Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa Southwick

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Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick Omnibus Julia

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después de las cinco, Emily se detuvo en el aparcamiento de la guardería. Aparcó en un espacio vacío cerca de la entrada. Salió del coche, lo cerró y entró en el edificio. Llamó a la puerta del despacho de Sophia, que estaba semiabierta, y su amiga alzó la vista de la pantalla del ordenador.

      Sophia tenía una bonita sonrisa, pero sus ojos grises siempre mantenían una cierta tristeza. Eso se debía a su trabajo como asistente social en el departamento del condado. Trabajaba con niños que necesitaban ayuda de verdad y que podían romperte el corazón con sus historias. Por eso había decidido también trabajar en el sector privado.

      Era una pelirroja de cabello corto y belleza natural. Los hombres la deseaban y las mujeres la envidiaban. Emily admiraba su lealtad y su sentido de la amistad.

      —Hola —dijo alzando una mano en gesto de saludo.

      Sophia se puso de pie y rodeó el escritorio para darle un abrazo.

      —Hola, ¿has venido a recoger a Annie?

      —Sí, porque Cal está trabajando y no podía venir.

      —Hacía mucho que no venías a verme.

      —Lo sé. Normalmente tengo mucha prisa cuando vengo. Todo ha sido una locura desde…

      Su amiga apoyó una cadera en la esquina del escritorio y terminó la frase por ella.

      —Desde que le dijiste a Cal que tenía una hija. ¿Qué tal va todo?

      —Bueno, ya sabes —Emily se encogió de hombros.

      —Si lo supiera, no te lo habría preguntado. ¿Por qué no quieres hablar de ello?

      —Son muchas cosas y no tengo tanto tiempo.

      —De acuerdo —asintió Sophia—. ¿Por qué no empiezas por Cal? ¿Cómo está?

      Guapo. Carismático. Sexy.

      —Está bien.

      —¿Qué le parece su hija?

      Emily sonrió al instante al recordar la imagen de Cal jugando con Annie en la piscina. Era juguetón, protector y maravilloso.

      —Creo que está totalmente enamorado de su hija.

      —No me sorprende —dijo Sophia.

      —A mí sí, después de todas las cosas que dijo respecto al compromiso con mayúsculas. Sinceramente, creí que diría «no, gracias», y que ahí acabaría todo.

      —Pero teniendo en cuenta que ahora estás demasiado ocupada como para pasarte por aquí a saludar cuando vienes a recoger a Annie, doy por hecho que está en tu vida aunque sea de forma tangencial.

      —Podría decirse que sí —reconoció Emily.

      —¿Te importaría ser más explícita?

      ¿Tenía que serlo? Pero Emily sabía que cualquier intento de eludir la cuestión sería una pérdida de tiempo.

      —Cal ha abrazado la paternidad con entusiasmo. Está aprendiendo cosas de su hija. Estaba allí conmigo cuando fui a ver al médico que…

      —Oh, Dios mío, no puedo creer que se me haya olvidado preguntarte —Sophia sacudió la cabeza—. ¿Qué ha dicho el médico?

      —Me hicieron pruebas y finalmente me extirparon el tumor. Era un bulto que se creó en el conducto de la leche, completamente inofensivo.

      —Gracias a Dios —dijo Sophia—. Y ahora sigue contándome de Cal.

      Emily se dejó caer en una de las sillas para las visitas.

      —Está haciendo todo lo que debe. Me ha ofrecido ayuda financiera.

      —Conociéndote como te conozco, apuesto a que la rechazaste.

      —Sí. Al principio él no terminaba de creerse que no fuera tras el dinero o algo así.

      —¿O algo así? —Sophia se cruzó de brazos—. Si es la imagen de la perfección paternal, ¿por qué no estás más contenta?

      —Para empezar, porque no confía en mí. Y no puedo culparle, después de haberle ocultado lo de Annie. Tú y yo sabemos que la gente tiene sus motivos para cuestionar su fe en los demás. A todos nos han decepcionado en alguna que otra ocasión. Pero en el caso de Cal es peor.

      —¿Cómo lo sabes?

      Emily pensó en la manera de expresarlo con palabras.

      —Es una intuición. Por el modo en que lo cuestiona todo, y luego está lo que su padre dijo en el cumpleaños de Annie sobre el pasado de Cal. Yo le estaba contando que tenía mis razones para no contar lo de mi embarazo, pero que no quería hablar de ello. Y su padre me dijo que yo no era la única con pasado. Cal estuvo casado.

      Sophia frunció el ceño.

      —¿Te dio más detalles?

      —Me dijo que eso tenía que contármelo Cal.

      —Tiene toda la razón, Emily. Y no tienes que preguntar nada. Cal te lo dirá si quiere que lo sepas.

      Emily entrelazó los dedos en el regazo.

      —Algo le ocurrió entonces.

      —No sería el primero —aseguró Sophia—. No es problema tuyo. ¿Qué te importa lo que piense de ti?

      —En realidad nada. Excepto que su opinión puede tener cierto impacto en las percepciones de Annie.

      —Eso no es lo que te importa. Se trata de algo más personal.

      Sophia se dio un golpecito en los labios con el dedo índice.

      —Te estás enamorando otra vez de él, ¿verdad?

      —No seas tonta —respondió Emily—. Soy más lista que eso. «Otra vez» implica que la primera vez sentía algo por él, pero lo dejé, ¿te acuerdas?

      —Y bien que lo lamentaste —su amiga entornó los ojos con desconfianza—. Te has acostado con él, ¿verdad?

      Técnicamente lo habían hecho de pie y ninguno de los dos dormía. Emily se estremeció con el recuerdo de lo desesperadamente que lo deseaba.

      —¿Qué te hace pensar eso?

      —Oh, por favor. Ni intentes escabullirte. Mientes fatal.

      —Cal no te daría la razón en eso. Y la verdad es que sí intimamos —Emily se revolvió en la silla—. Por favor, no me eches la bronca. Cualquier cosa que me puedas decir no es nada comparado con lo que me he dicho yo a mí misma. Fue una estupidez y no volverá a suceder.

      —¿Es que ya te lo has sacado de dentro?

      —Sigo trabajando en ello. El problema es que ahora que sabe de Annie y se ha comprometido a ser padre,

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