en sus vidas, su jornada laboral jamás tenía hora de finalización, pero últimamente no se podía concentrar tanto en sus actividades diarias.
Cuando no estaba tratando de investigarla, se sorprendía recordando el momento en su casa en el que se había rendido al deseo de besarla. En varias ocasiones en los últimos días, habría dado cualquier cosa por escapar del recuerdo de cómo la había sentido entre sus brazos, de lo suaves que eran sus labios y del deseo que lo llevaba a imaginar lo sedosa y fragante que sería la piel de Lia bajo sus manos.
Su intención había sido desestabilizarla, pero en realidad no había conseguido averiguar nada sobre sus planes. Además, a lo largo de la última semana ella no había dado ningún paso en falso que confirmara que no era tan buena como parecía. Aún no había averiguado cuál era su motivación para hacerse pasar por la nieta de Grady. No había descartado aún el dinero, pero no había encontrado nada que la delatara.
También se le ocurrió que tal vez se estaba preocupando por algo que no debía. Solo quedaba una semana para que ella se marchara y Grady seguía mejorando. Sin embargo, cuando le dijeran que la prueba genética no era válida y que Lia no era su nieta, ¿volvería a empeorar de nuevo la salud del anciano? Lia seguía insistiendo que, cuando ella se marchara, Grady seguiría mejorando solo, pero, ¿y si ella era el oxígeno que mantenía ardiendo la llama del deseo de vivir de Grady?
Se bajó de su vehículo con la intención de marcharse a los antiguos establos para tomarse una cerveza bien fría. Entonces, escuchó un ligero canturreo por encima del crujido de la grava bajo los pasos y comprendió de quién se trataba. Era Lia.
Después del beso que habían compartido, había evitado quedarse a solas con ella. La mujer que salió de entre las plantas ejerció sobre él un impacto…
¿Qué diablos?
Lia se había