E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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Y menos mal que podemos permitirnos pagar los billetes de avión.

      –A lo mejor te regalo un par de viajes a Nueva York este año con el aguinaldo. Bueno, vamos a revisar en serio las otras posibilidades. ¿Cuál es la que más te convence, si dejamos tu libido al margen de la ecuación?

      Pete no se tomó a mal el comentario, y se echó a reír antes de contestar:

      –Creo que me decantaría por Charleston, sobre todo si conseguimos encontrar un buen sitio en la zona histórica. Te di un listado con varias propiedades que creo que podrían servir.

      –Charleston es un sitio que siempre me ha gustado, podríamos ir en los próximos días. Tendré que llevarme a B.J., pero al menos nos haremos una idea. Encárgate de concertar las citas de rigor con un agente inmobiliario, la Cámara de Comercio, el alcalde… en fin, tú mismo.

      –De acuerdo. ¿Cuándo quieres que vayamos? –era obvio que su entusiasmo había regresado.

      Como Emily estaba fuera, Boone pensó que ese era un buen momento; además, el viaje le serviría de distracción. Como no contaba con que ella volviera pronto a pesar de que se había comprometido a hacerlo, sugirió:

      –El lunes o el martes, si puedes tenerlo todo listo tan rápido.

      –No te preocupes, yo me encargo.

      Boone tenía la esperanza de que, con un poco de suerte, Emily ya estuviera de vuelta en casa para cuando ellos regresaran.

      Huelga decir que las conexiones de los vuelos que Emily tenía que tomar no habían sido tan fluidas como cabría desear, así que llegó el lunes al mediodía. Como era demasiado tarde para pasar por casa de Sophia, tuvo que ir directamente a la casa que tenían pensado convertir en centro de acogida, y se dio cuenta de que era mejor así. Como Sophia no había tenido ocasión de hablarle del lugar, iba a poder verlo sin ideas preconcebidas.

      –Perdón por el retraso –les dijo a Sophia y a las dos mujeres que la acompañaban, una de la junta de dirección del centro y la otra una agente inmobiliaria, que estaban delante de la casa–. El vuelo de Atlanta se canceló y he tenido que esperar hasta esta mañana a que saliera el siguiente.

      Centró de inmediato su atención en la casa. Abarcaba una parcela muy amplia que hacía esquina y de inmediato se dio cuenta de que tenía potencial, aunque a simple vista costaba bastante de imaginar. En ese momento el jardín estaba descuidado y lleno de basura, la pintura rosa pálido de las paredes estucadas del exterior estaba descascarillándose, y había zonas donde asomaba un color turquesa anterior; las ventanas de la planta baja tenían barrotes, y casi todas ellas estaban rotas; los escalones de cemento del porche estaban hechos polvo y eran todo un peligro.

      Miró a Sophia y enarcó una ceja al decir:

      –¿En serio?

      –Ni te molestes en intentar fingir que no estás interesada –le advirtió su amiga, sonriente–. Sabes que eres incapaz de resistirte a un reto como este.

      Emily intentó seguir aparentando incredulidad, pero fue en vano. Sophia la conocía demasiado bien.

      –¿Qué tal está el interior? –se limitó a preguntar.

      –Peor que el exterior.

      Quien contestó fue Marilyn Jennings, presidenta de la junta de dirección y esposa del presidente de un importante estudio cinematográfico. No parecía demasiado esperanzada.

      –Pero tiene potencial –afirmó Taylor Lockhart, con una habilidad para tergiversar la verdad según su conveniencia digna de una excelente agente inmobiliaria–. ¿Verdad que sí, Sophia?

      –Sí, es un lugar perfecto –contestó la aludida con optimismo–. Estoy convencida de que te va a encantar, Emily.

      –Vamos a echar un vistazo.

      En cuanto entraron, vio la sala que Sophia quería convertir en un cuarto de juegos. La cocina estaba hecha un desastre… los enseres estaban viejísimos, el linóleo agujereado y las cañerías herrumbrosas… pero había espacio suficiente para poner una mesa comunitaria.

      La mayor ventaja que la casa tenía a su favor era su gran tamaño. En todas las salas de la planta baja había espacio suficiente para un montón de adultos con niños revoloteando de acá para allá, aunque el hecho de que no hubiera un cuarto de baño en aquella zona podía suponer un problema.

      Arriba había media docena de dormitorios lo bastante espaciosos para acomodar sin problemas a una madre con un niño, incluso dos si se ponían literas. Había uno muy luminoso en el que podrían caber una madre con tres niños pequeños.

      Emily ya empezaba a visualizar cómo intentar aprovechar al máximo el espacio, cómo hacer que todas aquellas habitaciones quedaran cálidas y acogedoras con muebles sencillos, colores luminosos y distintas texturas. Sabía que aquel lugar podía ser como un regalo caído del cielo para muchas mujeres que habían huido con sus hijos de una vida marcada por la violencia. Lo que necesitaban no eran lujos, sino un lugar seguro, limpio y cómodo. En los dormitorios disfrutarían de privacidad, y tanto el cuarto de juegos como la sala de estar y el jardín les proporcionarían espacio.

      –Que solo haya dos cuartos de baño es un problema –comentó–. Con tanta gente, habría que tener tres por lo menos, mejor aún si pudieran ser cuatro. No sé si eso va a ser posible sin sacrificar uno de los dormitorios, tendré que revisar el código de edificación.

      –Ven, a ver qué te parece esto –le dijo Sophia, antes de conducirla hasta una puerta que había al final del pasillo; cuando la abrió, le mostró un trastero bastante amplio y le preguntó–: ¿Crees que podría servir? Está justo al lado de uno de los cuartos de baño, supongo que eso podría evitar en cierta medida que las obras de fontanería se conviertan en una pesadilla.

      Emily observó pensativa el trastero. No era demasiado grande, pero había espacio suficiente para instalar un lavabo, un retrete, y una ducha.

      –Lo consultaré con el fontanero, a ver qué opina.

      Lo anotó en su móvil, donde ya había guardado otras observaciones, medidas preliminares, y fotos de todas las estancias que habían ido viendo.

      –¿Quieres ver el ático? –le preguntó Taylor, la agente inmobiliaria.

      –¿La casa tiene ático?

      –Espera y verás.

      Cuando Emily vio que para subir había que usar una escalera abatible, tomó nota de que habría que cambiarla por algo más permanente. Subió con cuidado, y soltó una exclamación de sorpresa al ver que se trataba de un espacio muy amplio y lleno de luz.

      –Aquí caben dos dormitorios más, como mínimo –afirmó de inmediato.

      –O un dormitorio compartido con cuarto de baño, para los niños más grandes –propuso Sophia–. Sería como un dormitorio universitario, con camas y escritorios para que estudien. Así tanto las madres como los adolescentes tendrían un poco más de privacidad.

      –Sí, pero no puede ser un dormitorio mixto –comentó Emily.

      –No, claro que no.

      –A algunas de las madres

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