Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa Southwick

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Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick Omnibus Julia

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ocasiones, teniendo en cuenta que el apartamento olía a ella. Entre observar a Henry y pensar en la piel suave y dulce de Emily y en lo excitante que resultaría tocarla por todas partes, no había dormido mucho. Justo antes del amanecer, Annie lo despertó agarrándole la nariz con sus deditos. Era la primera vez que tenía la oportunidad de que su hija fuera lo primero que veía por la mañana, y eso en cierta forma le llenó de energía. Luego había llamado su madre para preguntarle si todavía quería que lo acompañara a comprar el regalo para el bebé de sus amigos. La conversación desembocó en que terminara cuidando de Annie.

      Cal miró de reojo a Emily y se dio cuenta de que parecía incómoda.

      —¿Qué te ocurre? —se atrevió a preguntar.

      —Muchas cosas.

      —Escoge una —sugirió Cal.

      —¿Pueden ser dos?

      —Adelante.

      —Lo primero que me preocupa es cómo se las va a arreglar tu madre con nuestra pequeña, pero tengo que confiar en tu sabiduría —Emily se entrelazó los dedos en el regazo.

      —¿Y lo segundo?

      —¿Estás seguro de que hemos hecho bien dejando a Henry?

      Ya habían hablado de eso, y Cal tuvo la impresión de que Emily estaba imaginando problemas donde no los había.

      —No estamos dejando a Henry. Está con sus padres.

      —No me refiero a eso —Emily lo miró a los ojos—. ¿A ti te parece bien irte?

      —Sí.

      —¿Te importaría explicarte mejor?

      —Los niños se recuperan asombrosamente rápido. Al final, lo que más les costará a Patty y a Jonas es mantenerlo quieto. No necesitan que haya más gente alrededor animándole.

      —¿Estás seguro?

      Cal la miró un instante.

      —Los médicos observamos e intervenimos cuando es necesario. No estaría aquí si no se encontrara bien.

      —Qué rotundidad —Emily sonrió un poco—. Supongo que va con el nuevo coche.

      —Me preguntaba si te habrías dado cuenta —Cal había cambiado su deportivo por un coche familiar—. En el otro coche no había sitio para Annie porque tenía sólo dos plazas.

      —Es un vehículo muy familiar —dijo ella con cierta melancolía.

      Era la segunda vez en dos días que Emily mencionaba la familia, y no era algo para lo que Cal tuviera una respuesta, así que decidió que no decir nada sería lo mejor.

      Salió de la autopista y se dirigió al centro comercial donde estaba la juguetería. Aparcaron delante y entraron. Cal miró a su alrededor y sacudió la cabeza.

      —No sé por dónde empezar —admitió—. Estoy completamente fuera de mi elemento. Por eso te he traído conmigo. ¿Alguna sugerencia?

      —¿Sabes si Sam y Mitch tienen cuenta aquí? —Emily suspiró al ver su expresión de asombro—. Para los regalos. Igual que hacen los novios, los futuros padres hacen una lista con los productos que prefieren que les regalen.

      —¿Hiciste eso con Annie?

      Emily asintió, pero en lugar de complacerse en el recuerdo, su expresión se tornó pensativa.

      —Sophia me organizó una fiesta y abrí una cuenta aquí.

      —Entonces sabrás cómo comprobar si Mitch y Sam también lo han hecho.

      —Sí.

      —Tú primero —Cal la siguió al mostrador y dijeron los nombres de sus amigos, pero no consiguieron ninguna información.

      —Aquí estamos perdiendo el tiempo —aseguró ella—. Vamos a empezar por la sección infantil, de cero a seis meses.

      Había muchas cosas para hacer felices a los niños: parques, móviles de cuna, saltadores… Cal se mostró escéptico respecto a este último. Era verde.

      —Me gusta el color, pero estoy completamente en contra del concepto.

      —¿En qué sentido? —preguntó Emily.

      —Los bebés necesitan sentirse libres para moverse a su alrededor y desarrollar los músculos. Si están confinados en algo de este tipo durante largos periodos de tiempo, no podrán.

      Caminaron por varios pasillos llenos de ropa, biberones, almohadas y termómetros. Emily se detuvo y agarró una especie de canguro para llevar colgando al bebé. En su rostro se dibujó una expresión tierna.

      —Yo tenía uno de éstos —dijo.

      Cal había visto a madres llevando a los bebés pegados a ellas.

      —¿Te vino bien?

      —Mantiene al bebé cerca y las manos libres —respondió Emily con dulzura—. No puedo creer que ahora sea demasiado grande para entrar en él. Parece que fue ayer cuando podía llevarla así o dejarla tumbada y saber que estaría allí cuando regresara. Ahora está por todas partes.

      Siguieron avanzando y Cal vio dos cosas que le interesaban. Una de ellas era un maletín médico. Lo agarró y leyó el contenido: guantes desechables, vendas, tiritas y antiséptico, todo de juguete.

      —Es un maletín médico. A Mitch le va a encantar aunque el niño sea demasiado pequeño para apreciarlo —Cal agarró dos más.

      —¿Vas a comprar tres? —Emily parecía confundida—. ¿Uno es para Annie?

      —Sí —contestó él—. Y creo que a Henry también le gustaría tener uno.

      —Es un detalle por tu parte.

      —Me alegra que lo apruebes. Y antes de que digas nada, voy a conseguir otra cosa para Oscar, porque no sería justo —se acercó a un mostrador de camisetas para padres y las miró. Una de ellas tenía un dibujo de Superman con la palabra «papá» escrita dentro. Pero la mejor era otra que decía: «Papá sobrevivió al parto».

      —Voy a llevarle esto a Mitch. Está muy nervioso por el próximo parto de Sam.

      —Es algo emocionante… —Emily se detuvo y, antes de que pudiera darse la vuelta, Cal se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos.

      —¿Emily? —Cal notó que se le tensaban los hombros—. ¿Qué te ocurre? Y no me digas que nada, porque estás actuando de forma extraña desde que entraste en el coche.

      —Es sólo que… —ella se dio la vuelta y se pasó un dedo por la nariz.

      —Hablo en serio. ¿Qué te preocupa?

      —Mirar todas estas cosas me hace sentir triste.

      —¿Por qué? —preguntó Cal mirando

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