Pack Bianca febrero 2021. Varias Autoras
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Y entonces había conocido a Rafael. Y a Dante, un hombre que despertaba en ella sentimientos desconocidos.
Y ahora estaba embarazada.
¿Había merecido la pena?
Tal vez.
Estaba empezando a acostumbrarse a la idea de que una vida crecía dentro de ella, pero sabía que Dante, un mujeriego empedernido, no se tomaría bien la noticia.
Sabía que no tenía el menor deseo de casarse o tener hijos porque lo había oído discutir con Luigi. El propio Dante le había dicho que no quería tenerlos.
Pero ya era demasiado tarde.
Sobreviviría, pensó, porque siempre lo hacía, incluso en las peores circunstancias. Ese pensamiento la hizo saltar de la cama y vestirse para una nueva entrevista de trabajo.
En Italia, Dante estaba más que apagado y su madre lo comentó cuando pasó por su despacho para despedirse antes de embarcarse en el crucero.
–Estoy bien –insistía él.
–¿Por qué tienes a Ariana ayudando con la organización del baile? –se quejó Angela–. Apenas la he visto en dos semanas.
–¿Y?
–Debería estar preparando su boda.
Era una queja habitual. El consejo de administración lo presionaba para que sentase la cabeza y su madre presionaba a Ariana para que hiciese lo propio.
–Pero si aún no tiene novio.
Su madre torció el gesto.
–Ariana dice que estás pensando vender la casa de Luctano.
–Así es. ¿Por qué? ¿Has cambiado de opinión?
–No, no –respondió Angela–. Solo quería saber qué está pasando. No te había visto desde el funeral.
–He estado ocupado.
–Sé que puede parecer un poco insensible que me vaya a un crucero tan pronto, pero lo tenía reservado desde hace tiempo.
Dante prefirió callar. En el fondo, pensaba que era demasiado pronto para que se soltase el pelo, aunque hubieran estado divorciados. Y no le parecía una coincidencia que volviese a Roma un día después del baile benéfico. Cuando estaban casados, a su madre le encantaban los preparativos del evento y el interés de la prensa.
–¿Ella irá al baile? –pregunto Angela entonces.
Dante supo inmediatamente que se refiera a Mia.
–No estoy seguro.
–Debería tener la decencia de no aparecer por aquí –dijo su madre entonces–. ¿Y quién la acompañará? Si aparece, todo el mundo se sentirá incómodo.
–Mi padre pidió que acudiese toda la familia, mamá. Y, supuestamente, Mia debe ser la anfitriona del baile.
–No habrás puesto eso en las invitaciones, ¿verdad?
–No.
Dante sabía que su madre estaba imaginando su regreso triunfal como anfitriona de futuros eventos, de modo que decidió cambiar de tema.
–Bueno, cuéntame con quién vas a hacer ese crucero.
–Con un amigo –respondió Angela, encogiéndose de hombros.
–¿Más que amigo?
–Estoy saliendo con un hombre –admitió su madre por fin–. Puede que lo recuerdes, el señor Thomas, tu antiguo…
–Mi antiguo tutor –la interrumpió Dante.
–¿Cómo sabes que es él?
–Os vi juntos el día que fuimos a darte la noticia de la muerte de papá.
–Sí, bueno, nos encontramos hace unos meses y me preguntó por ti –dijo su madre, sin mirarlo–. ¿Te molesta que salga con él?
–¿Por qué iba a molestarme? Es hora de que rehagas tu vida y seas feliz.
–Gracias –murmuró Angela–. ¿Stefano está aquí?
–Ha salido a comer con Eloa y no creo que vuelva hasta mañana.
Cuando su madre salió del despacho, Dante torció el gesto. No sabía si creerla. Siempre había sentido que le mentían y desde la muerte de su padre empezaba a entender por qué.
–Acaba de llamar Matteo Castello –la voz de Sarah interrumpió sus pensamientos–. Quiere hablar contigo, pero le he dicho que estabas en una reunión.
–¿Qué quería? –le preguntó él, frunciendo el ceño.
–Se trata de Mia. Matteo está pensando darle un puesto de ayudante ejecutiva en su oficina de Londres y quiere una carta de recomendación.
Vaya, vaya, pensó Dante.
–Muy bien, gracias.
–Y, hablando de Mia, aún no ha dicho si acudirá al baile –le recordó Sarah.
–No es mi problema. Que haga lo que quiera.
Pero no era verdad, sí era su problema y un grave problema, además. Dante quería que fuese al baile para verla de nuevo y con un poco de suerte…
Pero Mia no había respondido a su carta.
–Bueno, me marcho –dijo Sarah.
–Pero si solo son las tres.
–¡Dante!
Ah, sí, el regalo de Navidad para Sarah había sido un largo fin de semana con su marido en La Fiordelise y ella había decidido que fuese aquel fin de semana.
–Es verdad, se me había olvidado.
Todo el mundo estaba celebrando las navidades. Todo el mundo excepto él.
No podía quitarse a Mia de la cabeza y no le apetecía estar con otra mujer. Y que trabajase para Castello no le hacía la menor gracia.
Cuando Sarah se marchó, Dante levantó el teléfono, pero en lugar de llamar a Castello marcó el número de Mia. Habían pasado unas semanas desde su última conversación con ella.
–¿Sí?
–Castello me ha pedido referencias tuyas –dijo a modo de saludo–. ¿Esto es una broma?
–¿Por qué iba a ser una broma?